sábado, 26 de octubre de 2019

EL 2019 Y TRES TRIUNFOS EN OCTUBRE

UN TRIUNFO MÁS QUE ELECTORAL
Antes y a propósito del 27 de octubre, cuando el voto popular arrase con un sinnúmero de teorías y medias verdades acerca de nuestra resistencia social al neocolonialismo, vale la pena anticiparnos a ese torrente, reconocer lo logrado de modo de encarar mejor el día después.
La historia y las instituciones volverán al pueblo. El futuro se discutirá entre argentinas y argentinos.
Nuestro pueblo está a punto de ganar una batalla contra el bloque de poder más grande que haya enfrentado en nuestra historia: el gobierno de los EEUU, el FMI, los fondos buitres y (¡vaya diferencia!) los fondos de inversión, la OEA, los gobiernos de derecha de la región, “nuestra” oligarquía diversificada y lo que queda de la antigua, sus CEOS, los medios concentrados, la mayoría de las burocracias políticas no peronistas. Y lo logramos en el marco de un aislamiento regional sólo alterado por los gobiernos de Bolivia y –en alguna medida- Uruguay.
¿Qué? ¿Eliminamos la pobreza?¿Resolvimos nuestro problema de desarrollo?¿Logramos la segunda y definitiva independencia? Nada de eso estaba en disputa en medio de una ofensiva neoliberal que aún no cesa y que sigue encaramada a nuestro gobierno.
En la defensiva, los triunfos no consisten en logros estratégicos de quien resiste sino en impedir, neutralizar o debilitar los objetivos del enemigo.
El objetivo del bloque de poder que enfrentamos era dar una vuelta de página con la cultura protagónica, soberana y solidaria de nuestro pueblo y con el Estado de bienestar en que esa cultura se forjara. Al fin la Argentina se convertiría por décadas en una suerte de granero, fuente de recursos y corral de los EEUU, con la deuda como herramienta y la imposición de una cultura sustituta, uberizada, del sálvese-quien-pueda, meritocracia y arribismo para pocos, con el Estado como ejecutor y promotor.
Pues bien, el gobierno que iba a lograrlo está en retirada ya antes del domingo y sólo atina a hacer más daño de modo de condicionar al próximo gobierno popular. Sobreestimaron sus posibilidades, subestimaron la capacidad de resistencia de nuestro pueblo y de resolución política de sus referencias partidarias, gremiales y sociales y se irán dejando, junto a la deuda, la desocupación, la desnacionalización y recesión que provocaron, la marca de su fracaso, de la derrota de la propuesta neoliberal.
LA SANGRE Y EL TIEMPO
A la vista de los estallidos en Ecuador y Chile, con su saldo de personas muertas a causa de la represión, encarcelamientos masivos y desapariciones, supresión de libertades civiles y una resistencia popular heroica pero carente de articulación y referencia política, vale la pena resaltar que en nuestro estallido electoral no se trató de tarifas u otras medidas parciales, sino que estamos recuperando el gobierno para el pueblo y lo haremos en paz, por la vía electoral.
Entre la sangre y el tiempo, aquellas alternativas para situaciones críticas que señalaba Perón, la irrupción del Frente de Todos conformó una salida que evita el baño de sangre popular a la vez que interrumpe el saqueo oligárquico: esa salida es la unidad del pueblo desde la unificación del peronismo y todo el arco nacional y popular con sus banderas en alto.
En estos días muchos se preguntan por qué nuestro pueblo aguantó pasivamente” tarifazos, provocaciones, pérdida de derechos. Sin perder de vista las grandes luchas que protagonizamos, la primera respuesta es que el colchón de actividad económica, empleo y redistribución de ingreso que dejaran los doce años previos, habilitaron llegar a estos días en un marco de menor desastre que en 2001. La segunda tiene que ver con la necesidad de recomposición de la unidad popular luego de la cuña que plantó el triunfo de Cambiemos en 2015. La tercera: ante el fundamentalismo de Cambiemos las disputas parciales no lograban modificar el curso cada vez más virulento de su política. Sólo una referencia alternativa de gobierno podía concitar expectativa en un pueblo con la experiencia política del nuestro.
