Michelli amenaza desde La Nación con un nuevo festival de cortes de ruta y calles y hasta llega a calificarlo como guerra nuclear en un nivel declarativo propio de personajes como barrionuevo.
Lo de Michelli no es nuevo. Ya ha ocurrido que una herramienta que alguna vez sirvió para la resistencia obrera termine, en otra coyuntura, siendo en una parte usada contra los trabajadores. La CTA fue fundada para enfrentar la cooptación menemista de buena parte de la dirigencia gremial. En aquellos días se veía cruzar de vereda incluso a dirigentes que habían tenido trayectoria destacada en la lucha antidictatorial. Algunos de los que protagonizaron aquel principio del fin dictatorial que fue el 30 de marzo terminaron como empresarios / mafiosos, de los que Pedraza tal vez sea el paradigma. Como Barrionuevo lo es de los colaboracionistas de toda la vida.
Era necesario, entonces, que quienes resistíamos la marea neoliberal y la compra de voluntades que desplegaba el Turco, aportáramos a un espacio de resistencia obrera y popular.
Aquella construcción, que si bien no pudo coronar su bandera de unidad de los trabajadores ni disputar la conducción de sus gremios, más állá de las honrosas excepciones de ATE, CTERA, aeronavegantes, propietarios de taxis, ahora subtes, parte de FOETRA, algunas centrales locales, sí mantuvo vigente la posibilidad de una resistencia y las banderas de dignidad de los trabajadores aún en la defensiva y aportó al desgaste del menemismo primero y de su continuidad delaruísta después. La organización alcanzada sirvió incluso para que los sectores MTA de la CGT potenciaran su confrontación con los Gordos en épocas que también ellos se involucraban en la lucha contra la exclusión.
Pero la sociedad no se detiene. Si la CTA tocó su punto más alto con el Frente Nacional contra la Pobreza y la consulta popular del 2001, los sectores más ligados a De Gennaro comenzaron su debacle en ese mismo momento. en principio guardando en una pieza los votos de la Consulta nacional, como si no expresaran la voluntad de cambio de millones de argentinos que creyeron en nuestra convocatoria, como si esa convocatoria hubiera sido una formalidad, una de las tantas movidas que siempre criticamos a los colaboracionismos.
La debacle siguió con la negativa sistemática a reclamar la reununcia de Duhalde mientras éste concretaba la mayor expropiación popular que se haya producido en Argentina en beneficio de los bancos. La ausencia de una propuesta en 2003, el distanciamiento del gobierno que vino a concretar muchas de las banderas que levantábamos en 1991, el sectarismo frente a lo que terminó siendo la derrota del ALCA, jalonaron el camino hacia una ruptura que no obvió el apoyo al boicot sojero en 2008. Tampoco el fraude, el desconocimiento de su derrota electoral y la creación de una CTA 2 al mejor estilo de las burocracias históricas.
Así que no puede sorprendernos que hoy, en el marco de un gobierno popular y con un movimiento gremial de nuevo dividido, las minorías de la CGT y la CTA recreen sus disputas, con una virulencia que no tuvieron por ej con el duhaldismo, pero esta vez contra los trabajadores y el pueblo. Mucho se podría concluir a la vista de estas trayectorias y estas realidades.
Se podría decir que Michelli es el antagonista bizaro de aquel gran dirigente que fuera germán Abdala, tal como su CTA minoría está en las antípodas de los sueños que llevaron a la fundación de la CTa en 1991. Tal como Moyano se ubica como el antagonista de sí mismo cuando recrea las peores CGT Azopardo de las historia, asociándose al poder corporativo y oligárqico para desestabilizar al gobierno popular.
Que la democracia sindical no se garantiza necesariamente estando fuera de tal o cual central, sino también y principalmente recreando lo que la mayoría de los trabajadores defiende y está dispuesto a construir.
Que no se trabaja en favor de los trabajadores sólo invocandolos sino y principalmente aportando a su unidad real, disputando Estado y legalidad en su favor, promoviendo alianzas con el resto de los sectores interesados en el desarrollo con inclusión, participando de los proyectos de inclusión en lugar de juntarse con quienes los enfrentan.
En momentos de división gremial, momentos que por otra parte han existido en toda nuestra historia, resulta a veces difícil definir una salida clara para el conjunto de los trabajadores. No es sin embargo difícil saber qué no hay que hacer. como coincidieron Germán abdala y Jauretche, si La Nación y la SRA te aplauden estás en el lugar incorrecto. Seguramente harás el ridículo, también.
En momentos como el actual donde el pueblo ha ganado espacios en el marco de un gobierno de inclusión, las cosas están aun más claras: se podrá discutir cómo articular, como relacionarse, cómo interactuar entre CGT y la CTA con el gobierno, pero quien niegue esta articulación, quien trabaje en contra de esta necesaria unidad, estará fuera del campo popular.
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