martes, 11 de junio de 2019

Pichetto o la estrategia del carancho (la fórmula)

La mirada política de Macri, las posibilidades electorales de Macri, su capacidad actual para despertar alguna esperanza en sus huestes y resultar un presidente atractivo para un/una vicepresidente con presencia política e imagen con peso social propio, todas resultan coincidentes: se aproximan a cero.
Pululan en los medios análisis de tranquilidad de mercados dada la previsibilidad y "amplitud" de la decisión presidencial. 

La profundidad de esos análisis también se acerca a cero. 
La realidad es que el gobierno y Cambiemos huelen a osamenta. Lejos, a décadas de una nueva derecha democrática que algunos vieron asomar hace menos de cuatro años.
Entonces: ¿por qué  Pichetto, tipo inteligente y ducho en lides y enjuagues políticos se sube a este Titanic?
Justamente porque ve en esta decadencia oficial su posibilidad a plazo fijo: quedar en condiciones de rescatar los despojos de un Cambiemos derrotado, rapiñar la base para un partido de derecha más explícito,  xenófobo, manodurista, sin la menor pátina de buenos modales, más afín  a esa dureza, resistencia y combatividad que el  mismo Durán Barba registraba como faltantes en las huestes cambienistas.
Perceptivo de la centralidad de Cristina en la política nacional y en el Partido Justicialista, Pichetto es el principal, tal vez el único beneficiado de la fórmula oficial: abandona un espacio donde su futuro es nulo para emprender la construcción de un espacio de quince, veinte puntos, donde Él pueda expresarse sin represión  alguna y trabajar por el fracaso del espacio nacional y popular para emerger como la única alternativa viable de las oligarquías en América del Sur, una derecha cerril de la que Bolsonaro es hoy una expresión  acabada.
No la tiene fácil de todos modos: la condición que lo potencia es también el muro contra su empresa: el macrismo cae, la derecha cínica cae, Cambiemos se autodesguaza al ritmo de la acumulación del Frente Patriótico (o como al fin se lo llame hoy) porque las mayorías populares conservan trazas de identidad en las que el pensamiento oligárquico no logra prosperar. 

El pueblo que muchos daban por anestesiado, derrotado y reconvertido, ha rematado una resistencia fragmentaria y de lento crecimiento utilizando en el último par de meses una de las supremas herramientas de la democracia, el voto, para castigar duramente al gobierno y sus candidatos. 
Sólo grandes errores del próximo gobierno popular podrían alterar esta tendencia y hacer de las aspiraciones pichetistas algo más que un conjunto de malas intenciones.
Es el problema de los caranchos: carroñean porque su vista al fin de cuentas no es gran cosa, sólo pueden alimentarse de despojos.