domingo, 31 de mayo de 2020

LA MUERTE DE ARAMBURU Y LA VERDAD EN LA HISTORIA


En un texto titulado "La muerte de Aramburu, asesinato o ajusticiamiento", que publica Página 12 este 1 de junio, José Pablo Feinmann propone la ardua tarea de discernir este dilema a partir de considerar la existencia de dos verdades, la de Aramburu y los suyos y la de Montoneros..
Si se tratara de un análisis literario diría que esta bien escrito.
Si me atuviera a lo filosófico, como sé que Feinmann sabe que quién dijo que la verdad es una construcción de poder fue Nietzsche, me preguntaría por qué desplaza la autoría a Foucault. 
Tal vez justificar la duda entre las eternas "dos campanas" que van de punta a punta del artículo y que motivan y motivaron todos los tropiezos de este hombre, hasta el de hacerse reportear en La Nación justo en el momento en que arreciaba la catarata oligarca contra la entonces presidenta Cristina y decir en el reportaje que a Él "también lo inquietaba el origen de la fortuna de la presidenta" (sic).
Pero no se trata sólo de literatura y filosofía. 
La muerte de un dictador, cuya dictadura no nació de la nada sino de una historia y de acontecimientos -Tupac Amaru asesinado tras ver asesinar a toda su familia, Dorrego mandado a fusilar por otro asesino, la cabeza de Chacho también asesinado, clavada en una pica como ejemplo, nuestros originarios arrasados por el genocidio en todas partes, pero el acontecimiento, extenso fue "La campaña..." y la Liga Patriótica, los fusilamientos de la Patagonia, las bombas en Plaza de Mayo, el bombardeo, todo eso es más que literatura y es más que Filosofía. Es política.
La libertadora no sólo nació con esa genética: la aconteció y Aramburu, uno de los pocos sin antecedentes familiares en los acontecimientos previos (por caso los Menéndez, los Toranzo), fue el vértice de la misma. Y una de las consecuencias, también políticas, de ese acontecimiento fue que una buena parte de quienes teníamos cinco o diez años en el 55, crecimos convencidos de la imposibilidad de tener democracia con el golpismo impune. Y sucesivos golpes nos lo fueron confirmando.
Pero además, como otra historia también aconteció, diez años de escuchar, repetir y vivir que la Patria es el pueblo, sus trabajadoras y trabajadores, sus familias, que la República radicaba en ellos, una buena parte de esa generación crecimos disputando por recuperar ese estado de cosas. Y la respuesta era la persecución, la cárcel, la desaparición, el asesinato y nada de institucionalidad democrática.

Aconteció, Feinman lo sabe, la anulación del triunfo de Framini, el derrocamiento de Frondizi, el títere Guido, el derrocamiento de Illia, de tal modo que quienes nacimos en el ´50 votamos por primera vez en 1973 y en un par de meses estábamos eligiendo nuevo gobierno. Después de Ezeiza.
Volvamos a la propuesta de José Pablo ¿Cómo justificar que hay dos verdades cuando una se construye asesinando, saqueando y oprimiendo al pueblo a través de siglos?
Y vuelvo conque José Pablo Feinman silencia a Nietsche y vaya a saber por qué hace una interpretación ramplona de Foucault en eso de las verdades. Si, como dice Nietsche, la verdad es una construcción de poder, el discurso de quien ataca a las mayorías no puede ser reconocido como verdad por quien forma parte de ellas y quiere aportar a construir su verdad.
No es casual que enredado en el juego de palabras que él mismo creó, José Pablo concluya en que si la verdad es una construcción de poder y el poder se expresa en el diario La Nación, en los medios dominantes, la verdad es su verdad. Pues no. Mitre lo tenía más claro: "tribuna de doctrina". Ni formar, ni mucho menos buscar la verdad. El objetivo de La Nación como el de todo medio de comunicación es construir un discurso que legitime su poder, su relación con los bienes, su lugar en la distribución de la riqueza, no "la verdad".
Y la disputa política es en parte, con Perón, antes con Marx, eso. 
La verdad adquiere sustancia moral porque expresa el mejor sentido de la vida humana. Nada más lejos de ella que la oligarquía, sus modos criminales y su rapacidad fundante.
Yendo a otra dimensión del conocimiento, se puede decir que el perverso tiene un discurso coherente, incluso en épocas donde la perversión se adueña de lo público su discurso es funcional y en parte prospera sobre el discurso neurótico. No es allí, en su mera lógica, donde radica su inmoralidad, su oposición a lo socialmente aceptable, sino en que para su deseo no existe límite posible, menos la consideración del otro, de sus derechos. Suponer la verdad en el discurso oligárquico equivalente a suponer una verdad en el perverso. Sólo si elimino mi consideración hacia el otro, el bien común en este caso, puedo entrar en ese cotejo, pero ya quedé capturado por lo perverso.
¿Significa esto que todo lo que se hace en nombre del pueblo aporta a la verdad en el sentido de avanzar hacia concretar su poder? Para nada. Sólo resulta así si expresa y realiza lo que el pueblo está dispuesto a llevar adelante por sus derechos e intereses. Si no lo logra, será un error y puede resultar hasta trágico.
Ahora, ya situados en el terreno de lo político, expresados nuestra identidad e intereses es que estamos en el terreno en que puede analizarse la muerte del dictador cobarde, vendepatria y asesino Aramburu sin hacer equilibrio en un contrapunto impropio con sus modos, su pensamiento o su moral. 
Murió a causa de los mecanismos de impunidad que lo precedieron, que él perfeccionó y que le permitieron seguir en libertad sin que la justicia lo convocara por sus crímenes.
Murió por el "acontecimiento" golpe de Estado contra Perón y el pueblo, que se erigió como forma de resolver toda contienda política desde el poder oligárquico hasta 1983 y que se alzaba como un muro insalvable para las generaciones que llegaban a la madurez en esos años obligados a una vida de cuartel mafioso después de una niñez de derechos y promesa de futuro venturoso. 
Salvo excepciones, la militancia de aquellos años era toda entrega y humanidad, nadie festejaba la muerte ni la posibilidad de gestarla. Su muerte, por fin, fue la mano del estado de cosas que él había creado junto a la mafia uniformada forzando que otras manos lo mataran. 
Desde su nacimienot como Nación los EEUU contemplan el levantamiento del pueblo contra un poder dictatorial. Es justo, pero crea un nuevo problema. ¿Quién ejecuta ese levantamiento?¿Quién con justicia puede alzarse en armas? 
Nunca está construida la verdad de estos hechos antes que se realicen y se erijan como historia. Esta es la sustancia del discurso de Fidel ante el tribunal que lo juzgaba. Cuba libre fue verdad.
Pero quienes nos involucramos en la disputa política lo hacemos como todo ser político: construyendo nuestro lugar desde el pueblo como verdad y reportándonos a su consideración que es la única habilitada a recrear o rechazar esa verdad.

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