viernes, 8 de mayo de 2020

La cuarentena y el recurso social y comunitario


El COVID19 y su incidencia en la subjetividad colectiva
En los últimos días, el próximo anuncio oficial sobre la estrategia contra el COVID19, sumado a las ansiedades que despiertan la amenaza de viral y el aislamiento social, se han expresado en cifras que trascienden la de contagios, decesos y recuperaciones de cada día.
Los modelos matemáticos suelen tener efectos no previstos. Alegría para los optimistas, angustia para los pesimistas, falsas realidades para quienes desesperan por certezas. De instrumento de trabajo sobre situaciones concretas pueden devenir en anclas para el pensamiento agotado. Los modelos se basan siempre en algo ya comprobado, salvo en aquello que nos distingue a los humanos: resolver de modo nuevo lo que aparece como imposible.
La propuesta es revisar algunas previsiones, supuestos, motivaciones en pugna y sus consecuencias, tanto actuales como futuras en nuestra acción respecto a la pandemia.
Tenemos por ejemplo un ánimo social acuciado por una masiva invasión de lo real en su sentido más preciso: “eso”, el COVID 19, en la imposibilidad, hasta reforzada por la distancia de los cuerpos, de instalarlo en lo simbólico en un modo que habilite un manejo colectivo y singular. Necesidad de hacerlo más que la sombra que acecha más allá de las paredes de nuestras casas, algo más que los dos metros donde se fortalece lo invisible justo en una sociedad que transcurre sus quehaceres y vínculos en el contacto de los cuerpos, el abrazo y la mirada, el gesto que precisa y hasta cambia el sentido de cada frase. Que sea algo más que el hablar plano de la mayor parte de los medios y esa, su vaciedad, que contribuye a llenar de oscuridad aquella amenaza, lo poco que del COVID19 podemos someter en nuestra subjetividad.
Sobre esa fisura emergen dos afirmaciones. Una lleva a lo general lo que por ahora es una relativa buena noticia mientras navegamos en dos, tres, cuatro dígitos: los casos de infección se duplican al cinco de mayo cada aproximadamente veinte días. La otra, puesta en circulación  mundial pero en referencia a Alemania, por la canciller Merkel ha llegado ahora a Argentina: habría que esperar que un setenta por ciento de la población se infecte por COVID19 antes de fin de año.
Sin cruzar ambas afirmaciones se deriva en que, llegados a ese número (¿cuál?) de infectados, estaríamos por fin deteniendo el curso de la pandemia en nuestro país. Una progresión menos difundida, pero seguramente revisada por el equipo que asesora al gobierno, rescata lo que hasta ahora es sólo observación de corto plazo. Cuando el número de casos en un país alcanza a las 500/ 600 personas infectadas por cada 100000 habitantes (5, 6/1000), la pandemia parece ralentizarse, los nuevos casos decrecen. No hay certeza aún respecto a la estabilidad o persistencia de esa tendencia.      
Interés social e intereses particulares respecto a la pandemia
Por detrás de algunas previsiones matemáticas, como barrera contra la búsqueda de alternativas, se invoca el fantasma del crack económico, la caída en una pendiente tal que, según quien la aborde, llevaría a la hambruna y peores males que la pandemia misma y / o exigiría sacrificios a los que nuestra ciudadanía no estaría dispuesta, aún a sabiendas que puede reducir sustancialmente lo que se prevé una mortandad y morbilidad inéditas. Interesante que economistas y sucedáneos dediquen más tiempo a reclamar por medidas que son del orden sanitario (“levanten la cuarentena”, “flexibilicen la cuarentena”, “tal o cual sector padece esto”, “quedará un trauma") que a proponer lo suyo: cómo garantizar disponibilidad de producción básica, lo indispensable para un periodo de supervivencia.
Interesante también el fenómeno mediático: mientras diferentes encuestas confirman una alta aceptación de la cuarentena, diferentes lobbies “pro salida” ven potenciado su reclamo muy por encima de su necesidad y de su número real. El efecto de la cuarentena, la curva de casos “planchada” es usado en beneficio de relativizar el riesgo de contagio a la vez que se crean pronostican, sin rigor profesional alguno, efectos dañinos para la subjetividades por causa del encierro.     
Lo único demostrado hasta aquí es que la distancia social y el aislamiento domiciliario reducen los contagios, dan tiempo a mejorar la oferta sanitaria y a crear hábitos de cuidado y que el encierro familiar no agrega a las identidades y los vínculos preexistentes más que las posibilidad de construir entre todos formas de defendernos mejor. El resto de las cuestiones vinculares más negativas, están tan teñidas por el fantasma del contagio, la morbilidad y la muerte, que resultaría aventurado asignarle como causa general la convivencia forzosa.   
