El notero
está junto a la señora, le dice a la cámara de su agradecimiento hacia Ella porque esa
señora le arrimó el paraguas celeste y blanco que ahora los cubre de un sol de
día porteño de 32 grados a la sombra.
De
inmediato se ve al notero que saluda a Camilo García y a éste que devuelve el saludo con una
pregunta dirigida en verdad hacia la señora del gorrito: ¿que recuerda de 1983?
(de paso me doy cuenta ahora que escribí '73 en lugar de ´83 y registro, una
vez más, que nunca podré acercarme a algo que pase en la Plaza sin tamizarlo
con mi experiencia de aquella vez, mi primera vez y la toda mi generación, que
recuperamos la Plaza un 25 de mayo de 1973. Para siempre la recuperamos podríamos decir,
porque desde ese día para nosotros, como lo fuera antes para los del ´45 y los de
1810, la Plaza pasó a ser nuestra y eso le diríamos a nuestros hijos aunque a
veces estuviera prohibida. Porque desde ese momento virtuoso, fundante, llámese
´45 o ´73, cualquier ajenidad de la Plaza fue temporal, involuntaria para el
pueblo, ajenidad obra de dictaduras y genocidios, algo perverso que había que derrotar para
volver al lugar en que nacemos como ciudadanía y pueblo en cada
generación)
Así que
Camilo formula la pregunta, el notero la reproduce desagregada, indicándole su
origen en estudios en Canal 23 a la señora del gorrito y paraguas celestes:
"¿Ud recuerda el 83 con la asunción de Alfonsín?¿estuvo?¿en qué se
parecen?"
La señora
casi sin pausa contesta con fuerza. "Sí estuve, fue cuando el presidente
Alfonsín se puso de acuerdo con Rico, estábamos acá. Esto es diferente". Cuánto dice
esa cuasi condensación que alguien podría confundir con poca comprensión, con
ignorancia.
Un pibe,
abordado después por el notero en su arribo a la Plaza, da la pista de todo: "esto
no es el 8N, acá hay pueblo".
Esa vez, el 8N que
refiere el joven también hubo en obelisco mucha gente y respuestas extrañas a
preguntas claras: "¿por qué viene?" "porque esto es una
dictadura", "porque esa mujer se tiene que ir" (o morir)
"porque no hay libertad", "porque le sacan la plata a mis hijos,
a mí para dársela a ésos vagos", "porque a Uds les pagan con nuestra
plata". Y odio. hacia el gobierno, pero también hacia quien preguntaba,
hacia mayorías. Un odio sin compensación de amor, de solidaridad, hacia otros. No es que no hubiera argentinos, ciudadanos, gente del pueblo: es que su odio los apartaba del resto.
Volvamos a
la señora y lo que se mezclaba en aquella, su respuesta.
Dos
momentos bisagra, resignificantes, protagonizados por Alfonsín y la mayoría de
nuestro pueblo: el primero, su conducción en el camino hacia la democracia, su
reafirmación de vertientes sin las cuales no era posible vivir como individuos
y como sociedad: esperanza, verdad, justicia, memoria, participación, Nación en
fin. Una masa de excluidos que, sea que hubieran votado a Alfonsín o a oscuros
personajes como Luder o Herminio, tal vez no llegaron a la Plaza. Pero
esperaban, hacían lo suyo para que algo cambie en ese pasaje de la dictadura a
la democracia.
El otro
momento, virtuoso en lo negativo, en Plaza de mayo seguramente la tuvo presente
a la señora del gorrito. Ese momento, segundo en el tiempo, igual de fuerte por
su magnitud, fue la concentración en Semana Santa contra el golpe carapintada y
el final de "felices pascuas" que vino a puntuar en un discurso lo
que luego convalidaran las leyes de obediencia debida y, entrados en el lógico
advenimiento menemista, en punto final.
No se trata
entonces de falta de información de la señora, sino -sea a veces en la soledad
de millones que ven una TV, sea en el calor compartido de una concentración- de
cómo una experiencia en multitud, de cómo su presencia en un hecho marcó la
otra (haya estado o no en el ´83) de cómo hay un lugar de saber más allá de las
frases redondas, la oración gramaticalmente correcta.
Porque se
ilusionó como se ilusionó entre millones que también nos ilusionamos en 1983,
fue que aquel "la casa está en orden". tuvo tanto impacto de
decepción, deterioró tanto el concepto de democracia y lesionó como lesionó el
futuro del presidente Alfonsín
Pero la
historia de la señora del gorrito, la mía , la de todos, siguió y hubo otra plaza
de la esperanza que comenzó con fogatas en esquinas, familias llegando con sus
pibes en brazos, sobre los hombros, en cochecito, de su mano. Luego siguió con
gases y puteadas y terminó con aquella jornada de la montada yendo sobre las
madres, cascotes contra balas en varias capitales y los de siempre que
asesinaron a más de 30 los nuestros.
Y hubo
otras más, otra vez de esperanza en 2003, de bronca en 2008, dos después en
2009, de la alegría de ser multitud en el bicentenario a esa de noviembre, mezcla rara de duelo por Néstor y de multitud
consolidada en una identidad.
Y esta
señora del gorrito, como millones, viene de vivirlas todas: alguna en la Plaza,
otra trabajando horas extras, cocinando para lo suyos o buscando una caja de
leche, otra en un parto, o por la TV en un banco de la salita esperando que el
pediatra le diga por qué pasa la fiebre de su bebé, o velando algún vecino o un
familiar, o enojada con el gobierno por algo que no resultó como se esperaba, o
reafirmada en lo suyo porque lo que votó ahora se hace, o sentada en una vereda
porque las monedas no alcanzaban y las que quedan son para que su compañero
vaya mañana a la obra, la fábrica o la oficina.
Y esta
tarde de 32 grados a la sombra, con su paraguas y el gorrito está ahí en la
Plaza, está también el notero con el micrófono y en tren de decir la señora
dice, tranquila, segura, con su calma tan alejada del odio, que aquella vez
cuando lo de Rico se enojó y se vio defraudada, que no quiere a los
carapintadas ni leyes que los absuelvan , que tal vez descreyó de todo y que,
porque Néstor bajó golpismo y dictadura de la realidad junto con los cuadros, porque
de a poco ella se empezó a sentir en su país tras tantos años de no ser, porque instaló eso de cumplir lo que se dice,
porque Cristina va por más de aquello que los suyos necesitan. Todo, 30 años dichos en 18 palabras para cerrar; "ahora es diferente".
Vamos a estudios.
Mario Burgos, antes de ir a la Plaza
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