miércoles, 6 de septiembre de 2017

Hegemonía y enojo: Los unos y los otros

Leí esta frase de Pedrini (sí, el de los cartelitos de Crónica TV) y me dije que hay que abordarla en toda su dimensión, ya que despliega de un modo casi trágico la tríada de identificaciones con que nos confronta la disputa hegemónica con Cambiemos, así como los riesgos y beneficios que se pueden esperar al sucumbir a algunas o asumir otra. Este es el desafío que enfrentamos hoy quienes nos identificamos con el proyecto nacional y popular. 
Tiene que ver con la hegemonía, con el avance del discurso y las prácticas neoliberales en nuestras propias filas, entre nuestros allegados, entre quienes amamos y, hay que decirlo, también entre aquellos a quienes necesitamos junto a nosotros para oponer un gran frente que confronte con las políticas de Cambiemos y nos permita volver a la senda de un gobierno popular.
Tomando las muchas formas de encarar este desafío, se puede decir que hay dos abordajes que sucumben a la ofensiva neoliberal. En ellos, nuestra identidad, convicciones e intereses quedan subsumidos en el objetivo de ese gran otro que es el frente oligárquico - corporativo.
Uno: para conservar el vínculo con aquel que amamos y/o necesitamos, identificarnos con su sometimiento, asumir su objeto de amor, ese otro que Facundo llama "la bestia" y hoy agrede al conjunto social y pretende ondas de amor y paz a palos, es decir, sumarnos al proyecto neoliberal, sea en sus discurso, sea en sus prácticas, sea en todo.
Esto ha sucedido y sucede, no es teoría: personas convencidas de lo popular que sin embargo comienzan a despegarse de nuestros principios y postulados más preciados en la perspectiva de no perder presencia social. Nada más beneficioso para la ofensiva de Cambiemos que el que vayamos cediendo en nuestras políticas de inclusión, soberanía y desarrollo continental, nacional y humano. Nada más alejado de la recuperación de sectores sociales confundidos o refractarios a nuestro mensaje que el  mostrarnos vacilantes, inconsistentes, oportunistas en nuestra perspectiva política. 

Está claro que nuestra propuesta no es fácil de sostener, más en estos días de ofensiva mundial de la derecha, que no hay justicia social, soberanía política y desarrollo sin lucha, sin sacrificio, sin esfuerzo de todo el pueblo. Ocultarlo no lo va a hacer más fácil.
Otra: confrontar con quienes se debaten en la confusión como si estuviéramos confrontando con "la bestia". No lo son. Son sus víctimas y recibir nuestra agresión no opera más que convalidando el discurso del amo: hay que alejarse de nosotros porque no queremos el bien de aquellos que decimos representar. 

Los medios y las redes, muchas declaraciones y discursos actuales abundan en ejemplos: hay quien habla de"los tontos que votaron a Macri", del "silencio de los buenos que permite obrar a los malos", de "los que siguen repitiendo frases hechas". Claro, son las únicas que escuchan o ven por TV, muchos de ellos, en el descanso de sus lugares de trabajo, en la media hora antes de dormir un par de horas para volver a salir al laburo, en el diario leído de reojo en el bondi o el tren. Son los que se van cayendo de beneficios hace poco o mucho adquiridos cuando creyeron que eran irreversibles. Todos aquellos que están enojados de cómo se les va pudriendo la vida que no pueden dejar de vivir y necesitan algo que no sólo les diga que no es su culpa sino que culpe de todo a alguien visible: extranjeros, pibes, consumidores de drogas, políticos. 
Alguien visible, pero también no muy poderoso, porque la realidad se va poniendo áspera, culpar a alguien que no sea tan fuerte como para dejarlos sin laburo, sin algún poco beneficio que aún tengan, sin las seguridades que cada uno necesita al levantarse. Todas estas cuestiones, resultan tanto o más importantes que las convicciones y la convivencia, en la vida cotidiana de cada quien cuando se ve arrinconado. 
Y el gobierno de Cambiemos ha arrinconado a más de media sociedad: está destruyendo las condiciones materiales sobre las que pudieron asomar doce años de solidaridad e inclusión. Y eso hace retornar al sálvese quien pueda que habíamos puesto a la defensiva pero nunca se fue del todo.
Si maltratamos a aquellos que amamos o necesitamos no los estamos recuperando, estamos sirviendo a quien los fue capturando. O asumimos un corte definitivo con millones
de compatriotas o construimos estrategias para recuperar el vínculo y para que el desaliento no nos lleve a boicotear esta tarea prioritaria.

