lunes, 19 de octubre de 2020

BOLIVIA, OTROS RITMOS. EL TIEMPO Y LA SANGRE


Ganó el MAS en primera vuelta.

Está todo por verse, pero el punto de partida de esta nueva semana, de este nuevo momento, de esta nueva fase en la lucha del pueblo boliviano, es su triunfo en la urnas, de la mano del partido que la derecha quiso destruir, a sólo diez meses de un golpe sangriento, racista, depredador, que supo reunir Fuerzas Armadas, fuerzas represivas, la fauna separatista y racista que domina la Media Luna "camba" con Macri, Bolsonaro,  la OEA y Trump.

Recuerdo los primeros días del ataque golpista a pueblos enteros, los linchamientos. Las primeras horas que se fueron extendiendo hasta la renuncia de Evo, la "asunción legislativa" de la usurpadora Añez. Recuerdo esa mezcla de espera, rabia contenida, sacrificio y algo indescriptible que parecía campear, a los ojos de nuestra militancia, en la actitud de la mayoría del pueblo boliviano.  Cada día parecía demasiado y más de uno se preguntaba por qué  el golpe sigue adelante, cuándo se lo detiene. 

Sin solución de continuidad, ya instalados los golpistas en el gobierno, todo tiempo comenzó  a parecer poco. Evo y otros referentes salvados en parte por nuestra solidaridad, los procesos a dirigentes, las proscripciones, los planes a futuro de los golpistas. Otra vez, a una mirada "desde acá", todos parecían presagios de pérdida a largo plazo de la democracia en la república hermana. 

Hay un algo en nuestra forma de ver el tiempo desde el centro de CABA, los "centros" de Conurbano, las grandes ciudades, que se ralentiza al alejarnos un poco. Es cómo vivir y siente su vivir la mayoria de nuestra gente. Pero el apuro se reinstala en nosotros apenas volvemos. Y lo peor, vivimos y pensamos como si ese fuera el único tiempo.

Hay que repetirlo, la cultura oligárquica en América Latina es una continuidad del ojo colonial. La sangre del pueblo regó independencias, el sucesor del amo (a veces el mismo amo) se apropió de lo más  y lo mejor y desde allí construyó su poder en cada nación.  De la impronta colonial y sus sucesores pudo dar cuenta Castelli, salvado de milagro de la ira de los ricos cuando llegó a lo que hoy es el territorio boliviano, mentando la hermandad americana, la igualdad entre criollos y originarios.


DIEZ MESES se tardó el pueblo boliviano, sus dirigentes, refrendados en esta Victoria como estrategas que no comprendimos del todo en su devenir, aunque sí contribuimos a su sobrevivencia.

Recuerdo el entierro simbólico del ALCA, en el Estadio Mar del Plata. La previa al acto, un buffet improvisado cerca de la entrada al palco central. De mañana, tras horas de preparativos, un café con leche en el mostrador, bancos altos. Miro a mi izquierda, un colla alto, fornido me saluda. Reconozco a Evo, en ese entonces una esperanza. Nos damos la mano y comienzo a preguntar. Y Evo, aún en el llano total, va hilando sus respuestas con una seguridad que en las últimas décadas sólo pudimos ver en Néstor, en Cristina. La seguridad de quien confía en su pueblo y confía en que va a hacer sin resbalarse lo que su pueblo necesita. La apertura de la puerta es inminente, pero encuentro espacio para una última pregunta. "Compañero: ¿cree que esta vez tendrán la suficiente diferencia y la derecha no dará un golpe?".

La respuesta: "Es el momento. Vamos a ganar y la región acompaña". La puerta se abre, vamos al palco.

No hay dos procesos populares iguales. Tampoco hay dos momentos iguales. La derrota del ALCA, Busch el primer presidente estadounidense que regresa perdidoso de una negociación internacional, la región con pueblos recuperando gobiernos, era ese momento. El momento.

No es éste. La pandemia, la guerra económica que sostiene Trump, el control del patio trasero como una de las condiciones de su fuerza, gobiernos serviles al imperio, con la única excepción de Argentina y Venezuela.

