El COVID19 y su incidencia en la subjetividad colectiva
En los últimos días, el próximo anuncio
oficial sobre la estrategia contra el COVID19, sumado a las ansiedades que
despiertan la amenaza de viral y el aislamiento social, se han expresado en
cifras que trascienden la de contagios, decesos y recuperaciones de cada día.
Los modelos matemáticos suelen tener
efectos no previstos. Alegría para los optimistas, angustia para los
pesimistas, falsas realidades para quienes desesperan por certezas. De
instrumento de trabajo sobre situaciones concretas pueden devenir en anclas
para el pensamiento agotado. Los modelos se basan siempre en algo ya
comprobado, salvo en aquello que nos distingue a los humanos: resolver de modo
nuevo lo que aparece como imposible.
La propuesta es revisar algunas
previsiones, supuestos, motivaciones en pugna y sus consecuencias, tanto
actuales como futuras en nuestra acción respecto a la pandemia.
Tenemos por ejemplo un ánimo social
acuciado por una masiva invasión de lo real en su sentido más preciso: “eso”, el COVID 19, en la imposibilidad,
hasta reforzada por la distancia de los cuerpos, de instalarlo en lo simbólico
en un modo que habilite un manejo colectivo y singular. Necesidad de hacerlo
más que la sombra que acecha más allá de las paredes de nuestras casas, algo más
que los dos metros donde se fortalece lo invisible justo en una sociedad que
transcurre sus quehaceres y vínculos en el contacto de los cuerpos, el abrazo y
la mirada, el gesto que precisa y hasta cambia el sentido de cada frase. Que
sea algo más que el hablar plano de la mayor parte de los medios y esa, su
vaciedad, que contribuye a llenar de oscuridad aquella amenaza, lo poco que del
COVID19 podemos someter en nuestra subjetividad.
Sobre esa fisura emergen dos
afirmaciones. Una lleva a lo general lo que por ahora es una relativa buena
noticia mientras navegamos en dos, tres, cuatro dígitos: los casos de infección
se duplican al cinco de mayo cada aproximadamente veinte días. La otra, puesta
en circulación mundial pero en
referencia a Alemania, por la canciller Merkel ha llegado ahora a Argentina: habría
que esperar que un setenta por ciento de la población se infecte por COVID19
antes de fin de año.
Sin cruzar ambas afirmaciones se deriva
en que, llegados a ese número (¿cuál?) de infectados, estaríamos por fin
deteniendo el curso de la pandemia en nuestro país. Una progresión menos difundida,
pero seguramente revisada por el equipo que asesora al gobierno, rescata lo que
hasta ahora es sólo observación de corto plazo. Cuando el número de casos en un
país alcanza a las 500/ 600 personas infectadas por cada 100000 habitantes (5,
6/1000), la pandemia parece ralentizarse, los nuevos casos decrecen. No hay
certeza aún respecto a la estabilidad o persistencia de esa tendencia.
Interés social e intereses particulares respecto a la pandemia
Por detrás de algunas previsiones
matemáticas, como barrera contra la búsqueda de alternativas, se invoca el
fantasma del crack económico, la caída en una pendiente tal que, según quien la
aborde, llevaría a la hambruna y peores males que la pandemia misma y / o exigiría
sacrificios a los que nuestra ciudadanía no estaría dispuesta, aún a sabiendas
que puede reducir sustancialmente lo que se prevé una mortandad y morbilidad
inéditas. Interesante que economistas y sucedáneos dediquen más tiempo a
reclamar por medidas que son del orden sanitario (“levanten la cuarentena”, “flexibilicen
la cuarentena”, “tal o cual sector padece esto”, “quedará un trauma") que
a proponer lo suyo: cómo garantizar disponibilidad de producción básica, lo
indispensable para un periodo de supervivencia.
Interesante también el fenómeno
mediático: mientras diferentes encuestas confirman una alta aceptación de la
cuarentena, diferentes lobbies “pro salida” ven potenciado su reclamo muy por
encima de su necesidad y de su número real. El efecto de la cuarentena, la
curva de casos “planchada” es usado en beneficio de relativizar el riesgo de
contagio a la vez que se crean pronostican, sin rigor profesional alguno,
efectos dañinos para la subjetividades por causa del encierro.
Lo único demostrado hasta aquí es
que la distancia social y el aislamiento domiciliario reducen los contagios, dan
tiempo a mejorar la oferta sanitaria y a crear hábitos de cuidado y que el
encierro familiar no agrega a las identidades y los vínculos preexistentes más
que las posibilidad de construir entre todos formas de defendernos mejor. El resto
de las cuestiones vinculares más negativas, están tan teñidas por el fantasma
del contagio, la morbilidad y la muerte, que resultaría aventurado asignarle
como causa general la convivencia forzosa.