Las cifras y la acción política y sanitaria
Volvamos a los números. Somos en total unos 45 millones de personas quienes habitamos la Argentina. El setenta por ciento de ese total suma 31,5 millones de personas.
Quedan, hasta fin de año, 240 días, esto es, 34 semanas. En estos días se verifica la duplicación de casos de contagio cada veinte días. 
Hablamos, en un proceso ascendente y en parte acumulativo, que de sostenerse en el tiempo nos llevaría a 9800 casos en veinte días, 19600 en cuarenta, 312800 en ciento veinte días. Continuando con esa proyección, estaríamos en 1251100 en ciento sesenta, 20000000 al treinta de diciembre, el 70% de nuestra población infectada pasada la primera semana de enero de 2021.
Puede suceder, dado el ingreso del COVID en los sectores más postergados, que la duplicación se produzca en menos tiempo, por ejemplo, en diez días.  Esto nos daría los 9800 casos en diez días, 19600 en veinte, 312800 en sesenta. 1251100 a fines de julio, el 70% de nuestra población pasada la primera semana de setiembre de 2020.
Está, por otra parte, lo que se difunde en estos días, respecto a que nuestro gobierno aspira a limitar la duplicación al menos a periodos de veinticinco días. El setenta por ciento se proyectaría entonces a marzo de 2021.
Si cruzamos con la ralentización aun no explicada que se repite en más de un país, al llegar al 5 ó 6/1000 de la población, es decir entre 225000 a 270000 en nuestro caso,  esa ralentización nos llegaría a mediado de agosto según la tendencia actual de duplicarse el número de contagios cada veinte días.  A fines de junio, principios de julio si se acelerara a duplicarse cada diez días. A mediados de setiembre si se cumplieran los deseos.
Cierto que hay que descontar las personas recuperadas. Pero aun haciendo el recorte de recuperados y el de personas fallecidas, también esperando una ralentización “espontánea” en algún punto de nuevos contagios, nuestra capacidad de aislamiento de casos podría colapsar aún con estas progresiones, la de internación en terapia, ídem.
Este proceso, esta evolución de la pandemia, no puede entonces ser “acompañada” ni atendida con medidas leves. Debe ser obstaculizada por todos los medios posibles. Dicho de otro modo, la administración de la pandemia es poner todos los obstáculos posibles y más al avance de los contagios.
Y si se esperan costos sociales y políticos de una estrategia de este tipo,  habrá  que convocar a la sociedad a esta gesta, la que por ahora sólo asoma su parte más leve, a un sacrificio por salvar cientos de miles de compatriotas. La madre de aquel, el abuelo de éste,  la vecina del piso de arriba, el hijo mayor de…
Los riesgos y la veracidad: cómo consolidar la capacidad social e individual de enfrentarlos
Consideremos la relación mortalidad/ casos en el mundo: aproximadamente 7%. En EEUU 6.4%, en España e Italia más del 10%, en Francia casi 20%. Sólo  Alemania y Rusia sitúan esta relación por debajo del 5%.
Actualmente estamos en el 5.3% en la Argentina. Pero comenzamos a pasar una línea que necesitábamos no atravesar o hacerlo lo más tarde posible: desde los sectores altos y medios el COVID19 ingresó a los barrios de pobreza extrema, caso villas 31 y 1-11-14. También a los geriátricos. Las autoridades nacionales han lanzado en CABA una intervención sanitaria conjuntas que, esperamos sea capaz de  comprender y resolver las carencias y cuestiones culturales que favorecen la aceleración de los contagios, es de prever que esa situación marche a complicarse. La inclusión de profesionales de trabajo social y la acción directa en el terreno de equipos interdisciplinarios es indispensable para modificar el curso que ha tomado la epidemia en estos barrios y para prevenir que no se proyecte a otros.
Volviendo a la relación casos/ fallecimientos, con la actual, con un nivel de aislamiento no menor, si la “ralentización” no se produjera o fuera pasajera y en un proceso contínuo, sin periodos de reducción importantes, tendríamos al momento del 70% aproximadamente 1600000 personas fallecidas. En una relación similar a la de la de EEUU, 2200000, y colapsando (caso Italia, España) los números en gráficos rondarían los tres millones.
Estaríamos hablando de más bajas que la suma de todas nuestras guerras, pero producidas en  un período sólo superior al de Malvinas. Una catástrofe humanitaria sumada a una fractura en la conciencia colectiva y efectos en las subjetividades singulares que hoy por hoy resulta imposible analizar en todas sus consecuencias.
