En conferencia de prensa, Estela de Carlotto informa con tanta emoción como prudencia, la restitución de identidad número 122.
Agrega que el nieto encontrado ha pedido paciencia de parte de sus
familiares aún no conocidos: "el tiempo en que se haga pública su
identidad lo va a determinar él”, cuando pueda “internalizar esta gran
noticia” que “conmueve a todos".
El micrófono circula y llega a un
familiar de quien aún no sabemos y quizá tampoco Él sabe, cuál será su
nuevo nombre tras cuarenta años de convivir con un nombre impostado.
Cuenta cómo la noticia volvió a reunir a la familia y concluye: "esta
historia tuvo un final feliz: saber que hay algo de Enriquito dando
vueltas en Córdoba".
"Enriquito", el hombre de cerca de cincuenta
años habla de un primo ya mayor, un adulto, pero sonríe con esa
ternura con que hablamos de un chico y dice "Enriquito".
Es lo que
nos pasa. Cada vez que hablamos de alguien, compañero, amiga, hijo,
hermana, madre, nieto, que fuera secuestrado por los perros del
terrorismo de Estado, restituimos a nuestro mundo a aquel que era, con
la edad que tenía en aquella época, con la que refrescan a cada momento
los relatos familiares, las fotos borrosas, los rostros que año a año
aparecen en cada reclamo sin que el paso del tiempo los alcance más allá
de nuestra esperanza y nuestra desesperación.
Lacras del Terrorismo de Estado, hechos imposibles de
integrar en nuestras vidas de otro modo que no sea alterando el curso de
los años, la sucesión de las generaciones, padres que renacen a
nuestras vidas por la recuperación de sus hijas e hijos, carne, calor de
los cuerpos, voces y presencias que una foto no puede suplir.
Tanto dolor colectivo e individual explican que aún sin poder recuperar a
Nélida y Enrique, aún cuando su hijo, su abuelo de 92 años y el resto
de sus familiares no podrán aliviar un solo un segundo de estos cuarenta
años de búsqueda, el hecho de recuperarlo y traer la verdad de su
identidad a nuestro mundo tiene algo de felicidad. No de final ya que
hay aún cuatrocientas identidades robadas por recuperar.
Enriquito, Enrique
Bustamante, al igual que su compañera Nélida García Soler, madre del
nieto 122 nacido en la ESMA, permanecen día a día sumidos en ese lugar
sin tiempo que conserva nuestra memoria, tan jóvenes como el "lobito" y
la "lobita" que fueran, cuando su militancia en Barracas fuera truncada
por un secuestro de Estado. Tan jóvenes como se los ve en las fotos que
presiden la conferencia de prensa, tan jóvenes como los veremos cuando
su hijo, el por ahora nieto 122, nos muestre sus retratos y Él parezca el padre de quienes en realidad lo engendraron.
Marina
Herrera Piñero, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, dirá unas horas
después en reportaje con Víctor Hugo, que más de cien personas concurren
por mes a la institución para dejar muestra genética.
Más de 1200
personas por año activan la búsqueda de identidad a 34 años del fin
cronológico de la dictadura. Cada una de ellas ejecuta, seguramente con
dificultad, con todo lo complejo que conlleva, un acto de resistencia y
reparación que habla de una sociedad capaz de gestar salud en medio de
las trazas del genocidio.
Una prima de Enrique fue a la Secretaría de Derechos Humanos en 2010 y de este modo se tuvo un primer registro de su secuestro. Y la historia siguió.
Bienvenido NIETO 122, las vidas de todas y todos son hoy un poco más plenas, a pesar de todos los pesares.
