martes, 29 de junio de 2010

Argentina en el Mundial: Se juega como se vive III

De los ocho equipos que pasan a octavos, cuatro son sudamericanos: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Salen, de la América del UNASUR, del MERCOSUR.
Lejos del ajuste elegido como salida a la crisis mundial
Lejos de la desocupación y la eliminación de las conquistas sociales elegidas como estrategia para amortizar al capital especulativo y las multinacionales
Lejos el achicamiento productivo de los más pobres para sostener su demanda a los más desarrollados.
Lejos de una unión europea que es más bien cadena, en la que los países más chicos van a la rastra de la economía del euro fijada desde los países centrales.
Lejos de la usura de los países centrales que ofrecen presión y recetas monetaristas en lugar de ayuda, desnacionalización en lugar de integración con soberanía.
Lejos de los neosocialismos que cambiaron sus banderas de libertad, igualdad y fraternidad por la imposición, la exclusión, el egoísmo del sálvese quien pueda
Lejos del renacimiento conservador, de los triunfos electorales de las derechas, de un parlamentarismo continental y acuerdos entre jefes de Estado que no sostienen la ampliación de la democracia sino que actúan como mecanismo de decisión a espaldas de los pueblos.
Lejos del belicismo, de la exportación de la muerte y el colonialismo a todos los continentes, de los racismos, de la xenofobia.
Lejos de la decadencia moral y cultural de un Norte que a fuerza de empujar a la derrota a sus pueblos ya no alumbra la ilusión del progreso humano sino el desdén, el escepticismo y la parálisis..
Cuatro selecciones del Tercer Mundo, cinco si sumáramos a Ghana, están entre los ocho mejores equipos del juego de equipos más jugado en el mundo. Antes que por sus esquemas de juego, el tamaño de sus poblaciones, el nivel de vida, la proyección internacional o los sueldos de sus futbolistas, que son diferentes de país a país, estamos entre los ocho porque en nuestras sociedades renacen como valores masivos la utopía del emprendimiento colectivo, el reconocimiento del otro, el afecto, el apoyo al caído, la esperanza de triunfo.
Porque aún priorizamos la importancia del contenido por sobre la forma: Maradona tirándose al piso en un festejo o Tévez transparentando su bronca porque lo sacan de la cancha y pidiendo disculpas con la misma honestidad, no por miedo a represalias sino porque sabe que Diego es uno de los suyos y no esos técnicos que dejaron al ex jugador en el ropero para vestirse y actuar con la frialdad del empresario.
Porque aún creemos en nuestras fuerzas.
Porque sabemos que nuestros paìses nacen de heroicas gestas populares a pesar de haber crecido en medio del empobrecimiento, del arrasamiento y la desnacionalización de a manos de dictaduras genocidas, democracias pusilánimes y empresariados especuladores y entreguistas.
A pesar de las divisiones promovidas desde los países centrales durante siglos, con pueblos también dispersos por imperio de la indigencia y la necesidad de sobrevivir.
Porque son cuatro selecciones de un continente que en el nuevo siglo viene eligiendo un camino de inclusión, de desarrollo, de reparación de los daños infligidos a sus pueblos, a los postergados por siglos, de justicia y memoria, de solidaridad con el más débil, de resolución pacífica de las diferencias, .De presidentes que son parte de sus pueblos.
Se puede perder o ganar. Es fútbol. Alguien llegará más lejos, otros se deberán conformar con menos, ninguno de los equipos es perfecto como no lo son los jóvenes proyectos que cada país y el conjunto lleva adelante, pero ya dejamos una marca inolvidable. Nuestro equipo, en particular: ante la pijotería, el caraculismo y la falta de arte que ha invadido el fútbol que venden las cadenas de TV y las empresas-clubes, la selección fue a exaltar el juego como juego, el compañerismo, la audacia de poner tres delanteros.
Como al hablar de otras épocas míticas, los padres podrán decir a sus hijos, “hubo una vez que América del Sur puso la mitad de los equipos en los cuartos de final".
Me queda la esperanza que, a diferencia de otras épocas, la evocación del padre suceda en una América aún más justa, soberana y unida que la que hoy construimos.

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