NO RECUERDO HABER HECHO NADA IMPORTANTE POR ELLOS desde aquella vez, hace cuarenta años, un mes y días. Camino a Avenida La Plata junto a compañeros de la CGT de los Argentinos, de la facultad, también junto a caras nuevas que ya preanunciaban la marea camporista.
Tristeza, perplejidad y bronca. Sabíamos que el crimen siempre era posible, estábamos en dictadura y la fuga, aunque parcial, fue un golpe para los militares. Pero una cosa es la explicación y otra el ánimo que llevábamos camino a Avenida La Plata.
Ahí íbamos -solos o en grupos de a dos o tres para que la cana no nos pare- a dar testimonio y estar junto a familiares, amigos, compañeros, junto a esa hilera de cajones que costaba vincular con los compañeros de Trelew. Pero no esperábamos justicia.
Hoy en la radio, mientras hablábamos del fallo de Trelew, Guido, hijo de Roberto Quieto, nos contaba su bronca por absoluciones y por penas que no tienen aún cumplimiento efectivo.
Entonces se lo contamos: cuando la tanqueta tiró abajo un pedazo de la pared del local del PJ de Avenida La Plata donde velábamos a los compañeros asesinados y tuvimos que salir a la calle a fajarnos con los motociclistas en medio de la gaseada, nos parecía más posible hacer la revolución en América Latina que llevar a juicio a alguno de los asesinos de Trelew.
La impunidad era moneda corriente: nadie fue en cana por el bombardeo a la Plaza, nadie por José León Suárez. Nadie por los asesinatos perpetrados por la Liga Patriótica que dirigían los hijos de Mitre y Martínez de Hoz, nadie por el genocidio originario. Nadie por el secuestro de Felipe Vallese, ni por el asesinato del general Valle y sus compañeros.
Esa era nuestra experiencia, así que aunque teníamos grandes sueños, no entraba en ellos el hacer cumplir la justicia. Igual lo intentábamos.
Y que lo digan los abogados que trataron de aportar justicia cuando aún los compañeros estaban vivos, Ortega Peña terminó asesinado, Amaya torturado, encarcelado, secuestrado luego junto a Solari Irigoyen, finalmente asesinado
En 1974, dos años después de aquel velatorio, conocí el penal de Rawson por dentro. Hicieron una selección entre los presos políticos de Devoto y nos llevaron al Sur. A algunos por unos días y luego de vuelta a Devoto, a otros por años. Algunos, el Tordito Debenedetti entre ellos, nunca volvieron.
Algunos veteranos contaron historias y anécdotas de los días previos a la fuga, la desazón de no saber qué pasaba con los sobrevivientes, el dolor al conocer sus muertes. Los edificios habían sido renovados, sólo la distribución recordaba al penal de 1972. Nos dolía la memoria de los compañeros, nos comprometía su gesta. Éramos aún optimistas con lo que vendría en el país, pero el juicio a los responsables no se incluía entre nuestros sueños realizables.
En 1974, dos años después de aquel velatorio, conocí el penal de Rawson por dentro. Hicieron una selección entre los presos políticos de Devoto y nos llevaron al Sur. A algunos por unos días y luego de vuelta a Devoto, a otros por años. Algunos, el Tordito Debenedetti entre ellos, nunca volvieron.
Algunos veteranos contaron historias y anécdotas de los días previos a la fuga, la desazón de no saber qué pasaba con los sobrevivientes, el dolor al conocer sus muertes. Los edificios habían sido renovados, sólo la distribución recordaba al penal de 1972. Nos dolía la memoria de los compañeros, nos comprometía su gesta. Éramos aún optimistas con lo que vendría en el país, pero el juicio a los responsables no se incluía entre nuestros sueños realizables.
Guardo otro momento de Rawson y Trelew en la memoria: un viaje en 2007 junto a familiares y algunos cientos de ex detenidos. Entramos a la cárcel, recorrimos sus pabellones, cada uno pudo volver a su celda. Al día siguiente fuimos al aeropuerto, que sería declarado centro cultural. Por primera vez, la masacre y la posibilidad de un juicio a los asesinos me sonó como posible. El Estado, en sus autoridades máximas, estaba del lado de la no impunidad.
Hay, en primer lugar y siempre, 16 compañeros asesinados;Alejandro Ulla, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Alberto del Rey, Clarisa Lea Place, Eduardo Capello, Humberto Suárez, Humberto Toschi, José Ricardo Mena, Mario Emilio Delfino, Miguel Ángel Polti, Rubén Pedro Bonnet, todos del PRT-ERP. Alfredo Kohon, Carlos Astudillo de FAR. María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas, Susana Lesgart, de Montoneros. Lograron sobrevivir, Alberto Miguel Camps, FAR - asesinado en 1977, María Antonia Berger, FAR - Secuestrada en 1979, Ricardo René Haidar, Montoneros - Secuestrado en 1982.
Pero lo juicios se hacen a delincuentes. Hay un prófugo, Bravo, que buenos servicios debe haberle prestado a los yankees. Así que hoy no lo entregan.
Hay dos absoluciones, Pacagnini y Bautista, que habrá que apelar hasta que se revierta en condena.
Hay tres condenados, Sosa, Del Real y Marandino, que por no estar en firme su condena seguirán andando nuestras calles y que cuando se confirme tratarán de mandarlos a cumplir en sus casas por viejos.
Pero hay condena, otra más contra la impunidad. Y la razón es nuestra y estamos haciendo mucho de lo que los compañeros quisieron hacer hasta dar su vida por ello: gobiernos de inclusión, memoria verdad y justicia, unidad latinoamericana, resistencia al imperio, un poco más de felicidad cada día para nuestros pueblos.
Veo en los diarios las caras de jóvenes que celebraron las condenas allá en Rawson. Tal vez familiares, tal vez chicos sin más relación que haber recogido las banderas y los sueños de los fusilados. Me digo que el mundo es otro para ellos: la justicia, aunque lenta, contaminada de continuismo y a veces arbitraria, igual les resulta algo posible. Y, me digo con optimismo, eso habrá de permitirles exigir más, mucho más de lo que exigíamos de los jueces en los ´70..
No recuerdo haber hecho nada importante por los compañeros fusilados después de aquel día en Avenida La Plata, salvo recordar, hacer conocer, mantener la esperanza. En un momento u otro muchos lo hicieron, de muchas maneras diferentes. Millones.
Tal vez de eso se alimentan los logros de los pueblos: de persistir, recordar, relatar, pasar la posta hasta que millones la hacen suya. Entonces algunas cosas suceden y otras quedan a nuestro alcance. Eso es la historia.
hermoso Mario; y MUY JUSTO.
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