VOLVIMOS Y ES TIEMPO DE CONSTRUIR. En los peores días, este encabezamiento decía: "Gracias Flaco y Cristina por hacer lo que dijeron que iban a hacer y por parecerse tanto a lo que fuimos y somos. Intentamos un continente donde crecer con solidaridad, inclusión, diversidad, equidad y justicia. Esta contraofensiva de los poderes mundiales y las oligarquías locales podamos detenerla y retomar la gesta. Unidos pudimos hacerlo, unidos podemos repetirlo." AHORA ES TIEMPO Y LO HICIMOS RESISTIENDO
martes, 25 de abril de 2017
sábado, 15 de abril de 2017
Micaela García entre dos mundos
La esperanza
sucumbió ante la noticia. Micaela apareció
asesinada –“sin vida” relativizan hasta el hartazgo los medios- y todo nos
vuelve a instalar en estos días de penuria y bronca.
Pena porque
ya no tendremos entre nosotros a Micaela y todo lo que Ella significa aún para
quienes no la conocimos personalmente. Bronca porque su vida fue truncada,
bronca también al ver que los medios se lanzan a encastrar, en el rasti de sociedad que vienen armando, el
hecho de que una joven militante fue asesinada.
Y Gelblung y
Maia Ferro.
En un
reportaje Gelblung se refiere a Micaela García y algo se rompe en el ida y
vuelta de las palabras, algo se fractura en el devenir de las cosas, algo
falla. No cuaja, incluso en el terreno del discurso, que pueda producirse ese
encuentro entre una joven que hacía de su vida la construcción de un mundo
mejor y este personaje que fuera vocero de la dictadura genocida desde la
dirección de la revista "Gente" y hoy juega de comunicador de los
peores aspectos de nuestra sociedad.
Cuesta
escribir el nombre de Micaela en un mismo texto en que se cita a Gelblung y sin
embargo hay que adentrarse en ello: la perversión es una ruptura con la
afectividad y las reglas del convivir humano, pero se vale de las trazas de nuestra
afectividad y nuestro convivir para desarrollarse y avanzar sobre quien va a victimizar.
Hay, en el camino que encara Gelblung, algo de material para entender cómo
puede mofarse del crimen de Micaela otro personaje: Maia Ferro. Abogada,
profesora, ex funcionaria de la Jefatura de Gabinete de Ministros y actual del
Ministerio de Modernización.
En la
superficie, Gelblung avanza hacia lo más oscuro del sentido común imperante y
dice: “Por
un lado, está el degenerado de Wagner, y por otro, una chica que a las 5.20 de
la madrugada sale sola del boliche”. Sin hacer una segunda
lectura, queda claro que equipara el hecho inocente, de confianza en el prójimo
por parte de Micaela, con el ataque y asesinato que habría perpetrado Wagner.
Si quedara
alguna duda basta con detenerse en el remate de Gelblung: “Fueron mortales estas dos cosas.”
Cosas.
Ya no se trataría de que alguien, Micaela, sentía tal inclusión en el mundo y
tal pertenencia a su medio que se movía en ellos confiada, sin aprehensión.
Cosas.
Tampoco se trata de alguien, Wagner, que según los antecedentes no puede
vincularse más que haciendo del otro una víctima.
Cuando
se reduce lo uno y lo otro a “cosas” ya se los puede juntar, equiparar. Lo de
Micaela, su quehacer, en el discurso de Gelblung ya no resultaría loable, un
ejemplo para miles de jóvenes, una esperanza para una sociedad que está siendo
acorralada y comprimida hacia sus reacciones más primarias. Un cierto descuido,
irresponsabilidad, hasta el poco criterio de realidad desplazan aquello y
Micaela ya no sería una joven militante, sino “una chica” poco responsable. Lo
de Wagner, en cambio se tornaría, gracias a la operación igualadora de
Gelblung, en algo comprensible: se le brindó la oportunidad a “el degenerado” y
la aprovechó. Ahí estarían para
graficarlo los dichos de Echecopar, otro de los voceros de este nuevo viejo tiempo
en que quieren meternos: él habla de violaciones que se producen por
provocación de niñas.
Y
hay que superar la náusea, seguir adelante, ya que en esas pocas palabras, “a las 5.20 de la madrugada sale sola del
boliche”, Gelblung despliega el modelo de sociedad hacia el que tratan de
llevarnos hoy: una sociedad de la desconfianza, del temor, de la pérdida del
otro como semejante y su sustitución por el otro peligroso, enemigo, alguien a
quien evitar.
