“Once mil
partos por año y vamos por los quince mil en poco tiempo”
“Es una
urgencia, ya está en trabajo de parto, vendría bien que venga con nosotros”. Cierro
el consultorio y aviso de mi salida a jorge y Deolinda, que están en la
enfermería curando a un herido.
Unidad sanitaria
Máximo, 1989, Barrio Namuncurá, a unas cuadras de la ruta que divide cuartel V de José C
Paz, a 21 km de la estación de Moreno.
Hace minutos
se fue la última persona en atención y miraba planillas sin completar haciendo tiempo hasta que terminen Roberto, Deolinda y Jorge para cerrar e irnos.
Llega
la ambulancia, me asomo a la sala de espera. El chofer y Daniel preguntan: “Entonces ¿viene?”
Al llega a
la casa, lo de siempre, las vecinas que traen ropa, abrigo, por si acaso algo
para comer. También la seguridad que habrá quien cuide a los chicos, aliento, perros
curiosos, alguien que aprovecha y pregunta si la enfermera volverá a la sala.
La señora sube
atrás con su esposo, adelante la médica que vino del hospital Mariano y Luciano de la Vega le dice
al chofer que vuelva a la sala, así avisa a Central qué hay que preparar. “¿Todo
bien?”, pregunto. “Sí, está perfecta”.
Ya en la
sala, la médica va hacia la radio, la señora baja con su esposo para aprovechar
el baño, el chofer apoyado en la puerta de atrás, revisa la fijación
de la camilla para ver que todo esté como debe estar. Meses atrás, de noche, al
llegar al hospital, en la guardia descubren que en la ambulancia falta una camilla, un paciente y algunos
trastos. El ambulanciero sale a recorrer la ruta con la compañía de un
patrullero. En una curva de la ruta 25 ven, del lado opuesto, unos raspones en
el asfalto, pasto levantado en la banquina. Al fondo, entre los yuyos, encuentran
lo que queda de la camilla y alguien que duerme profundo, ajeno al frío y la humedad
del descampado. Aún hoy, aquel paciente que levantaron en la salita, con alto
contenido de alcohol en sangre y la presión por las nubes, no puede decir cómo
fue que se abrió la puerta de atrás y la camilla salió disparada hacia la noche
con él de pasajero. Y nadie se explica cómo el hombre no se llevó ni un raspón en el
suceso.
Pero en este
caso la camilla está como debe, la señora está bien y despierta, su pareja no
le quita la mirada.
Casi coinciden
al salir de la sala con la médica. Ambulanciero y pareja ayudan a la señora a
subir y ella se acerca a la camilla justo cuando la médica comenta distraída al
chofer, casi por rutina: ”A Moreno”.
La señora se
mueve con una rapidez inesperada para su panza, la bolsa rota, el parto
inminente. Sus manos se aferran a la puerta trasera de la ambulancia y grita “¡A
Moreno no!”
En el
momento entiendo para qué me propusieron acompañarlos: no era por mi conocimiento,
bastante precario aún, del barrio y su gente, ni los temores del personal del hospital hacia los vecinos de Cuartel V, aguerridos
en la protesta, solidarios a la hora de moverse. Ambulanciero y médica simplemente
querían una voz más para explicar, calmar, convencer a la señora y su pareja
que a pesar de las camas compartidas, algún maltrato verbal nacido de viejos
prejuicios disciplinarios de alguna profesional de aquellos tiempos, el parto
iría bien y volverían al barrio en su momento, la señora repuesta, su hijo en
brazos, el hombre bolso en mano.
Total: con
la señora aún aferrada a la puerta, alguien arrima un auto y con cuidado le
pide que con cuidado suba con sus cosas. Su pareja acomoda una sábana doblada sobre
el asiento trasero para que la señora se siente. Una vecina sube adelante y va
dando consejos mientras parten al hospital de José C Paz, unos diez km más cercano
que el de Moreno y-sobre todo- con una fama menos trágica que la maternidad del
Mariano y Luciano de la Vega.
“Once mil
partos por año y vamos por los quince mil” compromete hoy la presidenta, pálida
en el frío del mediodía de invierno, al anunciar la nueva Maternidad Estela Barnes
de Carlotto, rodeada de funcionarios y vecinos en Moreno. ”Me dicen que antes del 2001 pasó que dos
parturientas tuvieran que compartir una cama en la maternidad del Hospital”. La
voz se le quiebra en el momento que dice “compartir una cama”.
Cristina en 2009 en el Hospitla de Moreno |
Maternidad
nueva, un nombre que por sí solo es como un resguardo para nuevos criterios en Moreno y en el
país: miles de chicos llegarán a la vida de otro modo, miles de mujeres tendrán
la mínima dignidad de esperar su parto sin compartir su lecho de hospital.
Recuerdo que
tampoco permitían que los maridos presencien el parto. Un par de veces acompañé
a una pareja para lograrlo como excepción. Me digo
que ahora también puede resolverse.
“Ofrecer a todas las mujeres la presencia sin restricciones
del acompañante que ella elija, incluyendo padre/madre, cónyuge, familiar o amigo,
durante el trabajo de parto y el parto”, dice la “Guía para la atención del parto
normal en maternidades centradas en la familia” (2003) , de la Dirección
Nacional de Salud Materno Infantil y agrega: “Facilitar la Interacción
Madre/Padre-Hijo en los primeros momentos luego del nacimiento, para lo que
debe facilitarse el ingreso del padre a la sala de partos”. Lo mismo legisla la
Ley nacional 25929, “de parto humanizado”, desde el 2004. Pero en la Provincia de Bs. As.,
como informa un artículo de Mariana Carbajal en Página 12 del 26 de mayo de
este año, muchos servicios se resguardan en la falta de ley provincial para no respetar
ese derecho.
Antes que un problema de presupuesto de salud, el MAL PARIR y el MAL NACER, rémoras de la cultura patriarcal y disciplinaria oligárquica, es una de las peores muestras de violencia institucional y de género. Profesionales, municipios, gobernaciones, lo vienen extendiendo a contramano de las conquistas que caracterizan esta época.
La presidenta anuncia una nueva maternidad y es un nuevo tiempo, mejor, también para parir y nacer. Es un primer paso. Es un tiempo de reparaciones, si deja de preocuparte la cama o el trato, pelear la presencia del padre será más fácil.
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