La tercera, sustraernos a identificaciones que someten, sea al encandilamiento con los globos, sea a la furia NEO y afirmarnos en nuestra identidad, como peronistas, como militantes, como portadores de una propuesta de bienestar, solidaridad y desarrollo pleno y dirigirnos a quienes aún dudan o directamente no la ven, como pares, sin amonestaciones, sin reproches. Como portadores y, siempre es bueno recordarlo, de una cultura que se ha consolidado en el pueblo a través de décadas, luchas, derrotas, resistencia y triunfos que supo protagonizar aún antes que existiera nuestro movimiento y nuestra militancia. Que podemos apoyarnos en una identidad relativamente independiente de los valores neoliberales, podemos sustraernos relativamente a la barbarie oligárquica, porque lo hacemos hurgando en lo mejor de nuestro pueblo, del que somos parte indisoluble. 
No hay que sorprenderse de la vuelta del individualismo, de la confusión, de, como dijo Germán Abdala, "la lucha de pobres contra miserables". La esencia del capitalismo es la rapiña, el egoísmo, el dejar de lado toda valoración humana para servir al objetivo principal del sistema: la reproducción del capital. 
De lo que hay que maravillarse es que aún sobrevivan valores antagónicos con esto. Pertenecemos a un movimiento, no el único pero sí el que más carne se ha hecho en nuestro pueblo y de ahí su fuerza, su vigencia y su riqueza. Un movimiento que ha logrado, aún dentro del capitalismo y en un país con una oligarquía poderosa, de raigambre genocida, el despliegue de otros valores y la recuperación de tradiciones de soberanía, solidaridad, búsqueda del bien común y la felicidad colectiva e individual construidas a lo largo de siglos.
Nuestra labor, como militantes políticos, incluso como meros adherentes a este movimiento, no es la de juzgar a nuestro pueblo, la de estigmatizar a sectores de nuestro pueblo, tampoco la de suponer que ya superamos su nivel e ir por nuestra cuenta sin reparar en la pérdida que esto implicaría. Es, en cambio, analizar y entender qué le pasa a cada sector, cuál es su preocupación e interés en cada momento y traducirlos a nuestro discurso, a nuestra acción y a nuestra propuesta, que siempre tendrán que ver con algo que ya germina en su seno.
Esto no significa abonar la novela de la mayoría social inevitable. 

Conforme se agudiza la confrontación entre los dos grandes sectores de la sociedad, no hay por que suponer o esperar que mágicamente una gran mayoría recoja las banderas populares y deje aislada a una pequeña y aislada minoría oligárquica. No hay experiencia política en el mundo que haya cursado de ese modo. 
La agudización de la lucha tiende a masificar los dos polos de la confrontación. La pertenencia social y la sobrevivencia se van haciendo cada día más difíciles, más aún cuando más necesidades se padecen  y cada quien tiende a refugiarse en lo que supone más seguro o más beneficioso. Es el caso de Venezuela hoy, lo fue en el Chile de Allende, también del 45 al 55, por citar sólo algunos.
Pero no le vamos a sacar un solo compatriota al frente neoliberal maltratándolo, sino con una política consecuente, paciente y dando cada debate como pares de quienes lo somos, el vecino, el compañero de trabajo, nuestros allegados.

Nadie nos sobra, todos somos necesarios. 
Aparición con vida de Santiago Maldonado
Mario Burgos

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