miércoles, 30 de octubre de 2019

27 de octubre: Un triunfo REPARADOR

Alberto Fernandez recibe a Braian Gallo en su oficina.
Argentina, en este 30 de octubre, ya no es igual. El presidente electo te recibe y estás en el despacho presidencial, no importa el lugar, por imperio del mandato de millones de argentinos que le dieron esa investidura.
Braian llega con su familia. Se saluda con Alberto. Dialogan, se conectan, sonríen, se prestan a las fotos. La situación  los iguala. El presidente electo, el pibe de la gorra con la visera hacia atrás,  el docente universitario, el estudiante secundario, el que transita Puerto Madero, el que sortea calles transitables y calles que no en Cuartel V, a veinte km. del centro de Moreno, el que ayer fue a desayunar con el actual presidente en la Rosada, el lugar en que prestará sus servicios en el cargo para el que fue elegido, el que el domingo fue a prestar los suyos como presidente de mesa en la elección presidencial. Ya están todos los vínculos, de uno u otro modo, presentes.
Fotógrafos, ambos posan con su brazo sobre el hombro del otro.
Alberto mira a Braian una vez más y la mirada y su mano se unen en un gesto: saca el gorro de la cabeza de Braian y lo calza en su cabeza. La visera hacia atrás. 
Braian Gallo, un joven de Moreno, Provincia de Bs. As. ha sido discriminado. Ni siquiera su persona, su aspecto, su vestimenta.
Un tweet de alguien que votó en la mesa que Braian presidía, muestra su imagen y "previene" a quienes vayan a votar en Moreno, asociando ese aspecto con el robo, el peligro para gentes como la tweetera.
Alberto no se conforma con recibirlo, charlar, fotografiarse con él. Se calza el gorro con la visera hacia atrás. El gesto dice más "todos somos Braian" que miles de remeras, de flyers en las redes. Ya vendrán, pero todo se potencia porque un presidente, este presidente, desde el vértice del poder institucional aún antes de asumir, mostró con un gesto que, aunque diversos en nuestra singularidad, todos tenemos el mismo valor como humanos y como ciudadanos. Los derechos humanos, los derechos ciudadanos desde una perspectiva universal comienzan a reinstalarse en la institucionalidad política, en el Estado, tras el imperio de la exclusión  macrista.
Las rémoras del macrismo habrán de extenderse en el tiempo en gestos como los de la tweetera,  como los del intendente de Maipú robando DNIs para evitar votos opositores, como la publicación de la Directora de Planificación  de Eventos Presidenciales,  Negro Ferrer, propia de diálogos privados de la Rural o el Jockey club. 
Es así,  el macrismo no inventó el lenguaje de exclusión, pero lo reinstaló en el Estado para recrearlo y habilitarlo desde allí en el discurso público, tras más de cuarenta años de disputa democrática post genocidio.
El domingo, en el centro de operaciones del Frente de todos, se hacen presentes en el escenario los principales realizadores de la victoria electoral. La locutora va nombrando a Alberto, Cristina, Axel, Verónica. A cada nombre una aclamación. El salón estalla cuando vemos en un extremo, junto a Estanislao y Fabiola,  a Estela Carlotto, Tati Almeida, Lita Boitano. Su sola presencia junto a la dupla presidencial ya electa, anunciaba lo que Alberto concreta hoy con Braian.
Dijimos que el sólo triunfo del Frente de Todos constituiría su primera medida a favor de la salud mental  de la población: desplazar al discurso perverso, clasista y autoritario que el macrismo fue naturalizando en nuestro país desde su política de Estado. 
Saldrá Bulrichm entrarán las Madres, las Abuelas, los Braian, 
La tarea ha comenzado, aún antes de asumir el nuevo gobierno. 

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