No hay dos procesos populares iguales, pero hay un denominador común que Evo y sus compañeros supieron percibir, que el pueblo boliviano señala con su conducta mayoritaria. 

La oligarquía boliviana, como la Argentina, no tienen proyecto para todas y todos los habitantes de sus respectivos países, tampoco para sus mayorías. Su único horizonte actual es conservar poder, rapiñar lo público, fugar divisas, rematar riquezas que no puedan explotar en lo inmediato, limar institucionalidad, democracia soberanía. Nada que ofrecerle a trabajadores, a los sectores medios, incluso a los menos encumbrados de su élite, más que empobrecer, perder empleo, calidad de vida, derechos. Los poderosos están más apropiados de las riquezas que nunca, pero está fuera de su horizonte compartirla. 

Esas oligarquías,  la nuestra, la boliviana, sólo tienen una posibilidad politica: medrar de nuestros errores, nuestras divisiones, nuestras desesperaciones, lograr dividirnos entre el pueblo mayoritario y sus sectores más activos, dividirnos entre pueblo y militancia, entre dirigencia, pueblo y militancia. Sólo nuestros errores pueden brindarle a ese arco que va de Etchevere a Lewis, de Roca a las exportadoras/fugadoras de cereales, lo que su incapacidad de hegemonizar en democracia les niega.

Perón,  en una ecuación que muchos sectores políticos no entendieron en su momento, dijo elegir entre el tiempo y la sangre. El bombardeo, las bombas en la Plaza, el discurso genocida explícito de La Nación, La Prensa, anunciaban una matanza masiva, a lo sumo una guerra civil con resultado cierto. 

Fue el tiempo. No sin sangre. Nunca lo es para el pueblo. Pero hubo una generación  maravillosa, otras, hubo década, doce años ganados, derechos recuperados y nuevos derechos porque se priorizó, sabemos que no siempre, el tiempo.

DIEZ MESES. Puesta nuestra esperanza en que la entrega de gobierno se produzca, en que Bolivia y Argentina sean escalón para Lula en la próxima, vale la pena preguntarse qué aprender del pueblo boliviano. Quinientos años se resumen en su mirada, en su actitud, también en este triunfo.

En Argentina venimos de una historia más fragmentada, una sociedad más variopinta en sus orígenes, sus culturas, sus desfasajes y divisiones. Pero algo de Bolivia tiene que llegarnos. 


Un solo objetivo era prioritario tras el golpe: recuperar el gobierno, la democracia, la soberanía. A  ese objetivo prioritario se dirigieron todas la acciones de Evo, del MAS del resto de sus dirigentes. Resignaron proscripciones,  cárceles, exilios, sufrieron humillaciones, saqueo, muertes. Pero hoy son, a la vista de su pueblo y el mundo, la fuerza política elegida por la mayoría, una vez más, de la mano de Arce, Evo y toda su dirigencia, convalidada por el voto y por el acierto de su estrategia. 

Esa es la enseñanza. Tenemos también acá un pueblo que sabe resistir tanto como medir el momento y lonque se juega. La oligarquía nos crea cada día diferentes conflictos con un solo objetivo, hacernos perder el rumbo, separarnos en pequeñas batallas, todas alejadas del objetivo que debiera ser prioritario: bancar crisis y pandemia con la mirada puesta en consolidar al gobierno en las elecciones de dentro de DIEZ MESES. Cada afrenta, cada maniobra desestabilizadora, cada movida proCOVID19,  cada declaración destemplada de las y los derrotados de 2019 debe ser evaluada a la luz de este objetivo. 

Cuando sintamos urgencias, pensemos en lo que pasó el pueblo boliviano en peores DIEZ MESES, en lo que pasan acá nuestros hermanos sin empleo, dependiendo de la ayuda del Estado, ninguneados uno y otro por el discurso y las acciones de la derecha. Pensemos en Cristina, anunciando su vicepresidencia para cerrarle la última salida a la derecha.

Es momento de tender la mano al que necesita, ignorar al que provoca, buscar justicia ante la agresión y el saqueo. 

Las grandes batallas requieren de una situación local y regional que recién estamos construyendo.

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