lunes, 3 de noviembre de 2014

Portación de cara, de piel, en Belgrano


Tras varios días de lluvia todo en Buenos Aires es más complicado y lento. Así que voy atrasado a la sesión. Doblo en la esquina de El Ateneo y encaro Juramento.
La escena: unos 6 policías rodean a dos pibes, morochos, delgados, 15 ó 16 años, tal vez más, buena ropa.
Una llovizna muy fina, casi imperceptible, no parece afectar a nadie en el grupo.
El lugar, vereda sur de Juramento a la altura de "la redonda", la Parroquia de la Inmaculada Concepción, de la recova con sus boliches.   
Parece un típico procedimiento por portación de cara, color, aspecto. 

Vengo caminando desde la salida del subte, en Cabildo y los veo cuando estoy a 10 metros. Algo va a pasar. Y pasa.
Cuando estoy a un par de metros, el policía que esta junto al pibe más cercano le da una cachetada en la nuca. No es un gran golpe, no hay ruido ni queja, tampoco es un gesto de familiaridad. Es, eso sí un golpe. Un gesto para instalar una situación, definir una relación: pudo pegarte, ellos (los otros policías) no van a impedirlo. Es decir, su presencia convalida que puedo hacerlo, nadie nos mira y quien mire tampoco hará nada.
Ya estoy a la altura del grupo, me acerco al policía, tendrá unos treinta, rubio, cara colorada, algo excedido de peso.
Le digo "señor,  ¿cómo se llama?”
Me mira sorprendido "¿Por qué?”. "Porque Ud. le pegó a este pibe", contesto.
El "este pibe" me mira un momento y enseguida vuelve a ocuparse de los policías. Mira hacia abajo, pero está pendiente de ellos.
El policía responde "no le pegué". "Sí,  le pegó" insisto. Viendo por fin en lo que me estoy metiendo le hablo con lo que, creo, es una actitud de decisión:  "¿Cómo se llama Ud.? Trátelo como un ciudadano, es un chico, además,  no lo golpee".
"Hernán", contesta el rubio de cuello ancho, ahora un poco más rojo. El resto de los uniformados mira.
Hernán levanta una mano, cerca de la cara del pibe y trata de mostrarme un objeto de papel, algo entre un sobre y una bolsita. "¿Ud. Sabe que es esto?". Es un segundo, ya no tengo retroceso posible: "No me importa qué es. Me importa que le pegó. ¿Hernán qué?" insisto.
Acerco la cara al cartelito con el nombre que Hernán también me acerca para que lea: "H. Berger, sargento" se lee en imprenta y repito yo en voz bien alta. "Los vamos a llevar", agrega.
"Hagan lo que tengan que hacer, pero no los maltraten, no tienen derecho a hacerlo", me escucho decir.
Hernán se ve enojado, pero o agrega nada, el resto sigue en silencio, los pibes miran de reojo.
Yo ya estaba llegando tarde a mi destino, pasado el primer impulso no sabía cómo seguir, encima empiezo a dudar si les estoy haciendo un favor o no a los pibes.
Así que retomo mi camino, aun recomendando: "no les peguen, trátenlos bien". Llego a la esquina de la plaza y, seguro de que aún miran, saco el celular y finjo hablar mientras los miro y confirmo que llegaré tarde a la sesión.
Un par de ideas.
Una. El discurso de trato humano ha prendido en los grandes centros urbanos. Si tenés pinta de "pertenecer" (canas, años,  pinta de haber sido alguna vez rubio coloradón, sobre en mano con tablet) podés intervenir en situaciones así sin ir en cana y sin que saquen a golpes o empujones. La situación que uno querría que se extienda con cualquiera y en todas partes.
Otra. No tenía ni idea de adónde llamar y qué reclamar. Tal vez haya dónde, pero yo, un tipo que me considero disponiendo de una información mediana, no lo sé.
Otra. Caminaba bastante gente por esa vereda a pesar de la llovizna. Nadie se acercó. Dos pibes con pinta conurbana, en la zona de La inmaculada, están librados a su suerte
Otra más. No me queda claro que, no teniendo continuidad, una intromisión así ayude a los pibes. Llego a sesión pensando si en la seccional no los habrán golpeado por eso.
Otra y la última. Cómo se acostumbra uno a una relativa tranquilidad. Hace no muchos     años lo primero que hubiera hecho, lo que hay que hacer siempre, lo que hice  desde los 16, es preguntarles el nombre a los pibes.

Al volver ya no están, ni los pies nios policías.
En fin, que lo comparto porque es lo que me queda por hacer: que se conozca que un tal sargento de la federal Hernán Berger, con 5 policías más, tuvieron retenidos por menos de una hora, en una vereda de Juramento a dos pibes y que probablemente los hayan llevado a una seccional (por zona debe ser la 33, creo. La comisaría en que paró el patrullero hace 40 años y 15 días, con mi ex ex mujer, el  petizo y yo encapuchados y tirados en el piso, para que los canas hagan algún trámite y después nos llevaran a nuestro destino fijado: Coordinación Federal).
Tal vez alguien sepa cómo averiguar más. Yo intentaré