Las cifras y la acción política y sanitaria
Volvamos a los números. Somos en
total unos 45 millones de personas quienes habitamos la Argentina. El setenta
por ciento de ese total suma 31,5 millones de personas.
Quedan, hasta fin de año, 240 días,
esto es, 34 semanas. En estos días se verifica la duplicación de casos de contagio
cada veinte días.
Hablamos, en un proceso ascendente y
en parte acumulativo, que de sostenerse en el tiempo nos llevaría a 9800 casos
en veinte días, 19600 en cuarenta, 312800 en ciento veinte días. Continuando
con esa proyección, estaríamos en 1251100 en ciento sesenta, 20000000 al
treinta de diciembre, el 70% de nuestra población infectada pasada la primera
semana de enero de 2021.
Puede suceder, dado el ingreso del
COVID en los sectores más postergados, que la duplicación se produzca en menos
tiempo, por ejemplo, en diez días. Esto
nos daría los 9800 casos en diez días, 19600 en veinte, 312800 en sesenta. 1251100
a fines de julio, el 70% de nuestra población pasada la primera semana de
setiembre de 2020.
Está, por otra parte, lo que se
difunde en estos días, respecto a que nuestro gobierno aspira a limitar la
duplicación al menos a periodos de veinticinco días. El setenta por ciento se
proyectaría entonces a marzo de 2021.
Si cruzamos con la ralentización aun
no explicada que se repite en más de un país, al llegar al 5 ó 6/1000 de la
población, es decir entre 225000 a 270000 en nuestro caso, esa ralentización nos llegaría a mediado de
agosto según la tendencia actual de duplicarse el número de contagios cada
veinte días. A fines de junio, principios
de julio si se acelerara a duplicarse cada diez días. A mediados de setiembre
si se cumplieran los deseos.
Cierto que hay que descontar las
personas recuperadas. Pero aun haciendo el recorte de recuperados y el de
personas fallecidas, también esperando una ralentización “espontánea” en algún
punto de nuevos contagios, nuestra capacidad de aislamiento de casos podría colapsar
aún con estas progresiones, la de internación en terapia, ídem.
Este proceso, esta evolución de la pandemia, no puede entonces ser “acompañada”
ni atendida con medidas leves. Debe ser obstaculizada por todos los medios
posibles. Dicho de otro modo, la administración de la pandemia es poner todos
los obstáculos posibles y más al avance de los contagios.
Y si se esperan costos sociales y políticos de una estrategia de este
tipo, habrá que convocar a la sociedad a esta gesta, la
que por ahora sólo asoma su parte más leve, a un sacrificio por salvar cientos
de miles de compatriotas. La madre de aquel, el abuelo de éste, la vecina del piso de arriba, el hijo mayor
de…
Los riesgos y la veracidad:
cómo consolidar la capacidad social e individual de enfrentarlos
Consideremos la relación mortalidad/ casos en el mundo: aproximadamente
7%. En EEUU 6.4%, en España e Italia más del 10%, en Francia casi 20%. Sólo Alemania y Rusia sitúan esta relación por
debajo del 5%.
Actualmente estamos en el 5.3% en la Argentina. Pero comenzamos a pasar
una línea que necesitábamos no atravesar o hacerlo lo más tarde posible: desde
los sectores altos y medios el COVID19 ingresó a los barrios de pobreza
extrema, caso villas 31 y 1-11-14. También a los geriátricos. Las autoridades
nacionales han lanzado en CABA una intervención sanitaria conjuntas que,
esperamos sea capaz de comprender y
resolver las carencias y cuestiones culturales que favorecen la aceleración de
los contagios, es de prever que esa situación marche a complicarse. La
inclusión de profesionales de trabajo social y la acción directa en el terreno
de equipos interdisciplinarios es indispensable para modificar el curso que ha
tomado la epidemia en estos barrios y para prevenir que no se proyecte a otros.
Volviendo a la relación casos/ fallecimientos, con la actual, con un
nivel de aislamiento no menor, si la “ralentización” no se produjera o fuera
pasajera y en un proceso contínuo, sin periodos de reducción importantes,
tendríamos al momento del 70% aproximadamente 1600000 personas fallecidas. En
una relación similar a la de la de EEUU, 2200000, y colapsando (caso Italia,
España) los números en gráficos rondarían los tres millones.
Estaríamos hablando de más bajas que la suma de todas nuestras guerras,
pero producidas en un período sólo superior
al de Malvinas. Una catástrofe humanitaria sumada a una fractura en la
conciencia colectiva y efectos en las subjetividades singulares que hoy por hoy
resulta imposible analizar en todas sus consecuencias.