Si el curso de la pandemia pudiera predecirse del modo unívoco e inamovible que se sustenta en la teoría del 70% con plazo fijo, habría que concentrar la labor de salud a preparar a la sociedad para ese evento aún más duro que el día a día de contagios, padecimientos y muertes actual y a la vez alentar a todas y todos a sostener la vida y actividades cotidianas a pesar de ese porvenir luctuoso. En las guerras, ese sostén  tiene que  ver con lo que se defiende, pero también con el daño que se inflige al enemigo. Atento  a que la previsión atada al 70% se confirme y nada surja antes desde lo inmunitario o lo farmacológico, hay que trabajar sobre la comunidad y sus subgrupos en el rescate y la consolidación de su capacidad de defensa frente a una agresión imposible de erosionar que multiplica día a día el daño que causa.
Esta acción, asentada sobre la labor interdisciplinaria y que reconozca la necesidad de actuar respecto a la salud mental de nuestra población con la misma intensidad y recursos profesionales que los empleados respecto a detección, investigación y asistencia médica y social, tiene un necesario punto de partida: avanzar a presentar a toda la población, de un modo accesible a las diferentes identidades, crudo y comprensible, de los reales riesgos que se avecinan.
En la comunicación con la comunidad hay que separar las necesidades preventivas y asistenciales de todo lo que no resulte esencial, incluido lo que aparece hoy como acuciante desde, por ejemplo, el punto de vista económico pero no resulte esencial para sobrevivir en los meses venideros.  Seguir sosteniendo lo recreativo o lo corporativo en un mismo plano que el salvar vidas, contribuye a la negación del riesgo real que enfrentamos y el sacrificio que nos pide.     
El sentido común nos lleva a suponer que cuanto mayor es el peligro para nuestra salud o la vida, más fácil resultaría que la sociedad, los grupos sociales, cada persona, reaccionen hacia la mejor defensa contra ese peligro. La conciencia social, como la singular, no funciona así.
En realidad, la tendencia respecto a problemas que aparecen como imposibles de enfrentar, por caso el COVID19, es la negación, sea por la vía de no pensarlo, sea por la vía de anteponer otras cuestiones como más importantes, sea por la vía de resignarse a lo inevitable, sea por la vía de instalarse en rutinas que permitan no pensar en la amenaza, se por la combinación de varias de estas “salidas” con una consecuencia cierta: La mayor exposición al peligro. En este caso al contagio y su transmisión a otros.  
Tan importante como los dos metros, el aislamiento domiciliario, la higiene básica, es contar con el aporte subjetivo que los hizo posibles en la acción de decenas de millones durante este tiempo. Es lo que hay que marchar a consolidar junto y con el mismo esfuerzo que dedicamos a camas,  espacio de aislamiento, respiradores, etc.
Lo hecho en mes y medio de contención de la pandemia
Podemos plantearnos de modo sencillo qué experiencia hemos recogido de nuestros cuarenta y pico días de cuarentena y de la información que vamos recibiendo del resto del mundo.
Los países en los que se subestimó la virulencia de la pandemia vieron un panorama de enfermedad y muerte inéditas a la vez que entraron a la pendiente de una crisis económica sin final a la vista. En esos casos, salvo los EEUU y Brasil, el resto tuvo que tomar medidas de aislamiento frente a una ola de contagios ya desatada. De todos modos y aún con una cotidianeidad de fosas comunes, atención restringida a los casos más leves por falta de equipo, planteles de trabajadores de salud diezmados, esas medidas tardías de aislamiento se verificaron como efectivas, tanto para ralentizar el avance del COVID como para sostener cierto animo social
Donde se priorizo atender al posible el “crack económico" considerándolo más riesgoso que la evolución  del COVID (EEUU, Brasil), los muertos se cuentan por decenas de miles, hay saturación de la demanda sanitaria, se multiplican las aduanas y bloqueos internos, mientras la desocupación  se cuenta en millones y, en EEUU, sólo  una inversión  estatal inédita permite mantener alguna actividad productiva. Va de suyo que son los trabajadores de estos sectores activos los que pagan con sus vidas la salida “económica” decidida por Trump.
Donde se adoptaron restricciones fuertes apenas producidos los primeros casos (podemos tomarnos como ejemplo) la epidemia evoluciona de manera contenida y buena parte de los casos responden, antes que al curso “normal" de la infección, a situaciones que pueden y deben evitarse.
Los grandes nichos propicios para la pandemia
Objetivo central: Consolidar la actitud de defensa y compromiso de nuestra población. Despegarnos por esa vía del 70% y de las cifras inevitables y reducir casos, casos agudos y muertes por todas las vías posibles.
