Dos- Veinte años después veo en el plasma de un bar la “cobertura” que el Canal 26 hace del Tsunami. Las cámaras de seguridad de un supermercado y las acudidas del terremoto. Estantes, góndolas, luminarias, las mismas cámaras, vibran. En pocos segundos los empleados corren hacia las góndolas. Con sus manos y cuerpos tratan de evitar la caída de botellas y frascos. Una mujer corre y rompe la uniformidad de reacciones. Al parecer corre hacia el exterior. Los empleados siguen sosteniendo las góndolas sin poder evitar que varias botellas caigan. Una mancha del color del vino se va extendiendo en el piso. Voz en off de un periodista en el canal: “¡qué reacción ordenada! No sé si definirlo como positivo o no, pero los empleados en vez de huir trataron de minimizar los destrozos”.
Uno + dos- Hace 20 años Ubaldini sabía que sus días al frente de la central obrera estaban tan contados como las conquistas populares. En la CGT se multiplicaban las conversiones al neoliberalismo, las privatizaciones, la flexibilización. El desguace del Estado y el desempleo pasaban a primer plano Él no tenía la fuerza ni los argumentos para enfrentar el debate que le proponía el mayor publicista del menemismo, vocero de un empresariado que veía la posibilidad de recuperar en democracia a las facilidades de explotación que le diera la dictadura. Pero Ubaldini no se hacía vocero de la pretensión de Neustadt. Su respuesta elíptica evitaba cuestionar nuestras tradiciones democráticas, la identidad ciudadana y política que el pueblo fue adquiriendo en la lucha por sus derechos. A la vez, trazaba una línea sin decirlo: allá no sé cómo será, pero acá el empresariado tiene que saber que el pueblo no va a colaborar para que lo reduzcan a servidumbre. Si no puede avanzar resiste y cuando avanza va por lo suyo, incluso por el Estado.
En pleno 2011, a propósito del Tsunami, la TV, los noticieros, nos proponen dudar entre el valor de dos botellas de vino y el de una persona. Resaltan como virtud que haya trabajadores sometidos hasta el punto de poner la mercadería por encima de su vida e ignoran la conducta más saludable –la de la mujer que huye- aún a sabiendas que eso es lo que harían ellos en una situación similar:: buscarían un lugar para protegerse. En medio del formidable proceso de construcción de ciudadanía, de recuperación de derechos civiles, sociales y laborales que vivimos en Argentina, los animadores, noteros y zocaleros siguen emitiendo el mensaje de Neustadt, voceros de un empresariado sin obligaciones sociales, con desprecio por la vida del trabajador, del sometimiento de lo humano a la mercancía.
Tres- Tras la primera explosión en la central nuclear Fukushima. Página 12 consulta a diferentes especialistas sobre la existencia de centrales nucleares en un .lugar expuesto a frecuentes terremotos,
Algunas respuestas: “Lo que pasa es que Japón no tiene otra alternativa. No tiene hidroelectricidad, no tiene carbón, no tiene gas, no tiene petróleo, ¿qué hace? Tiene que importar toda la energía que necesita para la inmensa cantidad de población e industria que tiene. Es una elección difícil”. (Yo me pregunto ¿Difícil para Japón? ¿Para la Yakuza?¿Para la gente?¿para las megaempresas?)
Más: “Japón tiene normas sismorresistentes muy observadas y, de cualquier lugar del mundo en donde ocurriera la misma catástrofe, seguramente son los japoneses quienes menos impacto social sufrirían”, “(…) el territorio de Japón está expuesto a vibraciones del terreno inducidas por sismo de cuidado, porque está instalado en un borde de placa,(…)”. “Los japoneses no tienen muchas opciones del dónde, pero sí del cómo, y son de las sociedades más preparadas para el problema sísmico, que debe ser encarado de manera preventiva, aunque ante un tsunami no hay construcciones sismorresistentes que sirvan.” (Yo me pregunto: ¿seguro? ¿no? ¿qué?¿entonces?)
Javier Rodríguez Pardo, fundador del Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH), contestó: “Me asombra que haya casi 50 reactores nucleares en un país con sismos”. Su Movimiento, con apoyo de ciudadanos y organizaciones lleva décadas impidiendo que se concrete el proyecto de basurero nuclear en Gastre. (¡Ahí vamos!)
Se han construido más de 50 reactores nucleares en el país de los crímenes de Hiroshima y Nagasaki, en un país que prácticamente tiene cimientos de merengue. Algunos al alcance de Tsunamis cuando cualquier experto sabe que existe el riesgo de que se produzcan allí. En tanto, en una zona que seguramente no será adecuada pero presenta menos fenómenos sísmicos en milenios que Japón en siglos, los argentinos hemos impedido que se construya un basurero nuclear.
