Puede que infinidad de compatriotas estén tan acuciados con tarifazos,
apretadas represivas y ninguneos varios que no resulte conveniente irse por
ramas electorales.
Lo que es seguro es que sólo manteniendo luchas justas no volverá el
gobierno popular ni volveremos a encorsetar al bloque corporativo
oligárquico que hoy sin collar muestra su capacidad de destrucción a pleno.
Puede, ponele, que referir los últimos doce años a una manera de conducir
no caiga bien por fuera de nuestra filas K.
Hechas todas estas salvedades, lo cierto es que aquello que agrede,
confunde y desanima hoy a nuestro pueblo
es la derrota de su gobierno, de su gobierno popular, que ahora las palabras de la
dominación y el agravio vinieron a ocupar el lugar de las palabras de la soberanía y la
reivindicación, que los intereses de los dueños del país se imponen a la
inclusión.
Vivimos doce años maravillosos porque gobernábamos, dejamos de
vivirlos porque gobierna el antipueblo. No es un matiz, es un cambio absoluto,
porque así se viven las grandes derrotas.
No es que nuestro pueblo dejará de resistir, el pueblo siempre resiste.
Pero el sesgo de la resistencia no es el de la gobernancia.
Las luchas sirven, cuando se dan en el terreno conveniente, para desgastar
al adversario y consolidar fuerza propia. Uno y otro factor necesitan de
propuesta de gobierno propia. El "luche y vuelve" funcionó porque implicaba la
promesa de retomar aquella gesta popular que vino a destruir la fusiladora. Cuando hay un horizonte los sacrificios se validan, los padecimientos se sobrellevan, las
pérdidas se confrontan con un porvenir de logros.
Lo que tenemos que demostrar hoy no es que somos mayoritariamente honestos
y democráticos. Cumplimos doce años de demostrarlo con el gobierno más
democrático y honesto que haya tenido la Argentina.
Tampoco hay que demostrar que hubo eficacia de gestión e inteligencia. Las caricaturas
que vocean al gobierno actual contrastan demasiado con nuestros logros.
Lo que tenemos que demostrar es que volveremos gobernar, a usar el gobierno
como barrera de contención contra la avidez oligárquica, que tendremos la
unidad y la madurez suficiente como para no perderlo y la pericia como para
sostenerlo en un mundo que marcha en contra.
Demasiada tarea, pero necesaria,
indispensable. Ninguna promesa de bienestar popular es posible sin pensar en un gobierno propio que las haga realidad y las sostenga.
Tenemos a Cristina, la única referente capaz de convocar a esa unidad y de liderarla en la vuelta. Y no
es poco.
En estos días medios varios medios se hicieron eco de voces que, declamando
amor a la presidenta mandato cumplido, decretaban a su vez su “merecido
descanso” para convalidar silencios inexplicables, rupturas que debilitan, estrategias
sin horizonte cierto, autocríticas con poca crítica y menos referencia a lo
propio.
Nada nos alejaría más del “volveremos” que suponer a Cristina fuera del
ruedo y creer que una propuesta de gobierno concitaría expectativa popular sin
su liderazgo.
La política y las matemáticas no suelen encontrarse, pero uno puede extraer de todo esto una suerte de teorema, nada aleja más a nuestro pueblo del "volveremos" que alejar a Cristina de la conducción de un frente unido que concrete esa vuelta.