miércoles, 13 de marzo de 2013

Bergoglio papa, maquillaje y alineamiento imperial


La iglesia católica, con dos mil años de tradición sobre nuestra pequeñas temporalidades, atenta a jugarnos una mala pasada una y otra vez.  Si, como suele decir un amigo citando a Alan Miller, “siempre tropezamos con la misma piedra”, en el caso de las elecciones papales la piedra la ponemos nosotros.
Es un momento en que algo de nuestra conciencia se resiste a lo fáctico, a todas las evidencias y nos lleva a sorprendernos a la hora de conocer al elegido. 
-          En un mundo que marcha al paso de los dictados del poder financiero, con una Europa embarcada en la austeridad y la restricción de derechos básicos, los EEUU ajustando cuentas  en todo el mundo según su concepto de seguridad mundial, esto es, petróleo, insumos y áreas estratégicas en control directo o mediante personeros locales.
-          En una década en que la iglesia “víctima” de hackers, quintacolumnistas  y de la masividad veloz de las redes sociales, transparentó sus peores lacras: especulación financiera, encubrimiento a estupros múltiples en todos los continentes, el renacer de la discriminación a culturas con otras convicciones e identidades sexuales ídem, el colaboracionismo con dictaduras.
-           En un mundo en que sólo los procesos latinoamericanos alumbran alguna esperanza para los pueblos en el siglo que comienza.
-          Después que la última elección en el Vaticano alumbrara un papa con pasado nazi: ¿Cómo sorprendernos que Jorge Bergoglio sea designado papa?
Algo desvía nuestra mirada objetiva una y otra vez y es la expectativa, latente, oculta, inconciente, de que la iglesia “se aggiorne”, se sobreponga a sus peores pecados,  encare un paso decisivo hacia la necesidad de trascendencia y hermandad humana que anima a muchos de sus fieles, esos que mantienen la esperanza ante cada votación para irla perdiendo con la gestión que sobreviene.
Por otra parte ¿es este un aggiormiento que se puede esperar de la curia vaticana?
Tomemos los últimos 150 años. Después y antes de Juan XXIII ¿qué otra cosa hizo la conducción de la iglesia que no sea consolidar lo establecido, abrir espacios de disputa contra toda forma de cuestionamiento social y político, se trate del marxismo, el tercermundismo, el mundo musulmán o –ayer y hoy- los populismos latinoamericanos?
Entonces ¿cuál sería ese aggiornamiento que puede liderar el ex arzobispo de Buenos Aires, probado consejero de la dictadura del proceso, redactor de listas de curas “díscolos” hoy desaparecidos? ¿qué revisión podría encarar este responsable principal de la ausencia de la iglesia a la hora de memoria verdad y justicia que –salvo el poder judicial- asomó en el  “-----nunca más” y se consolidó y aceleró con la bajada de los cuadros y el pedido de perdón en nombre del  Estado que pronunciara Néstor Kirchner en la ESMA?
Para despejar dudas vale la pena reparar en la frase con que se presenta a la grey en carácter de nuevo papa: "parece que los cardenales me vinieron a buscar al fin de mundo". Nada de tierra de paz, de promisión, de inclusión, de solidaridad o de convivencia entre diferentes. Nos presentó como si viera a la Argentina desde la Europa del coloniaje y el genocidio originario: "el fin del mundo".
En un artículo publicado en el blog El Atrio , hace dos días, el 11 de marzo, José Manuel Vidal, un considerado “vaticanista” en España, ya anunciaba el posible papado de Bergoglio desde una mirada que puede darnos pistas al respecto: “Capaz, inteligente, profundamente espiritual y hombre de una sólida personalidad, no se arredraría a la hora de meter en cintura o de reformar en profundidad a la Curia romana”. Vidal refuerza esta consideración citando al cardenal Kasper,   “la Iglesia necesita transparencia y colegialidad. Hay que salir del cerco del centralismo romano”. Y añade: “Cambiar la Curia es una prioridad”.
Hombre que supo crecer a la sombre de Wojtila al igual que Ratzinger, el renunciante, Jorge Bergoglio podría encarar con más estilo que su antecesor–con  cambios de nombres, pases a retiro, pedidos de disculpas y algunas reconvenciones- el maquillaje institucional de la cúpula que la situación requiere, mientras orienta la acción central de la iglesia a dos tareas complementarias:
-          Bendecir y dar letra a la ola de conservadurismo que se extiende por el mundo occidental y cristiano, con ramificaciones a otros lares.
-          Aportar a limar el ejemplo populista americano que, con variantes que lo hacen más seductor aún, amenaza con extenderse a pueblos de otras regiones.
Difíciles tareas, aún para alguien que (recuerdo la risa de nuestro querido Chavez al referirse a esta verdad de dogma) se considera representante de dios en la tierra. Tan difícil como esperar que los excluidos del mundo se beneficien de su gestión.
Pero vienen por nosotros

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