En
ese modelo la Patria ya no es el otro, sino la cápsula en la que tendríamos que
ir ensimismándonos mientras fuerzas cada vez más numerosas y represivas se
encargarían de protegernos, a la vez que se reapropian del espacio en que nos
habíamos acostumbrado, ese que nos hace mejores, plenos: el espacio público. Y hay
policías que rompen la autonomía en la Universidad de Jujuy, otros policías
apalean y lanzan gas pimienta a maestros en una plaza, otros que atacan un
comedor popular y provocan a una mujer la pérdida de su bebé en gestación, un
gobierno compra y trae al país las más sofisticadas tanquetas y armas
antipiquete, legisladores presentan proyectos de ley para crear y aumentar
penas a quienes se unan para reclamar.
La
frase de Gelblung, en sus pocas palabras, lo encierra todo: el supuesto peligro
de la nocturnidad (ya lo decía Duhalde, el de Kostecky y Santillán), el de
jóvenes haciendo su camino por su cuenta, el de un entorno social que nos expropian a fuerza de
demonizarlo, de acorralar a la población, de hacer la vida casi imposible. Nada
más eficaz para esto que expropiarte el mundo en el que por fin te sentías incluido.
Habría
que volver por un momento a Wagner o quienes pudieron ser sus cómplices.
Los
femicidios parecen multiplicarse. A juzgar por las repetidas imágenes de
inseguridad que pueblan la TV, uno podría suponer que cada día hay más hechos
violentos en todo el país.
Hay
profesionales que en tren de entender el origen de esta situación encuentran
una explicación que parece razonable: si aumenta la pobreza, más personas son
empujadas a delinquir, se crea un clima de violencia, se generalizan las conductas
antisociales.
Parece
razonable sí, pero se salta una cuestión: si ser pobre no implica, a pesar de
los Gelblung, Echecopar y otros, estar más cerca de una mentalidad antisocial.
¿Por qué el aumento de la pobreza va a explicar esta situación? ¿Por qué de
golpe más individuos acosados por sus monstruos interiores sobrepasan los
límites que la sociedad les presenta y agreden, someten, vulneran y/o matan?
Porque
algo está corriendo esos límites, algo o alguien está ampliando el espacio de
lo permitido. Mentiras pontificadas como
verdades, estafas que se muestran y a la vez se desmienten, justicia amigable
para poderosos e injusta para con los débiles, poderes que se usan en beneficio
propio, el lobo al cuidado de las ovejas. Y todo se muestra, se exhibe. Es la maldad insolente de la que hablaba Discépolo.
El
Estado, ese gran generalizador de normas y valores, lleva un año y medio
desplazando el límite de lo inmoral hacia un terreno en que lo perverso deja de
ser una ruptura con la convivencia y se constituye en una simple rareza.
No
son los pobres ni los que resisten los que están pervirtiendo este país, son
los que hacen del faltar a la palabra un quehacer cotidiano. Por eso estos
voceros Gelblung, Echecopar, se expresan sin tapujos. Es el gobierno el que les
está construyendo una realidad para que su discurso misógno, sucio,
maledicente, se torne aceptable.
Dos
sociedades aparecen en pugna también alrededor de este asesinato.
De
un lado esta corriente de destrucción de valores que acompaña y consolida el
despojo que van sufriendo nuestras mayorías populares.
De
otro, lo que surge en las palabras del padre de Micaela al recordarla: “Micaela
quería cambiar las condiciones para que no hubiera más necesidad de llevarle
una taza de leche a los nenes. Ella buscaba que los nenes tuvieran la opción de
elegir su futuro” (…) “Yo sé
muy bien cuál es el país que Micaela quería y vamos a trabajar el
doble para hacerlo realidad".
Dos modelos
y ningún puente entre ambos. La distancia es la misma que existe entre nuestra
Micaela y quienes se suben a su muerte para hacer de sus miserias el futuro de
todos.
Etiquetas:
asesinato,
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