Si el curso de la pandemia pudiera predecirse del modo unívoco e
inamovible que se sustenta en la teoría del 70% con plazo fijo, habría que
concentrar la labor de salud a preparar a la sociedad para ese evento aún más duro
que el día a día de contagios, padecimientos y muertes actual y a la vez alentar
a todas y todos a sostener la vida y actividades cotidianas a pesar de ese
porvenir luctuoso. En las guerras, ese sostén
tiene que ver con lo que se defiende,
pero también con el daño que se inflige al enemigo. Atento a que la previsión atada al 70% se confirme y
nada surja antes desde lo inmunitario o lo farmacológico, hay que trabajar sobre
la comunidad y sus subgrupos en el rescate y la consolidación de su capacidad
de defensa frente a una agresión imposible de erosionar que multiplica día a
día el daño que causa.
Esta acción, asentada sobre la labor interdisciplinaria y que reconozca
la necesidad de actuar respecto a la salud mental de nuestra población con la
misma intensidad y recursos profesionales que los empleados respecto a
detección, investigación y asistencia médica y social, tiene un necesario punto
de partida: avanzar a presentar a toda la población, de un modo accesible a las
diferentes identidades, crudo y comprensible, de los reales riesgos que se
avecinan.
En la comunicación con la comunidad hay que separar las necesidades
preventivas y asistenciales de todo lo que no resulte esencial, incluido lo que
aparece hoy como acuciante desde, por ejemplo, el punto de vista económico pero
no resulte esencial para sobrevivir en los meses venideros. Seguir sosteniendo lo recreativo o lo corporativo
en un mismo plano que el salvar vidas, contribuye a la negación del riesgo real
que enfrentamos y el sacrificio que nos pide.
El sentido común nos lleva a suponer que cuanto mayor es el peligro
para nuestra salud o la vida, más fácil resultaría que la sociedad, los grupos
sociales, cada persona, reaccionen hacia la mejor defensa contra ese peligro. La
conciencia social, como la singular, no funciona así.
En realidad, la tendencia respecto a problemas que aparecen como
imposibles de enfrentar, por caso el COVID19, es la negación, sea por la vía de
no pensarlo, sea por la vía de anteponer otras cuestiones como más importantes,
sea por la vía de resignarse a lo inevitable, sea por la vía de instalarse en
rutinas que permitan no pensar en la amenaza, se por la combinación de varias
de estas “salidas” con una consecuencia cierta: La mayor exposición al peligro.
En este caso al contagio y su transmisión a otros.
Tan importante como los dos metros, el aislamiento domiciliario, la higiene
básica, es contar con el aporte subjetivo que los hizo posibles en la acción de
decenas de millones durante este tiempo. Es lo que hay que marchar a consolidar
junto y con el mismo esfuerzo que dedicamos a camas, espacio de aislamiento, respiradores, etc.
Lo hecho en mes y medio de
contención de la pandemia
Podemos plantearnos de modo sencillo qué experiencia hemos recogido de
nuestros cuarenta y pico días de cuarentena y de la información que vamos
recibiendo del resto del mundo.
Los países en los que se subestimó la virulencia de la pandemia vieron
un panorama de enfermedad y muerte inéditas a la vez que entraron a la
pendiente de una crisis económica sin final a la vista. En esos casos, salvo
los EEUU y Brasil, el resto tuvo que tomar medidas de aislamiento frente a una
ola de contagios ya desatada. De todos modos y aún con una cotidianeidad de
fosas comunes, atención restringida a los casos más leves por falta de equipo,
planteles de trabajadores de salud diezmados, esas medidas tardías de
aislamiento se verificaron como efectivas, tanto para ralentizar el avance del
COVID como para sostener cierto animo social
Donde se priorizo atender al posible el “crack económico" considerándolo
más riesgoso que la evolución del COVID (EEUU,
Brasil), los muertos se cuentan por decenas de miles, hay saturación de la
demanda sanitaria, se multiplican las aduanas y bloqueos internos, mientras la
desocupación se cuenta en millones y, en
EEUU, sólo una inversión estatal inédita permite mantener alguna
actividad productiva. Va de suyo que son los trabajadores de estos sectores
activos los que pagan con sus vidas la salida “económica” decidida por Trump.
Donde se adoptaron restricciones fuertes apenas producidos los primeros
casos (podemos tomarnos como ejemplo) la epidemia evoluciona de manera
contenida y buena parte de los casos responden, antes que al curso “normal"
de la infección, a situaciones que pueden y deben evitarse.
Los grandes nichos propicios para la pandemia
Objetivo central: Consolidar la actitud de defensa y compromiso de
nuestra población. Despegarnos por esa vía del 70% y de las cifras inevitables
y reducir casos, casos agudos y muertes por todas las vías posibles.
Un cuarto de las infecciones fueron importadas, por repatriación de argentinas
y argentinos en el exterior. Ya hay
experiencia suficiente para evitar repetir esto, mediante cuarentena total controlada.
