jueves, 15 de octubre de 2020

IDEA: LOS DUEÑOS DEL PAÍS, LA PROYECCIÓN DEL MAL

El presidente Alberto Fernandez participa del coloquio virtual de IDEA, en su perspectiva de dialogar con todos los actores sociales. Varios caracterizados participantes, mientras habla el presidente, escriben lo que la periodista Florencia Barragán llama en Página 12 "un muro de falta de respeto." 

Coexisten en el coloquio algunos dueños y muchos CEOS. Son, como se ha dicho, dueños de un país que detestan, compatriotas de un pueblo que detestan y se sienten rehenes de una institucionalidad que también detestan. Son incapaces de gestar un país grande, desarrollado, inclusivo, a pesar de haberse apropiado malamente de alimentos suficientes para trescientos millones de habitantes, del séptimo territorio del mundo, de una de las cuencas fértiles más importantes del mundo, de la existencia de una mano de obra de altísima calificación a la que despojan del mar de riquezas que ellos gozan.

Tilingos al punto de comentar en un muro lo que no son capaces de poner a la discusión pública más que en sus casas, corporaciones y encuentros endogámicos. Brutos por esa falta de roce social, formados para imponer antes que para cooperar, envidian todo liderazgo genuino porque nunca lograron más apoyo que el corto periodo que fue de 2015 hasta que el curso de la realidad y la resistencia popular, desnudaron sus construcciones mediáticas, el lawfare y la cadena de negociados, saqueo del Estado y de la población.     

Les habla en el coloquio el presidente de la Nación, la autoridad máxima de esta república, votado por la mayoría del electorado y apoyado hoy por más, pero no son capaces, no de respetar su palabra, lo que ya es mucho, sino de argumentar de modo claro y preciso qué es lo que quieren, cómo lo harían, para qué y para quienes. 

"Setenta años de intervencionismo estatal". Ni sumar bien. Son setenta y cinco los años en que les arrancamos de a pedazos, en lo material y en lo temporal, la posibilidad de incidir en los destinos de nuestra Patria, tras décadas y décadas de verlos moldearla a imagen y semejanza del invasor colonial, de quien son herederos en su forma depredadora, autoritaria, expulsiva y de sometimiento a toda forma de trabajo.

El peronismo les duele porque cada vez que volvemos los obligamos a cumplir con los derechos conquistados y ceder parte de lo que fugan, evaden, malgastan. Se sienten robados con una intensidad equivalente a su expoliación de la población y el país todo. Nada más proyectivo, cercano a lo paranoico que la mirada y el discurso oligárquico y su antecesor: el colonial. Desmembraban indios, robaban sus mujeres porque vinieron, no a trabajar sino a saquear en bandas masculinas, pero construían en relatos y textos escolares el mito de "la cautiva". Construían el desierto en casi todo el territorio a fuerza de exterminar gauchos y originarios y luego presentaban la llegada de mano de obra despojada y hambrienta del Europa como "poblar el desierto". Construían el indio- demonio para apropiar esas tierras, como Rivadavia legalizó la leva para el "vago y malentretenido" mientras en una época y otras repartían territorio entre, justamente, vagos y malentretenidos. También apropiaron indios sobrevivientes y sus familias, como lo hacían los Bullrich, anunciando en los diarios de aquella época el reparto de estas personas  para servir a familias porteñas. Familias como los Bullrich.

Armaron bandas fascistas antes del fascismo mismo, como la Liga patriótica y se justificaban acusando de terroristas a sus víctimas. Echaron a Irigoyen para continuar el saqueo y lo acusaban de corrupción. Bombardearon la plaza y en lugar de condenar a los asesinos las tapas de sus diarios criticaban a Perón para no avisar a la población y así "salvarla". Secuestraron un cadáver, el de Evita, y aún no encuentran un delito tan siniestro para endilgarle al movimiento popular. 

Esconden y fugan granos, bienes, riqueza, se la apropian gracias a gobiernos afines, pero se quejan de que les roban. Hicieron que los genocidas nos carguen a todas y todos su deuda externa privada, pero no aceptan ni hacer una contribución para las acciones contra la pandemia. 

Rechazan a Cristina porque no soportan que una mujer sea más capaz, inteligente, valiente y querida de lo que ellos podrán serlo nunca, pero dicen atacarla por su soberbia. Son el motor de toda corrupción pero nos tratan de corruptos a quienes los exponemos. Usaron una y otra vez al Estado para enriquecerse, desendeudarse, limpiar apropiaciones siniestras, por caso Papel Prensa, pero se quejan del Estado intervencionista, Nombran miembros de la Corte por decreto, esos miembros no rechazan el nombramiento y se van a sus casas sino que asumen ley mediante y así se sienten legitimados para juzgar. 

No proyectan sobre los demás su propia carga negativa sólo por ser cínicos, mentirosos, escondedores de malas acciones a costa de culpar a sus víctimas, al estilo de Macri en el reportaje del ex vocero de los genocidas, Morales Solá, este último lunes, sino para convivir consigo mismos sin dudar ni por un momento que el mundo los necesita. 

Son, en tanto no rompan esa tradición y continuidad, una carga para la Nación, para la República, para la ciudadanía, factor de retraso y pobreza. Mientras sostengan esa cultura, quienes cada día construimos el país no podremos saber cuales son nuestros límites y nuestras posibilidades: hasta el clima parece a veces depender de su inoperancia, hasta la menor carencia,,culpa de su avaricia y rapacidad.

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