viernes, 24 de marzo de 2023

MEMORIA: LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO


DOLOR, ESPERANZA, MEMORIA Y ANTICIPACIÓN

Dylan Thomas murió en 1953. Tenía 39 años.
Difícil saber si su poema "Y la muerte no tendrá dominio", publicado en 1933, habla de la guerra reciente y la por venir. Pero poco importa.
El poema, rescatado hoy por Maria Giufra y posteado por Hugo Saidón, habla de mis compañeras y compañeros de los '70, de los hijos, las nietas, los hermanos, las madres secuestradas y asesinadas por la dictadura, habla del hoy y habla del mañana.
Dylan Thomas, con sólo diecinueve años supo decir sobre los monstruos que se desplazaban en lo fantasmático, bajo la superficie de la sociedad la que le tocó vivir, prestos a multiplicarse y renacer una y otra vez al influjo del manejo humano de la muerte dentro de su propia especie.
También supo percibir la tozudez de la búsqueda humana de la vida, las vidas de los nuestros, aún  después de que esas vidas fueran segadas sin que haya más remedio material que el ejercicio de nuestra memoria la búsqueda incansable de la verdad y de algo esquivo y siempre limitado: la justicia.
Thomas no conoció a Azucena, ni a Hebe, ni a Estela ni a Tati, ni a los pibes, ni a las compañeras y compañeros que traemos a la vida en nuestra búsqueda, en los relatos, las fotos, los pequeños recuerdos.
Vivirán la gaviotas, las estrellas y la luna poniente, amarán sin cesar los amantes, silbarán los vientos, seguirán la locura y la cordura y las margaritas y no sucumbirá el sol porque millones hacemos a cada momento que la muerte, aunque inevitable, no logre tener dominio.

Y LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO
Dylan Thomas
(Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell)

Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio

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