“Esta vez
es en serio / no estoy mintiendo / algo se prende fuego
pero esta vez el lobo esta acá
Se prende fuego mi pelo mi piano / mis discos la ropa y el perro,
puede ser que esta vez no sea cierto
pero siento como el fuego me quema por dentro (…)
Dame un
balde de agua o de arena / o pasame el
matafuegos
La Carta abierta #15 tiene el título de “La Patria en peligro”.
El llamado de atención no puede ser ignorado en
su dramatismo, en tanto es producido Carta Abierta, un emprendimiento consecuente en la prédica contra
el neoliberalismo y en favor del proyecto kirchnerista desde el mismo momento de
su fundación.
Repasemos la situación, tan compleja como
novedosa, que analiza la Carta #15 y que motiva el título en cuestión.
El gobierno, ante la caída de divisas producida
por diferentes factores –desde el boicot sojero exportador hasta el cuello de
botella que crea una expansión productiva aún muy dependiente de tecnología,
combustible y otros insumos del exterior- decide devaluar y a la vez toma una
serie de medidas que dificulten el traslado de esta devaluación a los precios
internos, de modo de proteger sueldos, activos en pesos, puestos de trabajo y el
resto de las vías por medio de las cuales los sectores populares participan del
producto global.
A esta primera novedad cabe agregar una segunda:
la medida es tomada por el gobierno tras una serie de rechazos públicos del
mismo a adoptarla, en una secuencia sólo similar a la que antecedió a una
medida del todo diferente: la Asignación Universal por Hijo.
También hubo algunas cuestiones que no son
novedad, maniobras y declaraciones provocadores y hasta golpistas desde la mesa
de enlace, la corporación mediática y parte de la oposición más recalcitrante,
mutismo y parálisis en el resto, una actitud expectante en la mayoría de la
población, sin corridas, sin protestas hacia el gobierno o empresas, sin
grandes modificaciones de los hábitos de consumo que se vienen reproduciendo en
la última década.
La situación se presta entonces a muchas
lecturas, todas condicionadas por una polaridad inevitable: 1- el gobierno abdicaría de su programa e
ideología inclusiva, distributiva y desarrollista y encara un ajuste que,
mediante el recorte de la participación social en la riqueza, libere fondos
para los negocios privados y corporativos ó 2- el gobierno emprendería una salida
diferente combinando diversas medidas para recuperar fondos que permitan
continuar desarrollando el país, evitar padecimientos y retrocesos de los
sectores populares. En mi apreciación
( no la de Carta), devalúa para
disminuir la presión sobre las reservas, mejorar las condiciones para exportar
y dificultar importaciones innecesarias, promueve los precios cuidados para evitar caída de la participación popular vía
consumo, promueve consensos productivos con corporaciones y empresas, negocia
con los sectores gremiales que no se disparen los reclamos salariales a cambio
de conservar empleo, actividad productiva, convoca a la militancia a controlar
precios y abastecimiento, y-este es
principal capital en juego- mantener la matriz, actitud y mensaje distributivo
e incluyente que caracterizaron a la gestión de gobierno durante la década.
Esto último es lo que –sin mucha intención de originalidad- designé como devaluación
con inclusión en lo que se percibe como un uso novedoso de aquella medida,
la devaluación, siempre orientada en Argentina a trasladar riqueza desde el
pueblo, sectores productivos, trabajadores, Estado y empresas nacionales, hacia
el sector financiero local e internacional, los dueños de la tierra,
exportadores, multinacionales, etc.
La decisión equivale a la ruptura de un nudo gordiano: se asume la necesidad de modificar la paridad dólar/ peso por las
debilidades propias de nuestro desarrollo dependiente y las dificultades para
modificarlas en estos diez años de reconstrucción, pero se decide resolverla
confrontando con toda posibilidad de distribución regresiva mediante el uso de la formidable herramienta con la que el
pueblo y su referencia política más genuina cuentan en este momento: el
gobierno popular abocada a la conducción del Estado con una identidad definida.
De los dos actores que disputan en esta contienda es el gobierno el que reafirma su posición ante propios y ajenos en una actitud
que no reconoce muchos antecedentes en nuestra historia.
Ahora bien, siempre que esto pasó - el asedio granburgués, las dificultades financieras, la defección de la oposición
democrática, las movidas de precios- a una actitud decisiva del gobierno en
favor del pueblo se sucedía un golpe, cívico militar y/o económico y/o retirada
temprana de aquel mismo gobierno.
No es éste el caso, las decisiones tomadas tienden a aliviar la situación y permitir la continuidad de las políticas
generales de gobierno.
Las señales de los diferentes actores sociales y políticos, la evolución de producción, consumo y relaciones intersectoriales,
muestran una tendencia a estabilizar la situación sin cambiar la genética del
gobierno y sin que los sectores más recalcitrantes puedan profundizar su acción
desestabilizadora y la búsqueda de sectores que los acompañen en la aventura.
Como si todos hubieran leído a Gramsci, la mayoría tiende a coincidir en que si
algo no los expresa de conjunto es la destrucción de un modelo que durante una
década les permitió prosperar en un marco de paz relativa inédito.
