En un programa matutino de Canal 7 escucho ”Los kelpers pidieron que los soldados argentinos fueran enterados en una hondonada para tenerlos fuera de su vista”.
No si es cierto, tampoco me importa.
Es en todo caso coherente. Saben que están donde no deben.
Aunque lleven decenas de aňos viviendo en las islas, aunque nazcan, se casen y afinquen en ese lugar, los llamados kelpers no son de allí, usurpan un territorio que nunca les perteneció ni formó parte de las leyendas o la cultura de su tierra de origen.
Las tumbas de nuestros soldados no son solo tumbas para ellos.
Es para nosotros, los argentinos, que las tumbas avivan el recuerdo de un desembarco a destiempo, la prueba del delirio dictatorial que, ante el fantasma de rebelión avivado por el paro y movilización del 30 de marzo, soňó con recuperar liderazgo arremetiendo contra la segunda potencia marítima de los ’80. Delirio a costa de nuestra sangre, con un enemigo a contramano de los históricos apetitos y servidumbres de aquellas FFAA.
Para los kelpers, ese semicírculo poblado de cruces es un testimonio diario de su usurpación, una prueba de aquello que no pueden tapar ni el idioma diferente, ni las tradiciones ganaderas ni los actuales sueños petroleros
El imperialismo siempre victimiza dos pueblos, el agredido y el que es conducido a la agresión. A nosotros nos redime la resistencia, el agresor solo puede sostenerse en la mentira, en la negación de su conducta.
Nuestra presidenta Cristina Fernández dijo hoy que somos un ejemplo de paz.
También de memoria y resistencia, me digo cuando coincido con su vaticinio: tarde o temprano las Malvinas volverán a ser argentinas.
Entonces si, los kelpers que decidan quedarse podrán por fin armar familia, ver nacer y crecer a sus hijos, prosperar, sin que las tumbas de nuestros soldados les recuerden que son parte de un robo.
excelente nota!
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