Otra vez sin
ganas de irme a dormir mientras se viene la mañana del 24 de marzo, ya en 2014, a
38 años del golpe, les digo buen día a todas y todos.
Ayer, como cada año festejamos en familia el cumpleaños de Alexis, mi sobrino mayor, el que conocí a través de un vidrio de la mano de mi hermano, en las visitas en la cárcel de La Plata. Este año fue padre de Lola. Me cuenta después que con Érica se caían de sueño y Lola seguía despierta, los ojos ben abiertos, manos y piernas en movimiento, esa excitación que provoca en una bebé de un mes y días un festejo familiar.
Ayer, como cada año festejamos en familia el cumpleaños de Alexis, mi sobrino mayor, el que conocí a través de un vidrio de la mano de mi hermano, en las visitas en la cárcel de La Plata. Este año fue padre de Lola. Me cuenta después que con Érica se caían de sueño y Lola seguía despierta, los ojos ben abiertos, manos y piernas en movimiento, esa excitación que provoca en una bebé de un mes y días un festejo familiar.
No es la misma, pero siento algo de esa excitación de Lola al verificar que tras el paso de otro año, sigo
con toda la esperanza, las las ganas de que el mundo sea mejor y con la mejor disposición a
hacer algo por ello.
Tal
vez sea la inquietud que surge al querer compartir con tantos compañeros de la
vida este momento y saber que esos compañeros ya no están, que no conocieron a los que vinieron después de ellos, que ni siquiera
llegaron a ver cómo comenzaban a ser revindicadas sus vidas y cómo se empezó a
condenar a quienes las segaron para siempre.
Pienso
en el Negro Honores, en Analía y Manuel, en Marito y Ana, en Guillermo Barros,
el Chacho Camilion, Valentín, la Gordota, Susana, Tito, el Fedayín. Pienso en
los compañeros asesinados en Margarita Belén. Pienso en los que asesinaron en Trelew y velamos aquel día
en que la tanqueta entró derribando una pared en Avenida La Plata y a pesar de
ello nos sentíamos tan fuertes que entre el polvo y los gases queríamos seguir.
Y de hecho seguimos. Pienso en los que nunca conocí, en los que vi en la fotos cada año, en quienes murieron sin que nadie sobreviva para recordarlos.
Pienso que no alcanzarían estas redes virtuales de hoy para contar sobre
cada uno de ellos, sus sueños, su solidaridad de siempre, esa obcecada
persistencia en levantarse y seguir luego de cada caída.
Tal
vez baste con decir que todo lo que pasó en esta década, ya sea en lo que hace
a la inclusión, la ampliación de derechos, la soberanía, la reparación social,
los lazos regionales, todo encuentra su embrión en el proceso popular que vino
a interrumpir el golpe del 76. Todo se vaía fermentar en aquellos años.
Me
digo, siempre lo supe pero vinieron a confirmarlo estos últimos diez años, que nunca se trató de
irracionalidad, de falta de inteligencia, de nada inexplicable. Los asesinatos,
las torturas, los secuestros, la persecución y el encierro no fueron un salto
al vacío de un grupo de milicos y empresarios al que se sumó lo peor de algunos
sectores. No fue estupidez ni falta de miras, todo lo contrario: nuestra generación
era tan poderosa en su utopía. Eran tan grandes nuestros sueños y tanta la
voluntad de cumplirlos de modo colectivo que sólo el genocidio podía venir a
postergar se realización.
Como
cada noche previa al 24 desde el 2003, me digo que quienes sobrevivimos tenemos
una chance que pocas veces han tenido otras generaciones de cambio en otras
geografías y otros momentos de la historia: una segunda oportunidad. Hemos
conocido, nuestro pueblo ha pasado por la derrota en toda su dimensión de
pérdida y a pesar de ello la utopía sigue allá en el horizonte, supo renacer de
nosotros mismos, entre la mediocridad de quienes quisieron y aún quieren dejar
todo en el olvido, supo arrinconar a los genocidas, supo abrirse paso cuando
parecía que ya no quedaba más futuro que un país en ruinas, con nuestras gentes
vagando entre la decepción y el resentimiento.
Por un momento se me ensucian los recuerdos con la imagen de Menéndez o Bussi, sus voces reclamando en los juicios "¿cuándo se ha vista que los derrotados juzguen e los vencedores?". Me repito "NUNCA", los derrotados son ellos, hemos sobrevivido a pesar de todo lo perdido, son nuestros valores los que los llevaron a juicio y a la cárcel, los que los sumieron en el repudio.
Una
segunda oportunidad no sólo en el terreno de las ideas, de lo colectivo,
también en el íntimo de ver que muchos de nuestros hijos han ido eligiendo el mismo camino, aún a
sabiendas de las dificultades que eso entraña. ¿Qué mayor segunda oportunidad
que encontrarte compartiendo sueños con tus hijos?
Tal
vez sea que un poco de la reparación nos alcanza a cada uno, pero ya no extraño
a quienes no sobrevivieron con la desazón de los primeros años.
Por
momentos dialogo en mi imaginación con Manuel y le pregunto si esperaba que tal
o cual problema se resolviera del modo que lo hizo el gobierno, si alguna vez
esperó que nuestros pueblos alumbraran un Chávez, un Lula. Por momentos me
pregunto qué hubiera propuesto Valentín ante alguna de las dificultades que
enfrentamos estos años. Por momento he visto en el gesto de un hijo o una hija recuperados un gesto habitual de su madre o su padre. Por momentos he
visto en la mirada de Néstor y Cristina, en algunas de sus frases y
convicciones, en su también obcecada persistencia, el fuego que nos animaba en
aquellos años, el que nos anima todavía.
Me
digo que no es poca razón para celebrar otro 24 y renovar el compromiso.
Nos
vemos en la Plaza, en Espacio de la ´Memoria, tal vez en el intervalo, en algún boliche,
frente a un café o una cerveza, disfrutando esa extraña sensación de volver a
estar entre amigos que muchos volvimos a sentir desde 2003.
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