"¿Cuál es el tipo de “otro” que configura Javier Milei en su discurso?"
Un amigo y colega me convoca y desafía con esta pregunta a
raíz de una charla que tuvimos sobre la gestualidad y los arranques de ira del
candidato de LLA en los momentos en que su mirada se aparta de todos los
presentes y se dirige, gritos mediante, a veces también con su cuerpo, hacia un
espacio vacío.
No hay modo de hablarle al otro sin decir sobre uno mismo y
no hay modo de hacerlo sin proponer un tipo de vínculo.
Cada vez que Milei habla del “otro”, habla del mismo modo: no hay nada en su palabra que salga de un modelo en el que hay sólo dos lugares posibles y sólo un modo de relación: la del amo y el sometido.
¿Quién entonces está en ese lugar vacío hacia el que Milei grita e insulta cuando algo, sea en TV sea en otros medios, no se ajusta a sus decires e ideas?
Estamos nosotros, el pueblo todo, los que instalamos la
legitimidad de que haya dos candidatos sujetos a votación. Si para el candidato
no hay Estado ni comunidad como referencia, los otros que nos desplazamos fuera
de las coordenadas amo/sometido en que discurre Milei, todas y todos aquellos
que no repetimos al pie de la letra su guion. Somos un "otro" que irrumpe
como una molestia, una carga, algo no puede estar porque en cuanto aparece con
sus particularidades, “impide” su pretendida libertad de dibujar un mundo único,
la cuestiona o la relega.
Su “otro” ideal remite a un clon, alguien que quiera lo
mismo que él, que piense igual y en el que toda diferencia deba ser anulada,
borrada o desaparecida, agresión verbal mediante. De allí la violencia discursiva, los ataques a
todo lo que instale un reconocimiento de pares.
Todo esto sería una cuestión que sólo le incumbe a él y sus
cercanos si Milei no estuviera en el lugar político en el que lo coloca su
candidatura a la autoridad presidencial.
Entonces ¿Cuál es el modelo de vínculo que prefigura Milei?
Cuando Milei nos dice que consulta con su perro ya muerto
nos relega a todos los interlocutores al lugar de ese perro, a quien dice amar,
pero lo reestablece vía clonación, un procedimiento destinado a evitar la
irrupción de diferencias.
En el mismo lugar sitúa a lo femenino en relación a lo
masculino o lo infantil en relación a lo adulto y es habitual sus metáforas ubiquen
a la autoridad del lado del abusador. No
hay amor sino uso, dado que no hay paridad sino jerarquías, no hay mandato de
convivencia sino satisfacción de quien se cree el elegido.
Podría dar lugar a confusión cómo expresa Milei su vínculo
con su hermana, respecto a la cual él es quien quedaría como el perro domesticado
(Karina, a quien identifica como Mesías, retrocediendo él al lugar del divulgador).
No hay pares en esta construcción subjetiva sino jerarquías
y la estructura vertical a la que refiere: el orden de la manada.
Este orden puede invertirse mientras se mantengan formas
jerárquicas. Otra vez, el caso de su hermana a quien llamaba "el
jefe" (no la jefa) o ahora el de Macri post primera vuelta, respecto a
quienes Milei queda subordinado.
No se trata de un mero ejercicio intelectual, sino del hecho
que nuestro país, nuestra sociedad y nuestra cultura inclusiva, fundada en la
búsqueda del bien común, están expuestos a la posibilidad de que ejerza la
máxima autoridad alguien que sólo tiene como norte su propia ocurrencia.
Mario Burgos. Psicoanalista, psicólogo comunitario,
Co-coordinador de la subcomisión de Salud Mental del Instituto PATRIA
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