Viendo la maravillosa serie documental "ATLÁNTICO SUR en Canal Encuentro, me entero
que los yamanas llamaban a la Isla de los Estados Chuanisin, "isla de la
abundancia" .
Si uno viera ese lugar con ojos de gente urbana de hoy,
probablemente pensaría en otras cosas antes que en abundancia:
desolación, paisaje desconocido, clima hostil, aislamiento.
Muchas
cosas cambiaron entre aquella cultura y la nuestra. Dos, creo, son las
principales.
- Para una comunidad que solo buscaba lo que necesitaba
para vivir y prosperar como tal, caza para abrigo y alimento, refugio
natural, agua potable, algún vegetal, minerales para sus arrestos
artísticos, esto que brindaba la isla era LA abundancia.
En una cultura como la capitalista,
en la que todo es ajeno, salvo para una minoria, unos nos matamos
trabajando para acceder a lo que siempre parece poco, otros acumulan y
explotan porque siendo propietarios de casi todo, también todo les
parece poco. Quien explota, quien es explotado, ni uno ni otro puede
sentir la abundancia más que en momentos fugaces. Nada más efímero que
la satisfacción, la sensación de estar frente a la abundancia. Esa es
una de las diferencias.
- La otra diferencia: ningún fenómeno natural,
ningún artificio técnico, sacaron a aquellas comunidades de su
convivencia con la abundancia. Fue el genocidio perpetrado por gentes
empujadas al límite del mundo para sobrevivir, proveedores lejanos de
aquellos que se apropiaron de todo en sus tierras de origen. Un poco
fueron matanzas acometidas para convertir en desierto lo que no era
desierto, apropiar de este modo aquello que ya pertenecía a pueblos que
se exterminaba. Otro poco fue exterminio de los animales de que vivían
los originarios: lobos de dos pelos, peces, ballenas, pingüinos. Lo que
alimentaba a una familia entera por semanas eran dos pesos en el
bolsillo de los que cazaban para las factorias de aceite o los
comerciantes de pieles.
La mayor parte de quienes poblamos la Argentina
somos descendientes de gente de trabajo, originaria y europea. La gran
mayoria.
Pero todos convivimos con trazas de genocidios que reviven y
merodean de época en epoca. A veces como angustia, fantasmas
inexplicables, a veces como nuevas matanzas: la colonia, la triple
infamia, la "campaña al desierto", la semana trágica, los fusilados de
la Patagonia, el Proceso.
Es entre tanto sufrimiento perpetrado y
silenciado que se tejió esta barrera entre los contemporáneos y su
posibilidad de ver en aquellas tierras más que pintoresquismo y disfrute
estético.
La abundancia ya no es ni siquiera una ilusion a nuestro
alcance.
No hay comentarios:
Publicar un comentario