martes, 14 de febrero de 2012

TODOS SOMOS HABLADOS

...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria." "Megafón o la guerra".Leopoldo Marechal

En tren de hablar de eso que llaman intelectual crítico. No me asusta SER HABLADO. TODOS SOMOS HABLADOS. Quien supone que habla por sí, que está "libre" de otros intereses y discursos, vive una ilusión.
No es así que nos es dado el lenguaje, ninguna sociedad habilita la entrada de cada uno al lenguaje para que hagamos "
la nuestra", ser exclusivos y ubicarnos por encima del resto, sino para acompañar, compartir.
Siempre hay unos y otros y otros más que hablan desde mí.
¿Entonces? ¿Marcho con el rebaño? ¿Lloro para poder mamar? ¿Repito lo que suena bien?¿Puteo contra todo?
El primer y sencillo paso es reconocer esta primer y sencilla verdad: a cada momento, a través de mis palabras y mis hechos hablará el pueblo o sus opresores. Ninguna crítica, ninguna idea escapa a este designio.
En eso radica la libertad y la crítica, en no negar la realidad de que hay bandos, en elegir de qué lado se está y hacer y decir en consecuencia.
En estos tiempos de crisis global, salvo el caso de dinosaurios como Grondona, el discurso del amo ya no se manifiesta como la totalidad que todo lo abarca y que a todo responde de manera unívoca. La burguesía no prosperó a través de seis o siete siglos por ignorar las señales que contradicen su devenir sino por adaptarse ellas.

Si todo cruje el discurso del amo será "nada es seguro", "todo es relativo", "no confíes en nada". Y si la cosa se complica "todo está mal"
El amo no deja de ser amo y ya se encargará la basura cotidiana de llevarnos por los caminos de siempre, mientras creemos que nos despojamos del individualismo y la dependencia porque ingresamos a una "comunidad" de celulares o abandonamos consignas y convicciones por “viejas” (como luchar contra la explotación, la opresión, los genocidios) o nos resignamos a salvar una plantita mientras las guerras y el hambre se llevan millones de vidas por año.

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"Se acabaron los grandes relatos" dijo Lyotard años después del Megafón de Marechal y de la derrota del mayo francés. La frase se convirtió en prinicipio hasta que Fukuyama vino a completarla con su Fin de la historia. Y le sirvio a statu quo en Europa. La socialdemocracia haciendo el trabajo de la derecha para no perder un tren que hace rato los dejó en la estación equivocada.
Pero no resultó igual en América Latina. Acá vinieron los gobiernos en disputa. Grandes gestas encaramadas sobre los hombros de la historia, la memoria popular, que es la que sostiene grandes relatos: la resistencia originaria en Bolivia, la epopeya metalúrgica elevada al PT en Brasil, el nacionalismo recluido en la suboficialidad en Venezuela, la sobrevivencia insurgente que se hace republicana en Uruguay, la Cuba de nuestro sueños jóvenes que sigue en pie frente al gigante. Y el peronismo. Nosotros.
Relatos tan densos, tan cargados de experiencia, diversidad y caos (*). compromisos que sus palabras y sus cosas reaparecen en el decir de sus enemigos: democracia, participación, rebeldía,movilización, paz, todo sirve en el discurso de los viejos grupos del privilegio cuando sienten moverse el piso bajo sus pies y prefieren construir sobre tierra arrasada antes que negociar una parte de su poder. Con la 125 entramos en esa dinámica y ya no vamos a salir por años.
Así que en estos tiempos la crítica, la libertad no sólo consisten en elegir el bando desde el que se habla: o el del amo, o el del oprimido, o el del que ya aceptó la derrota. También consisten en mantenernos en ese bando aun cuando mal usen nuestras propias palabras para cuestionarnos. Tomar al pueblo y sus señales cuando surge la duda. No porque nunca se equivoque, sino porque sólo lo que el pueblo está dispuesto a hacer es posible. A pesar del viejo David, mantener el optimismo de la militancia contra el pesimismo del que no tiene anclaje colectivo.
Uno se equivocará igual, no hay duda, pero estará aportando a construir la verdad que nos hará mejores a todos. Y cumpliendo sueños, hasta aquellos que no nos animamos a soñar.

(*) “Somos peronistas, siempre estamos en medio del pueblo y el tumulto" Cristina en la despedida a Néstor

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