Con este marco general, no hay modo de hablar con propiedad de Patria en peligro. Lejos
de ello lo que todos los sectores afines al gobierno debiéramos resaltar que
otra vez ha sabido resolver una situación compleja y difícil. Si la patria
estuviera en peligro, no se hubiera desactivado este nudo de contradicciones
mediante medidas burocráticas y acuerdos de cúpulas, con el bajo nivel de
acción militante, además, que ha caracterizado a este verano de planteos
policiales y cortes de energía.
La Patria
estará en peligro y esa vez y no esta será en serio, si la derecha se adelanta a nuestra acción de organizar y movilizar la acción popular
y logra en cambio conformar un bloque empresarial, político y social lo
suficientemente fuerte como para impedir que continúe el proceso de inclusión y
desarrollo y desalojarnos definitivamente del gobierno.
Esta vez no es posible para ellos y hay que reconocerle a Cristina y su
equipo que cuentan con la lucidez y el temple necesarios para seguir adelante
sin lanzarse ni a confrontaciones imposibles ni a retiradas con ruido de
chancleta.
Está
en kirchneristas y demócratas en general, militantes y organizaciones, acertar
las formas y los modos de arrimar cada vez más comprensión y protagonismo
social a esta disputa que no habrá de cesar porque no cesarán espontáneamente
el capitalismo, los hábitos depredadores de viejos y nuevos dueños de la
tierra, bancos y monopolios. Ni cesan ni cesarán las pretensiones legítimas de
ciudadanía, mejor vivir e inclusión de nuestra gente.
Tampoco
es pertinente, saldado lo de la Patria
y el peligro, comenzar a analizar
esta situación, en el primer párrafo del documento, desde la confrontación de
un grupo de empresas con un gobierno.
En
primer lugar porque no es habitual la identificación de los pueblos con
quienes, legítimamente o no, se victimizan sino con quienes se sobreponen a la
adversidad. Claro que para el gobierno es difícil, duro y las multinacionales y
dueños de la tierra siempre juegan sucio. Pero el pueblo, su mayoría, está con
el kirchnerismo porque desde 2003 viene mostrando que es capaz de liderar
enfrentamientos posibles con esos sectores del privilegio y que es capaz de rescatar
riqueza para el pueblo, recuperar futuro, familia, derechos, para vivir mejor,
tener más capacidad de reclamo, lograr una institucionalidad menos excluyente.
El peronismo, antes que un relato de sufrimiento es un relato de rebeldía, sueños,
esperanza, de decisión de ir por más. Por eso renace una y otra vez en la
conciencia de nuestro pueblo y genera experiencias como la que hoy vivimos.
En
segundo lugar, una cosa es resistirse a una medida o a una batería de ellas y
no implementarlas hasta no haber analizado todas las posibilidades, otra que te
impongan lo impropio. Una decisión forzada
-que es con lo que comienza la Carta #15- hubiera sido devaluar sin más y que el pueblo
soporte las consecuencias de un Estado no ausente sino cómplice. Nada más
alejado de la actitud de Cristina y el gobierno.
En
tercer lugar porque en una coyuntura como la actual, con la mayoría del pueblo
expectante y poco inclinado a movidas sin destino cierto, es necesario
sintonizar finamente con sus percepciones y aspiraciones, medir cada consigna, cada mensaje atendiendo a
que aporten la mayor claridad y acierten en el mayor interés de nuestra gente. También a que aumenten la credibilidad y convocatoria de cada espacio organizado. No es el caso. Si ésta es una Patria en peligro ¿qué decir de enero del ‘76,
julio del ’55, diciembre del 2000, por ej.?
El
resto del texto de la Carta 15 se deriva necesariamente de aquella
caracterización (la Patria en peligro)
y de esta percepción (la de un gobierno
en retroceso).
Luego
es inevitable que de ambos errores se deriven voluntarismos incongruentes con
aquellas apreciaciones. Por ejemplo, creer que en un proceso de
condicionamiento como el que detallan, el gobierno podría avanzar en el
control de divisas y del comercio exterior más de lo que lo viene haciendo y
que podría implementar medidas que –valiosas y necesarias en el largo plazo-
implicarían una transformación institucional aún muy alejada de las
preocupaciones e intereses de nuestro pueblo.
Dicho
de otro modo, tenemos lo que tenemos, un gobierno a favor del pueblo, logros
incorporados a la cultura popular, una decisión que vuelve a romper los moldes
neoliberales y una elección presidencial a dos años vista.
La
Carta #15 dice que este proceso no tiene dueños. Es cierto, pero tuvo y tiene
una conducción y un gobierno que lo vino ejecutando, construyendo consensos y multiplicando
convocatoria social. Está en cada uno reforzar lo necesario para seguir
adelante con errores y aciertos después
del 2015 o suponer terminada la experiencia. Nada en el ánimo de nuestro
pueblo sugiere lo segundo. Esa es siempre la voz que hay que saber escuchar a tiempo.
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