Seis millones de personas en las calles de Capital protagonizando el encuentro, la recuperación de íconos perdidos, haciendo suyos íconos demonizados por siglos, conmemorando como forma de celebración, instalando de este modo un hito histórico que será referencia, enriquecerá la memoria popular y sin duda sobrevivirá a todos quienes lo vivimos.
No me lo contaron, lo viví: correr junto a miles de diletantes que como yo habían salido a caminar un rato tras el recital de tango. ¿A dónde corríamos? Queríamos estar a tiempo junto a los cientos de miles que esperaron a las 0 del 25 para cantar juntos el himno. Lo viví con millones: el silencio triste, el llanto, la ovación, casi sin solución de continuidad en el desfile, ante en la representación de Malvinas o la de las madres. Las noches que se alargaban porque daba pena dejar la nueve de julio, tanto como abandonar le lecho tras una noche de amor interminable.
Ya todo está dicho o casi, sobre el bicentenario, uno diría que ya está. Dejarlo pasar a la historia y disfrutarlo en el vivir de cada uno, ya libre de nuevos análisis.
Sin embargo esto es Argentina y todos sabemos cómo cursa su historia, los pueblos se afirman y avanzan, la derecha se crispa, desata su agresividad y busca la confrontación. A protagonismo opone imposición y a reparación opone expropiación en un movimiento que se remonta al asesinato de Dorrego y se repitió por décadas hasta la última dictadura, el menemismo y ahora estamos desarticulando esperamos que para siempre.
Pero vale la pena recordar que nunca alcanzaron el poder económico, la agresividad, el apoyo externo que dispuso la derecha. Siempre fue necesaria la división popular para que la reacción triunfe.
Hoy hay sectores que se definen como populares y a la vez están enfrentados al gobierno. Ninguno de esos sectores ignora los objetivos de la derecha, ni su decisión de imponerlos cuanto antes. El caso es que sería un error que piensen que podrán enfrentar a la reacción con sus solas fuerzas, o suponer que el pueblo ya les reconoce liderazgo y va a buscar su conducción apenas se produzca lo que esperan: la defección del kirchnerismo.
Por eso no podemos obviar que la llamada oposición popular no estuvo este bicentenario. Me refiero a la ausencia oficial de la CTA, la ausencia de Proyecto Sur, de los socialismos no ligados al kirchnerismo, entre otros, ausencia que, paradójicamente, casi no se percibió. Quiero decir, fue una ausencia tan rotunda y tan a trasmano del quehacer de nuestro pueblo que es necesario estar en el espacio militante o en la profesión política para reparar en que estos sectores no fueron a los actos de la 9 de julio, no estuvieron y mucho menos convocaron a los mismos, ni siquiera usaron el la bala de plata de los recursos políticos, el apoyo crítico o simplemente el deslindar su oposición al gobierno de su participación en un acontecimiento que necesariamente le pertenece a todos los argentinos.
¿Dónde estuvieron esos cuatro días? ¿Suponen que van a llegar a alguna comunión con el pueblo autoexcluyéndose de su vida colectiva? ¿Creyeron que la celebración iba a ser un fiasco? ¿Tan ajenos al sentir popular están que no pueden prever lo que “la gente” va a hacer? ¿Creen que decir “hicimos” es lo mismo que decir “hicieron”? ¿Pueden todavía sentirse más a tono con los tiempos que el gobierno que a siete años de gestión tuvo los arrestos, la convicción y la capacidad de movilizar esta gesta popular?
Cuenta una leyenda que desde el lugar en que se realizaba una reunión de FORJA Jauretche llamó a Scalabrini Ortiz. Le informa que por la ventana ven pasar a multitudes, Que se dice que van a Plaza de Mayo por la libertad de Perón y el grupo no se pone de acuerdo en qué hacer al respecto. Scalabrini por toda respuesta habría preguntado ¿hacia dónde va la gente?
Hubo en aquellos tiempos quien no llamó a Scalabrini y terminó en la Unión Democrática y/o después en la Libertadora La promesa de una Argentina más desarrollada que Brasil con el envión de EEUU y el aporte de las “fuerzas vivas” podía obnubilar mentes y confundir principios, sobre todo entre aquellos sectores que prosperaron como empresarios durante el peronismo. Pero después de 55 años de fracaso liberal, desde aquel industrial monopólico de las primeras dictaduras al agro exportador excluyente que se fue conformando desde los ´76, el menemismo, la Mesa de Enlace, ¿quién puede engañarse de buena fe?
Pino, De Genaro, Lozano, por citar algunos, no tienen hoy a Scalabrini para saldar sus dudas. Pero tienen a 6 millones de personas entre quienes seguramente crecen los Scalabrini del futuro. Basta con mirar qué hacen, dirigir la mirada fuera del microclima hacia donde transcurre el verdadero discurrir de los trabajadores, del pueblo, de quienes nuevamente vuelven a arriesgar su esperanza por una Argentina mejor.
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