Cristina Fernández supo ver esa necesidad a la vez que reconocer la disposición de cambio y reparación que se escondía tras la supuesta pasividad popular.
El pueblo ya estaba: salvo estallidos masivos y prolongados y/o crisis terminales de gobiernos, no hay sociedad que cambie sus adhesiones políticas en tres meses. Ese fue el tiempo que transcurrió entre el momento que Cristina anunciara su fórmula con Alberto Fernández como candidato a presidente y el momento en que el Frente y las mayorías produjeron el triunfo incuestionable en las PASO.
El ataque a la victoria de Evo Morales en Bolivia, los estados de excepción en Chile y Ecuador, la virulencia contínua de Bolsonaro y la multiplicación de émulos en la derecha local indican que la estrategia neocolonial no está dispuesta a ceder. En el caso de Argentina, tras la derrota del 27 la derecha pasará de mejor o peor manera a la resistencia y son de esperar todas las argucias que ya le conocemos y más: corridas cambiarias, golpes de mercado, fugas de capital, acoso mediático, sabotaje productivo, etc.
La unidad social, sectorial y política alcanzada no puede ser coyuntural. Volverán a trabajar sobre las conciencias aún más de lo que lo hicieron hasta hoy y sólo si atendemos a la diversidad de problemas que enfrentarán los diversos sectores del pueblo, sólo si integramos a la ciudadanía a la resolución de los mismos será posible sostener la iniciativa en los próximos meses y años.
La victoria de Evo y un posible resultado positivo en las elecciones de Uruguay, plantean un punto de recomposición regional, pero las realidades del resto de la región distan de augurar en el corto plazo la unidad de las épocas del MERCOSUR
LA IDENTIDAD Y LA RESISTENCIA
El tercer triunfo tiene que ver con la identidad popular, con las subjetividades con las que han chocado una y otra vez los intentos neocoloniales, desde la libertadora al genocidio y las democracias condicionadas.
El Frente de Todos surgió de la recomposición del peronismo y su articulación con el resto de las expresiones nacionales y populares. Sin esta concurrencia de una cultura popular vigente, renovada en la generación que accedió a la política en los doce años de kirchnerismo, este proceso hubiera sido imposible.
Se trata así de un triunfo que reafirma al peronismo y a su vez lo trasciende. El “fin de las ideologías” con que Fucuyama convalidara aquel triunfo neoliberal “en las almas” anunciado por Tatcher fracasó en varios países, pero en pocos encontró tantos anticuerpos, tanta resistencia como en el nuestro.
Las dificultades que vemos en varios países hermanos para encarar la lucha por su soberanía y democracia se resumen en la falta de referencia política afirmada en su historia, con la falta de articulación y conducción política que esto genera.
Una tarea que Cambiemos se propuso y hoy ya en caída aún se propone pero mirando al futuro fue la destrucción del peronismo. Los setenta años a los que Macri, Peña y los suyos culpan de todos los males de la Argentina son los que van desde la irrupción del peronismo hasta la fecha.
A la vista de su triunfo en 2015 Macri y los suyos cayeron en el mismo error que Forbes con la vuelta de campana del menemismo en 1989. En aquel momento la revista de los empresarios del mundo le dedicó su tapa a la defección menemista equiparando con la caída del muro de Berlín lo que suponían la desaparición del peronismo, su conversión al credo neoliberal.
Catorce años después Néstor y Cristina vinieron a demostrar que la cultura peronista seguía viva, se renovaba en la sociedad y sus referencias políticas siempre de cara a convertir las aspiraciones y demandas populares en política de Estado.
Nos caemos y nos levantamos.
Esta vez fueron menos de cuatro años y ya estamos a las puertas de una nueva etapa, el pueblo y el Frente de Todos lo han conseguido.

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