Nada de salir con que no importa, que el tipo - no digo Solanas, cualquiera- pudo ser demasiado vacilante, poco peronista o no lo era, que se pasaba de rosca con las críticas, que no se le entendía, que…
Cada vez hay más militancia K. Cada vez más argentinos apoyan a Cristina. Cada vez hay más mística, el futuro parece más grande y el presente más promisorio. Pero llegamos a esto con el esfuerzo de muchos. No sólo el esfuerzo post 2003, o el de los 90.
Tenemos una larga historia, nunca nos fue fácil llegar a ninguna parte, nunca nos sobró nadie.
Vale la pena recordar cómo costaba ganar un cumpa en los sesenta, o en los ´90. Cuánto costaba crecer como militante, como colectivo, crear herramientas para trabajar en los barrios, en las villas. Cuánto costaba afiliar para el gremio, y cuánto costaba que la dirigencia no garcara después a los cumpas ni te vendiera a las patronales. La CGT de los Argentinos era todo coraje, pero minoría.
Recuerdo, como mi amigo, La Hora de los Hornos. Cuánto valió que Pino y Gettino la hicieran en ese tiempo que todo parecía imposible. Al fin teníamos una película del palo, que grafique la denuncia, que introduzca un método de debate cara a cara con quienes la presencian. Nadie era visto como espectador sino como un compañero que al terminar cada parte de la película[1] estaría más convencido de organizarse para voltear a la dictadura. Ibas al barrio sin saber casi qué decir y con la película se armaba todo. Fue al fin de cuentas una herramienta que adelantó años el Luche y vuelve.
Pero que hagan esa película fue también una prueba de que se podía resistir, a pesar de la clandestinidad, con gremios arrasados, la universidad recién empezaba a recuperarse, la intelectualidad popular perseguida: igual se podía. "La Hora…" era una prueba de nuestra potencialidad: resistir, echar a la dictadura, gobernar, cambiar el mundo, todo era posible.
Por eso, ahora que el pueblo vuelve a primer plano, no parece momento para festejar pérdidas ni promoverlas. Nadie nos sobra, un país más grande necesita de la mayor de las diversidades.
No me pregunto ya cuándo y por qué aquel Pino se fue transformando en esta cosa ridícula, casi Carrió, que habita los pasillos del 13 y TN a razón de 3, 4 veces por semana. Tal vez olvidó que estaba para buscar caminos.
En todo caso, me digo, está ahí como un ejemplo: nada está resuelto de una vez y para siempre. Los laureles no sirven para sentarse sobre ellos. El compromiso con el pueblo es algo que se renueva en cada momento, o no. Los favores del poder de turno nunca son gratuitos.
Cada vez hay más militancia K, cada vez más argentinos apoyan a Cristina, cada vez hay más mística. Parece hora de que vayamos dejando más en claro por qué peleamos, qué pretendemos como colectivo. Hora de perfilar el futuro y definir el presente, de construir participación popular. Hora de compromiso y formación, no hay otra forma de alumbrar el camino.
El del pueblo, digo.
[1] estaba dividida en tres partes: "Neocolonialismo y violencia"; "Acto para la liberación", (dividido a su vez en "Crónica del peronismo (1945-1955)" y "Crónica de la resistencia (1955-1966)") y "Violencia y liberación".
Bien cabeza. Seguí revoleando herramientas que siempre alguien las toma. Aun en la trasnoche desvelada. Abrazo.
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