lunes, 1 de agosto de 2011

El ballotage, el no-psicoanálisis y el progresismo

A propósito del resultado del ballotage en Capital, cuelgan en mi Facebook una cita de Willhem Reich que hace Giles Delleuze "Es preciso estar dispuesto a escuchar el grito de Wilhelm Reich: ´no, las masas no han sido engañadas (en Alemania, en Italia); ellas han deseado el fascismo en un momento determinado!´" .
Más allá del contexto en que pudo producirse esa afirmación, la abordo por la forma brutal con que pinta sufrimientos de algunos colegas y profesionales e intelectuales de distinta índole frente a lo que (casi ninguno lo dice) sería una traición del pobrerío y del medio pelo a los ingentes esfuerzos que venimos haciendo los Kirchneristas para conducirlos al futuro, la dignidad, la soberanía, la felicidad.
Incluso un abandono a nuestros muertos, un desflecar nuestras banderas, etc., etc.

Para esa mirada, el pueblo de la Ciudad sería no sólo ignorante sino también cómplice, casi hacedor de ese casi monstruo que nos cercaría con globos y triangulitos de colores en lugar de tanques y fusiles FAL.

Hay tres problemas al enfocar así las cosas

Uno: un problema político es convertido en un problema moral y de ese modo -siempre es así cuando alguien se para desde “lo moral”-se deja a la mayoría del pueblo fuera de “lo justo”, “lo conveniente”, “lo sano” o lo que quiera que sea positivo para el que habla. Frase un bloggero, Gustavo Ramirez, "si seguimos pensando que la política se divide en términos morales abramos más iglesias y menos unidades básicas." Como respuesta sobra.

Dos: se establece un cierto nivel "científico" dentro del cual, al igual que con los "moralistas", se puede afirmar cualquier cosa sin hacerse cargo de las consecuencias que esas afirmaciones tienen.
Aclaremos entonces las categorìas.
Desear no es lo mismo que saber qué se desea. Y el sufrimiento personal suele sacarnos del lugar profesional, como a Reich en su frase. El deseo es lo más inabordable, inaprensible e inmanejable que hay. Su objeto nunca nos será visible ni podremos terminar de decidir si va hacia la vida o la muerte porque ambas, en su devenir, se funden de un modo que no podemos acceder. Y si para el psicoanálisis esto es básico y sustenta nuestra profesión y nos da de comer, ubicarlo como rasero para el análisis político es tan eficaz como usar una brújula para tomar la temperatura.Si alguien concita el apoyo de millones de personas no será porque haya comprendido el deseo, diverso, complejo, variado hasta el infinito, de esos millones. Logrará el apoyo porque acertó en su propuesta para el mundo concreto, para los sentimientos e ilusiones de esos millones.

Y si bien hay tantas formas de que esto se produzca como gobiernos y oposiciones existieron desde que la humanidad existe, las dos más opuestas suelen ser:
a- destruir el mundo de las personas, sus valores, bienes e identidades, hasta arrinconarlas individualizadas en el uno contra otro y aparecer así, quien construyó su poder de este modo, como la única posibilidad de reestablecer alguna unidad. Eso es el fascismo, los nazis: el imperio de la gran burguesía tras una derrota tal de un gobierno popular que de entre los mismos derrotados, sobre todo entre sectores medios y desocupados, llegan a surgir los que serán la masa de maniobra de ese fascismo. Este apoyo y agrupamiento no son el comienzo de la construcción sino la continuidad de la destrucción de los lazos sociales en que se sostenía esa comunidad.
b- Convocar desde la recuperación de aquellos lazos de unidad que definen una actitud de producción y protagonismo colectivos, de solidaridad, de búsqueda del bien común, de progreso con justicia social. Afincar el devenir político de una sociedad en estos. Hablo de avanzar hasta el siempre inacabado ser colectivo desde aquellos valores positivos que han construido la identidad de un pueblo. Esto tratamos de hacer los kirchneristas. En esto se afinca nuestra propuesta y esto explica por qué resurgimos entre tantas crisis, por qué nos abrazamos a lo mejor de nuestra comunidad y lo convertimos en acción política. Por eso cuando nos salimos del libreto fracasamos y por eso nuestros adversarios tienen que inventarnos intenciones ocultas cuando buscan desprestigiarnos.

Tres: al esconder nuestros errores y debilidades agrandamos al adversario en un nivel que no puede alcanzar por sí solo.
Ni Macri es Hitler, ni el peronismo es el stalinismo, ni la Argentina en el Mercosur es Weimar, ni el pueblo argentino ha sido destrozado en la última década por una guerra por el dominio del mundo, ni vinieron fuerzas imperialistas a liberarnos sino todo lo contrario, ni tuvimos que bajar ninguna bandera porque ganó Macri en Capital, ni Macri se pudo permitir cuestionar una sola de nuestras banderas en su discurso de ayer.
Como dijo Freud en célebre conferencia, "no siempre un habano es un falo" y –me digo- no siempre una derrota puntual indica tendencias permanentes. al menos, no las que culpan a la sociedad porteña.

A diferencia de la República de Weimar habrá que buscar en nuestras debilidades y errores el motivo de la reelección de Macri y trabajar sobre ellas para que en la próxima elección local también la Capital de la Argentina tenga un gobierno orientado a la soberanía política, la independencia económica, la justicia social y el mayor espacio para el desarrollo de las diversidades para todos los argentinos. Y Macri, a no dudarlo, declamará ahora lo mismo, porque hasta buena parte de sus votantes quieren escuchar ese discurso.
Todo está dado para ganar por Cristina 2011 en agosto y en octubre y con votos de Capital, así que condenar a la sociedad porteña
a las víctimas de los que se benefician del Macrismo, como Dijera Galasso- no es un camino ni una explicación.
Ahora Macri tendrá que incumplir sus pocas promesas o pasarse a nuestro bando.
Sabemos que no va a hacer lo segundo. Seguirá como el repetido valor local de una derecha aún sin líder en el país. Si hacemos lo nuestro bien, la Nación seguirá por otro camino.

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