América en disputa – (6-11-2005)
La recuperación popular superó por 1ª vez los límites locales para trascender al ámbito regional y mundial: el ALCA -la principal estrategia imperialista para la región- no pudo ser impuesta en la Cumbre de Mar del Plata.
Tras un duro operativo, con presiones financieras, operaciones mediáticas, aprietes bilaterales y el coro de alcahuetes con que aún cuenta en Argentina, Bush debió partir sin que se cerrara el acuerdo.
Si esta sola situación implicaría un triunfo, el marco que rodeó a esta cumbre hace más viva la derr
ota: de manera previa y en paralelo a la reunión de presidentes se desarrollaron la III Cumbre de los Pueblos y la marcha por la Dignidad que coronó en el Acto en el Estadio Mundialista, donde el presidente Chávez, frente a 50000 compañeros, anunció "la tumba del ALCA está en Mar del Plata, nosotros somos sus enterradores".
Mientras a Bush lo protegía toda la parafernalia bélica global, el compañero Chávez llegaba a un acto sin policías, con la sola protección del pueblo y organizaciones sociales y políticas que ya lo han adoptado como referente propio.
Sin solución de continuidad, el presidente Kirchner -que ya había anticipado públicamente que el gobierno argentino "no acepta presiones"- encabeza desde su discurso y gestión el abroquelamiento de las naciones del Mercosur sumando en el rechazo a 5 naciones que albergan al 70% de la población de América Latina y producen más del 75% del producto bruto continental.
Maradona y Fidel, iconos sustancialmente diferentes, pero fuertemente unidos en la gestión del respaldo popular que rodeó a las decisiones tomadas en el espacio diplomático cierran un hecho virtuoso, rico en enseñanzas sobre la debacle de Bush y su aprovechamiento popular. Rico tanto por su magnitud como por los espacios que se articularon en esta disputa: la movilización popular, la acción -paralela en algunos momentos, convergente en otros- de las diversas organizaciones reunidas bajo el rótulo "argentinos por la patria grande", la concurrencia de artistas y de Diego, la gente, atenta desde sus casas, acompañando en una Argentina que no deja lugar a dudas a la hora de repudiar al genocida y a su gobierno. El apoyo diverso de pueblos hermanos y fuerzas políticas y sociales del continente. Y coronando todo este marco popular, los 5 presidentes, definiendo nuestra unidad en el Mercosur.
Queda mucho por delante: la unidad que se expresara en este acto está lejos de realizarse en una orgánica de las fuerzas, militantes y dirigentes que confluyeran a Mar del Plata, pero es un inicio auspicioso.
Hay algo más, una enseñanza sobre la etapa que vivimos: este hecho demuestra que las fórmulas de la derrota no necesariamente sirven para una situación de disputa como la que se va extendiendo a toda América Latina.
Ayer, en un marco de hegemonía continental de los EEUU, el rechazo a una cumbre de presidentes pudo ser el único pronunciamiento de los pueblos, ya que no nos quedaba más que la denuncia y el repudio. Hoy, con el fraccionamiento de los bloques de poder en la mayoría de los países latinoamericanos, con una crisis de hegemonía creciente al influjo de la resistencia popular y el fracaso de los gobiernos neoliberales, con la instalación de gobiernos en disputa (1) en varios países, la fórmula era disputar en todos los espacios, trasladar el reclamo dentro del espacio burocrático de la Cumbre y lograr allí mismo, a través de los cinco presidentes, un triunfo popular que se proyecte a nivel mundial justamente por haberse producido en donde hasta ayer los EEUU dictaban las resoluciones sin conceder nada.
Algunas voces hoy relativizan este logro. Bush saldría a imponer gobierno por gobierno lo que no pudo conseguir del Mercosur como conjunto, se trataría de una maniobra distractiva mientras se concedería por abajo de la mesa, los presidentes se traicionarían unos a otros apenas vuelvan, Kirchner entregaría el mundial 2006 mientras rechaza el ALCA, el Diego se prestaría a la trampa o no la vería, etc., etc.
Lejos de expresar el pensamiento más lúcido o combativo de nuestra sociedad, son ópticas defensistas, que aún no comprenden qué pasa en América y otras regiones: la crisis de hegemonía se extiende más rápido que la organicidad popular y su capacidad de generar proyectos estratégicos. No disputar el espacio institucional en estas circunstancias significa no disputar el consenso popular, no promover la unidad del pueblo contra el enemigo común, no construir poder popular en este proceso, cederle el Estado y la iniciativa a burocracias políticas tan incapaces de prosperar en proyectos de mediano plazo como de beneficiar al pueblo.
Demonizar a Néstor Kirchner por hacer más de lo que esperaban, ignorar la madurez y profundidad del pronunciamiento popular del 23 de octubre, denostar a las fuerzas que hoy acompañamos al presidente sin abandonar ni nuestros ideales, ni la lucha, ni las calles, resultan el complemento inevitable de estas lógicas de derrota.
Mario Burgos- 06-11-2005
Qué bueno poder leer esto en retrospectiva y ver que la estrategia de esta nueva izquierda latinoamericana se ha profundizado y due construyendo representación institucional.
ResponderEliminarTodavía recuerdo mi emoción cuando claro que el ALCA era historia.
Saludos!.