¿Somos desordenados? ¿Dudamos de nuestras normas? No, simplemente los negocios no han llegado aún a imponerse tanto sobre los derechos de nuestra población como para que corporaciones, Estado y “expertos” nos coloquen al borde del suicidio colectivo sin que nos movamos para impedirlo. .
Cuatro- El embajador argentino en Japón, Raúl Dejean Rodríguez, resaltó que Japón tiene un pueblo “disciplinado, muy obediente y que sigue las instrucciones de la autoridad, lo que contribuyó a que la situación fuera manejable. Son distintos a nosotros, en el sentido de que el latino se expresa de más, hace ver mucho más sus sentimientos y el japonés es una persona mucho más reservada, aunque obviamente hay consternación” por lo sucedido”.
Por suerte, debiera decir muestro embajador, nuestro pueblo se expresa de más: No sólo nos oponemos a lo que puede hacernos mal cuando lo conocemos, sino que hacemos lo imposible para impedir que los poderosos lo hagan igual, vamos contra los gobiernos cuando descubrimos que están en contra nuestro, nos jugamos todo cuando sentimos que gobiernan en nuestro favor, tratamos incluso de hacer que nuestros reclamos se conviertan políticas de Estado. Afortunadamente, a pesar de todos los intentos de disciplinamiento encarados por sucesivos dueños de la Argentina, hemos guardado un resto de rebeldía suficiente como para hacer fracasar una y otra vez propuestas de orden basadas en nuestro sometimiento. Tras los genocidios del Paraguay y la Patagonia, que tuvieron como beneficio diezmar y disciplinar a la población rural en beneficio de los nuevos terratenientes, se necesitaron más de cien años para que otro gobierno genocida embarque a nuestro pueblo en una guerra. En la mitad de ese tiempo, los señores feudales primero, los barones de las industrias de guerra y el emperador después, masacraron una y otra vez al pueblo japonés enviándolo a guerras expansionistas con Rusia, China, Corea hasta que, tras desarrollar una versión propia del fascismo se aliaron con Hitler y Mussolini para llevar a millones de japoneses a morir peleando contra el resto del mundo. Esa es la matriz de la disciplina y de la –me asquea que alguien pueda suponer que es una virtud- obediencia del pueblo japonés. Como también son disciplinados sus gobernantes, pero no en el sentido democrático que se esperaría de autoridades electas, sino en relación a los grupos económicos que se consolidaron durante y después del dominio estadounidense. Por eso tienen más de 50 reactores nucleares en donde no debiera haberlos, energía indispensable para un modelo a la medida del empresariado, un modelo tan sólido en sus intereses que es aceptado por “expertos” geólogos o economistas aunque sea contradictorio con los fundamentos de sus disciplinas.
El 24 de febrero de 1947, el presidente Perón proclama los derechos del trabajador en un acto organizado por la CGT. ¡En el Teatro Colón! En el mismo año, en Japón iniciaban su reconstrucción de posguerra. Preocupados por el peligro ruso, los EEUU promueven el desarrollo de empresas locales y asociadas a empresas estadounidenses en el marco de lo que luego se afirmaría como categoría: una total flexibilización laboral. La disciplina de la guerra iba ser sustituida por la disciplina fabril, en el marco e un modelo económico funcional a los EEUU y la casta dirigente. El proceso no fue automático: miles y miles de despidos durante las huelgas de los obreros de la Toyota llevarían a la nueva etapa disciplinaria. ¿Cómo se denominaría a lo contrario a un embajador? ¿Detractor? Quisiera un embajador que no invente mis supuestos defectos para argumentar lo que ignora.
Uno, dos, tres, cuatro- No es la naturaleza, Es la política.
El Tsunami es una catástrofe, pero las explosiones Fukushima. la cantidad y ubicación de las céntrales nucleares, la concentración de fábricas y poblaciones en zonas expuestas, es producto de un modelo de desarrollo y de inserción en el mundo en el que los derechos y necesidades del pueblo son una variable secundaria.
Las imposiciones del capitalismo pueden presentarse como filosofía oriental o religión, pero no son más que marcas de las derrotas que sufre un pueblo. Tal vez el pueblo japonés, sacrificado y estoico, pueda sobreponerse a esta situación con una salida a su medida, aunque todas las usinas de desinformación parecen anunciar lo contrario.
exclente nota! Muchas gracias. Ángeles
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