Un cuarto de las infecciones fueron importadas, por repatriación de argentinas y argentinos  en el exterior. Ya hay experiencia suficiente para evitar repetir esto, mediante cuarentena total controlada. Se podrían sumar, sin índice cierto, una buena parte de infecciones producto del contacto no cuidado de estas personas y una circulación relacionada  del COVID19 de la que sólo emergen los casos que hacen síntoma. 
Un quince por ciento a mediados de abril, no actualizado a la fecha, de infecciones en personal de salud. Tampoco tenemos información precisa del número de contagios que se iniciaron en el contacto con estas personas, pero por su labor podemos suponer que ha sido significativo Con entrenamiento obligatorio intensivo y equipamiento adecuado esta forma de transmisión  puede reducirse al mínimo. Se apunta aquí una vía de reactivación productiva que el gobierno ya inició: conveniar con empresas que puedan reconvertir su producción a la elaboración o confección del material sanitario indispensable.
Los espacios de pobreza extrema. Era uno de los puntos de multiplicación más previsibles. Por hacinamiento, por labores en condiciones de alta exposición, por falta de servicios básicos, por imposibilidad de acceder a provisión mínima sin salirse de la cuarentena. Pero también por la cultura de sobrevivencia, consistente en el vínculo directo y estrecho entre personas y familias que les garantizó atravesar las peores crisis compartiendo todo.
El “me quedo en el barrio" fue un punto de inicio creativo y necesario como alternativa al imposible “me quedo en casa". Pero la última semana viene a confirmar lo que se anticipó: la entrada del virus a una casa en estos barrios abre la puerta a contagios múltiples. Se impone un programa de rescate de estos barrios y villas. Provisión de servicios en el lugar desde el agua y el gas, incluida la garrafa social, hasta los cajeros móviles. Equipos de salud rotativos y accesibles. Reubicación de familias en hoteles en los casos que resulte imposible el aislamiento. Derivación  inmediata, garantizada con móviles y personal en guardia cercana permanente, de casos sospechosos y, por supuesto, de contagio comprobado. Provisión de alimentos y lo indispensable vía  comedores y espacios comunitarios donde haya, vía directa hasta que se constituyan, allí  donde no. Al mismo tiempo, fumigación,  descacharreo, etc, por el dengue, al menos en AMBA y otras zonas.
Se puede ver en términos de números: quince infectados es, mínimo, una terapia intensiva y respirador, en muchos casos seguido de muerte. Es un costo mayor que el de las medidas preventivas, que aportan menor morbilidad y mortalidad, mejoran en la calidad de vida de los sectores más expuestos, reducen los conflictos en un momento en que la calma y paciencia resultan un capital inapreciable.
El transporte público. Es probablemente el espacio más propicio para la multiplicación de contagios. Las medidas directas –número de pasajeros, preparación y limpieza de los vehículos, cuidado y rotación de los conductores- son importantes pero muestran ser poco elásticas al aumento de la circulación de personas. Si se considera activar áreas de producción y servicios es necesario generar una alternancia de horarios que elimine los “horarios pico”
En suma, lo que muestran los hechos hasta aquí es que:
-          La cuarentena temprana y sostenida ha sido eficaz y lo muestra la evolución de la pandemia hasta hoy.
-          Una parte importante de los contagios no tuvo relación directa con la medida general sino con nichos de exposición que pueden resolverse
-          Los efectos de la estrategia pueden potenciarse hacia una ralentización  de los contagios y un mayor aplanamiento de la curva atendiendo los nichos descritos.
-          Con menor contagio, menor riesgo de colapso del sistema de salud, menor morbilidad, menor mortalidad, más tiempo ganado hacia la producción de una solución  inmunitaria y/ o medicamentosa.
-          Cada excepción debe analizarse antes que nada en términos de riesgo. La experiencia social es que es mucho más complejo y costoso retroceder en una “apertura” que  sostener una restricción.
-          Las dificultades para el sostenimiento social y político de la cuarentena no son equivalentes a la catástrofe previsible si ese sostenimiento no se produce.
-          La comunicación basada en la defensa de la vida y el cuidado entre pares y desde el Estado es estratégica, pero en tanto avanzamos hacia una fase de grandes números y situaciones agudas es necesario anticipar qué costos tendría no mantener las restricciones y comunicar en términos de sacrificio colectivo o pérdidas colectivas.
-          La acción destinada fortalecer la capacidad de defensa subjetiva de nuestra comunidad es indispensable para que el resto de las medidas aporten a su consenso activo.
-          Esa es la elección: alguna carencia y las dificultades del encierro o la pérdida de nuestros seres queridos, de nuestra vida, el debilitamiento de la comunidad de la que formamos parte.
-          En todos los casos tiene que quedar claro que la política de reducir pérdidas humanas al mínimo es razón de Estado.




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