Se podrían sumar, sin índice cierto, una buena parte de infecciones producto
del contacto no cuidado de estas personas y una circulación relacionada del COVID19 de la que sólo emergen los casos
que hacen síntoma.
Un quince por ciento a mediados de abril, no actualizado a la fecha, de
infecciones en personal de salud. Tampoco tenemos información precisa del
número de contagios que se iniciaron en el contacto con estas personas, pero
por su labor podemos suponer que ha sido significativo Con entrenamiento
obligatorio intensivo y equipamiento adecuado esta forma de transmisión puede reducirse al mínimo. Se apunta aquí una
vía de reactivación productiva que el gobierno ya inició: conveniar con
empresas que puedan reconvertir su producción a la elaboración o confección del
material sanitario indispensable.

Los espacios de pobreza extrema. Era uno de los puntos de
multiplicación más previsibles. Por hacinamiento, por labores en condiciones de
alta exposición, por falta de servicios básicos, por imposibilidad de acceder a
provisión mínima sin salirse de la cuarentena. Pero también por la cultura de
sobrevivencia, consistente en el vínculo directo y estrecho entre personas y
familias que les garantizó atravesar las peores crisis compartiendo todo.
El “me quedo en el barrio" fue un punto de inicio creativo y
necesario como alternativa al imposible “me quedo en casa". Pero la última
semana viene a confirmar lo que se anticipó: la entrada del virus a una casa en
estos barrios abre la puerta a contagios múltiples. Se impone un programa de
rescate de estos barrios y villas. Provisión de servicios en el lugar desde el
agua y el gas, incluida la garrafa social, hasta los cajeros móviles. Equipos
de salud rotativos y accesibles. Reubicación de familias en hoteles en los
casos que resulte imposible el aislamiento. Derivación inmediata, garantizada con móviles y personal
en guardia cercana permanente, de casos sospechosos y, por supuesto, de
contagio comprobado. Provisión de alimentos y lo indispensable vía comedores y espacios comunitarios donde haya,
vía directa hasta que se constituyan, allí
donde no. Al mismo tiempo, fumigación, descacharreo, etc, por el dengue, al menos en
AMBA y otras zonas.
Se puede ver en términos de números: quince infectados es, mínimo, una
terapia intensiva y respirador, en muchos casos seguido de muerte. Es un costo mayor
que el de las medidas preventivas, que aportan menor morbilidad y mortalidad, mejoran
en la calidad de vida de los sectores más expuestos, reducen los conflictos en
un momento en que la calma y paciencia resultan un capital inapreciable.
El transporte público. Es probablemente el espacio más propicio para la
multiplicación de contagios. Las medidas directas –número de pasajeros,
preparación y limpieza de los vehículos, cuidado y rotación de los conductores-
son importantes pero muestran ser poco elásticas al aumento de la circulación
de personas. Si se considera activar áreas de producción y servicios es
necesario generar una alternancia de horarios que elimine los “horarios pico”
En suma, lo que muestran los hechos hasta aquí es que:
-
La cuarentena temprana y sostenida
ha sido eficaz y lo muestra la evolución de la pandemia hasta hoy.
-
Una parte importante de los
contagios no tuvo relación directa con la medida general sino con nichos de exposición
que pueden resolverse
-
Los efectos de la estrategia pueden
potenciarse hacia una ralentización de los
contagios y un mayor aplanamiento de la curva atendiendo los nichos descritos.
-
Con menor contagio, menor riesgo
de colapso del sistema de salud, menor morbilidad, menor mortalidad, más tiempo
ganado hacia la producción de una solución
inmunitaria y/ o medicamentosa.
-
Cada excepción debe analizarse
antes que nada en términos de riesgo. La experiencia social es que es mucho más
complejo y costoso retroceder en una “apertura” que sostener una restricción.
-
Las dificultades para el
sostenimiento social y político de la cuarentena no son equivalentes a la
catástrofe previsible si ese sostenimiento no se produce.
-
La comunicación basada en la
defensa de la vida y el cuidado entre pares y desde el Estado es estratégica,
pero en tanto avanzamos hacia una fase de grandes números y situaciones agudas
es necesario anticipar qué costos tendría no mantener las restricciones y
comunicar en términos de sacrificio colectivo o pérdidas colectivas.
-
La acción destinada fortalecer la
capacidad de defensa subjetiva de nuestra comunidad es indispensable para que
el resto de las medidas aporten a su consenso activo.
-
Esa es la elección: alguna
carencia y las dificultades del encierro o la pérdida de nuestros seres
queridos, de nuestra vida, el debilitamiento de la comunidad de la que formamos
parte.
-
En todos los casos tiene que
quedar claro que la política de reducir pérdidas humanas al mínimo es razón de
Estado.