domingo, 8 de marzo de 2020

EL DIA DE LA MUJER, LA DIGNIDAD Y LA VERGÜENZA

Movilización 
de obreras textiles de Nueva York el 8 de marzo de 1857, 120 mujeres asesinadas por la represión policial. 25 de marzo de 1911, arde el edificio de la fábrica de camisas Shirthwaist, en Nueva York, con las salidas bloquedas por los dueños mueren 146 trabajadoras.
Mucho antes que la UN, Clara Zetkin propuso celebrar en el recuerdo de sus luchas y martirio, el día de la mujer trabajadora. 
El patriarcado, el sometimiento a las mujeres y a las diversidades, las violencias con que siempre se sostiene la violencia del sometimiento, la violencia de la postergación, existieron antes de capitalismo. Pero el capitalismo los llevó hasta el paroxismo. 
El derecho a votar, el derecho a la propiedad, el derecho a la misma remuneración por el mismo trabajo, el derecho a expresarse, el derecho a ser de un modo no impuesto, nunca llegaron temprano a las mujeres, nunca sin lucha, nunca sin sangre.
Mi saludo a mi hija Laura, a mi compañera Ceci, mi saludo a mi vieja, que un día descubrí que sólo hablaba después que mi viejo ya se había expresado, pero otro día, antes, cruzó la calle para esperar al cura del pueblo y pedirle ayuda por su hijo preso (y nunca me lo dijo, tampoco que solo recibió rechazo por este gesto), mi saludo a mi abuela india, que no llegó a conocerme pues murió a un mes de parir a su onceavo hijo, mi padre, mi abuela paterna rescatada de todos los silencios filiales gracias a un relato de ese tío que vivía en la calle, mi saludo a mi abuela materna, que copiaba todo el autoritarismo precedente para hacerse su propio lugar, mi saludo a todas las compañeras, a Ana Mohaded, que está  y me sigue llenando de orgullo saberla amiga, a Analía, Cristina Fontanellas, asesinada junto a tantas por la dictadura y con quien me enorgullece también haber compartido la militancia, mi saludo a mis amigas, a mis compatriotas, que con sus luchas nos van descubriendo un mundo mejor a pesar de y con nuestras taras masculinas ancestrales a cuestas.
Una historia de postergación, humillación y crímenes precede estos días en que las conquistas de género conviven con femicidios, prohibiciones inmorales y patológicas. 
Pero el voto, el cupo, la potestad, la identidad de género, pronto la despenalizalizacion del aborto, se erigen como realidades en nuestra Patria, con tanta fuerza como las movilizaciones de pañuelos verdes, con la fuerza de haber parido a Eva, a Hebe, a Estela, a Cristina, a tantas y tantas que desde el anonimato han sostenido nuestra sociabilidad y nuestra esperanza hasta cuando parecía imposible hacerlo. 
No se puede volver atrás el reloj de la vida y la historia. No puedo soñar con mi madre, mis tías, sus amigas de aquel tiempo, desplegando todo su potencial en el mundo en que crecí. Ni soñar qué  tanto más grande hubiera sido mi generación en un mundo así.
Pude en cambio compartir desde la militancia y la vida con otras mujeres este mundo que  estamos construyendo, poblado de logros y retrocesos. 
Puedo aspirar, gracias a eso, a que las generaciones que nos sucedan hagan que toda discriminación sea nada más que el recuerdo de una época de vergüenza, sólo rescatada por la dignidad de las luchas que la dejaron atrás.

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