sábado, 6 de junio de 2020

PSICOANALADAS I: chicas y chicos, realidad, COVID19

Leo resultados de un par de encuestas sobre la salud mental de chicas y chicos en cuarentena.

No da precisión sobre esta cuestión  de género.  ¿Será que entienden que la situación  es independiente del genero de quien contesta? ¿Por qué?
Sigo. Dicen que un importante porcentaje manifiesta miedo respecto al COVID 19. 
¿De qué modo lo manifiesta? ¿Contestando qué tipo de pregunta? 
Digo, porque si se pregunto a un chico o una chica si tiene miedo, así, directo, la respuesta puede depender de lo que le pasa o depender de qué supone que el adulto espera como respuesta. Lo políticamente correcto en clave infancia. Bien. No dice.
Sigo. Dicen que muchos sienten angustia. 
¿Chicos y chicas dijeron sentir un malestar sin objeto preciso? ¿lo llamaron angustia? No. Si tiene objeto, si es en referencia a ese objeto que les llega amenazador desde la mirada adulta, la actitud, el colocarse barbijo, lavarse las manos a cada rato y guardar reclusión hogareña, o llegar y no dejar acercarse a nadie hasta darse un baño y ponerse ropa limpia. O, mínimo,  sacarse barbijo, lavarlo, lavarse también, minuciosamente, las manos, etc. Si tiene objeto, si encima ese objeto le es demarcado, precisado y significado por sus padres, no es angustia, es miedo. 
Tal vez la chica o el chico no leyó a Freud, pero quien diseña una encuesta sobre salud mental y quien lo evalúa debe conocer estos conceptos, saber diferenciarlos, antes de afirmar su presencia. 
Sigo. Entonces llegamos a que la chica o el chico tiene miedo al COVID19. Lo asusta la situación de encierro, la preocupación  de sus padres, tal vez también la dificultad con que los ve moverse en el lugar que debiera ser el más amigable, su propio hogar, los malestares y problemas de relación que malocultan o no ocultan. Digo: lo asusta el COVID19, le preocupa la capacidad de los adultos que debieran cuidarlo, protegerlo. La TV que dice, además, que fuera del encierro nada puede hacerse y que es tiempo de salir porque ya son muchos días de cuarentena. Es decir blanco y negro a la vez. 
Miedo al COVID, molestia por el encierro, preocupación por la novedosa perplejidad, o intolerancia, o calma, de sus padres, del mundo adulto en general.
Cuando alguien venía a la sala a solicitar "el psicofísico", hacía mi parte en una o más entrevistas tomando nota en lo posible de lo básico: criterio de realidad, que la persona tenga correcta ubicación espacio temporal. 
Ambas estarían presentes en la situación del chico o la chica. Percibe los problemas, los afronta con sentimientos que se corresponden con ellos. 
Pero parece haber quienes creen que no ayuda a la maduración o al menos a la salud mental de chicas y chicos, percibir el peligro al otro lado de la puerta de casa, que el mundo es inhóspito, que los padres no somos lo suficientemente idóneos como para preservarlos. 
Digo: antes del COVID19 ¿no era así? ¿El mundo era por demás amigable, la escuela divertida, los compañeros siempre buena onda, la mesa siempre provista, la familia siempre feliz, la Villa 31 no existía? 
¿Y si en lugar de malconfirmar obviedades ponemos en valor lo que adquirimos en la Facultad, la experiencia clínica, nuestro propio análisis y vemos cómo aportar a la mejor comprensión de este momento?
¿Que quiero decir? Que las tensiones y dificultades que enfrentan chicos y chicas no suceden en el vacío. Dependen del contexto social e histórico en que viven, como también dependen de ese contexto y de su entorno inmediato las herramientas con que contará para  crecer en condiciones de amar, socializar y producir con relativa dificultad, conforme la siempre joven definición de salid de Freud.
Si estuvieran encerrados por decisión materna o paterna, si fuera forma de castigo o ejercicio de poder arbitrario, si resultara de alguna patología propia, etc. seguramente estarían expuestos a un padecimiento que puede desembocar en problemas afectivos, de desarrollo, alteraciones en su subjetividad de largo plazo. Porque el obstáculo a su vínculo con los demás chicos, el barrio, la escuela  el resto de sus familiares, serían aquellos con quienes construye lo elemental de su subjetividad. 
Pero si el obstáculo es externo, una pandemia por suerte y no una guerra, si ubicados los profesionales en esa realidad ayudamos con nuestra labor profesional a construir con chicas y chicos la realidad de ese peligro, la realidad del esfuerzo que está haciendo toda la sociedad, desde sus padres al Estado, para superarlo, para que no lo afecte, habremos dado un paso importante para que así sea. 
Una cuestión de criterio: aunque nos dirijamos a chicos y chicas nuestro mensaje público, fuera de consultorio, casi siempre llegará a través de la actitud de los padres. los adultos son nuestros interlocutores en medios y redes. Esto lo comprenden bien los que quieren hacerles hacer cosas, por ejemplo, ir contra la cuarentena.
El mundo viene desde hace siglos resultando cada vez menos amigable para el ser humano en general, pera los chicos y chicas en particular. Sin embargo la mayoría pudo ir construyendo su subjetividad aún en las peores circunstancias en tanto desde sus padres o quienes cumplieran esa función, la misma se realizara superando los obstáculos que existieran. 
La función colectiva de trabajadores y trabajadoras de salud mental es aportar a ello. Y cuando se trata de chicas y chicos, más.

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