viernes, 2 de julio de 2010

Ernestina y Magnetto, del efecto Dorian Grey al efecto Yabrán

La grandeza es propia de lo humano. Basta pensar en Evita, el Che, en Saramago, Walsh, Mandela, Tupac. El pueblo argentino, por ejemplo, tantas veces rescatándose en su dignidad a pesar de nuestra larga historia de injusticia y los genocidios.
Frente a tanto valor se hace difícil confrontar con las bajezas que también prosperan en lo humano.
¿Cómo reconocernos en la misma especie con quienes fueron y son beneficiarios de las peores vejaciones a semejantes, del despojo de su progenie, del despojo de la identidad de estas nuevas víctimas, arrojadas a una falsa historia que va a estrechar su futuro como un grillete, para siempre?
Más de trescientos hijos de militantes secuestrados por el terrorismo de Estado siguen sin recuperar su identidad. El origen de los llamados Marcela y Felipe Noble es hoy quizá su paradigma.
El desasosiego de los apropiadores
Conforme el cerco se va estrechando a su alrededor, Ernestina y Magnetto avanzan inexorablemente hacia sus tragedias referenciales.
Como un Dorian Grey al revés y sin un cuadro que la redima, Ernestina carga en su imagen con las trazas de sus peores acciones:
- La apropiación Marcela y Felipe, en un mismo acto despojados de la posibilidad de saber sobre la suerte e identidad de sus padres, despojados de conocer los nombres que sus verdaderos progenitores imaginaron para ellos proyectando futuro mientras los verdugos rompían su carne, despojados de amar rostros, olores, un calor borrado por años de mentira y condicionamiento en esa oscura costumbre que nos lleva a amar a quienes nos dicen son nuestros padres.
- La apropiación de Papel Prensa, concretada casi al borde de las celdas en que se torturaba a la familia Graiver.
- EL trueque de silencio por sangre , pero también dinero, prestigio, poder por la misma sangre.
- El abuso con la buena fe de una sociedad a la que todavía le cuesta pensar tanta perversión formando parte de su entorno.
Me pregunto si en su fuga sin persecución visible, Ernestina se preguntará por qué la justicia se detiene en sus acciones.
El cuadro a lo Dorian Grey no está para mostrarle en su deterioro los horrores y miserias sobre los que construyó su ascenso hasta el nivel de gobiernos y dictadores. Es probable, me digo, que en su zaga haya adquirido esa convicción de impunidad tan arraigada en las cortes del poder de la Argentina.
La respuesta es simple pero la carrera de Ernestina se empeñó en negarla por décadas: un pueblo como el nuestro no puede ser moldeado ni por un diario ni por un multimedios. La justicia se vuelve más molesta y memoriosa cuando una sociedad no olvida y cada vez que recupera fuerzas reclama.
Magneto, aún en el país, es la contracara de la apropiadora y la completa.
Quizás por haber llegado a destiempo y con menos méritos al reparto dictatorial de títulos y honores tuvo que hacer gala de sus vínculos con los genocidas y poner el cuerpo en lugares menos agradables que Ernestina. Ayer la proveyó de los pibes uno primero, otro después. Después jugó sus arrestos de matón con los Graiver - Papaleo para proveerla de Papel Prensa. Más tarde, con el empresario Pirilo, fue jactancioso de su poder y al mismo tiempo quiso cubrir a su jefa-socia proponiendo a Estela Carlotto y las abuelas una transacción que estas nunca permitieron.
Hoy, en los exabruptos del ex juez Cavallo, en la contaminación de pruebas, en la campaña contra el Banco de Datos o en la semifuga de los pibes, expuestos por sus apropiadores sin la menor consideración, parece brillar la firma del otrora oscuro gerente.
Magnetto ha dejado demasiados rastros por detrás, tantos como para encontrar resquemores incluso entre el círculo de los más privilegiados de Argentina. Como Yabrán en el final, su cercanía mancha y genera desconfianza. Cualquiera, tenga el nivel que tenga, puede ser arrastrado en su caída.
El efecto Yabrán ya prefigura la suerte de Magnetto.
Como aquel otro beneficiario del genocidio está dispuesto a dar pelea. Pero algo ha cambiado: Magneto no cuenta con protectores de nivel de Estado, salvo en el raleado clarinismo militante del Parlamento.
Y las memoriosas y memoriosos, los que siempre buscaron verdad, restitución, juicio y castigo hoy ven su reclamo instalado como política de gobierno.

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