jueves, 9 de febrero de 2012

Chau Flaco Spinetta, hacedor de sueños y reencuentros

"Los medios de comunicación son hoy como parapoliciales del periodismo" L. A. Spinetta
Tengo menos música que una orden de arresto. Así que la muerte del Flaco -Otro Flaco definitivo se nos va- me pasa más por los sentimientos que por alguna exclusividad de estilo que no alcanzo.
Difícil despegarme de los 18 años que teníamos con mi novia de aquel tiempo, cuando pudimos juntar la guita suficiente y comprar nuestro segundo long play, el primero de Almendra. Y las tardes que nos arreglábamos para llegar temprano -o tarde, a la pesca de algún momento de soledad en la casa familiar en Palomar- para que el Flaco y su gente nos desgranaran palabras mientras nos dedicábamos a gozarnos.
Pienso en otros años, cuando esas letras, una melodía, eran una forma de tocarnos tras paredes, de decir acá estoy, estoy en la de siempre, sigo. Años que no supe si Almendra, Manal y el resto seguían existiendo. Como ese día en que el yuga dejó la radio cerca de la reja -época del mundial ´78- y tras escucharse "Canción para mi muerte" el locutor dice "de la despedida de Sui generis en el Luna" y todos volvimos a confirmar -como si fuera necesario- que el mundo que dejamos ya no estaría al salir. Años que tuve que recuperar en bloque, con los casettes que me guardaron amigos para que supiera que vino Pescado, Invisible, Jade, otras bandas y otros estilos, algunos que me llegaban y otros más o menos, pero siempre buscando más. Y juntando lo que sobrevive con lo perdido, hacedor de sueños y encuentros.
Mi vida, el sexo, el amor, la política, todo irrumpe mezclado cuando me entero que murió el Flaco.
Estaba con amigos, tratamos de no dejarnos ganar por la tristeza. Pensé en su grandeza de artista, en su subjetividad explícita, su poco disfraz.
Hoy Gerardo Fernández decía en la radio que el Flaco era un frontón contra el que rebotaba toda forma de boludez, contra ese mundo de la boludez, del hacé- cualquier- cosa- total-todo está- perdido, que vino como subproducto del liberalismo.
Me permito agregar; era un frontón contra dos mundos, el de la boludez y el mundo del careteo, ese mundo complementario de los que todavía mantenían el gesto adusto, no para resistir sino para no caerse, para agarrar alguna migaja al caer de la mesa del banquete entreguista. Dos mundos que se armaron sobreviviendo la dictadura y tuvieron -todavía tienen en nuestros medios, por ej- todo su despliegue en la democracia condicionada que la siguió. Y el flaco que no se permitió nunca una respuesta boluda, nunca bajar el nivel de los que estábamos pendientes de lo suyo, ni al hacer un chiste.
En su libro" Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA" Larraquy y Caballero cuentan una anécdota. En una reunión de JAEN, agrupación en que coexistían Galimberti y Grosso, se debatía el tema de las sustancias prohibidas y se decidió que los militantes no podían consumirlas. " Spinetta rompió ahí mismo con ese discurso. Se levantó, encendió un porro y se puso a fumar marihuana.
El responsable le ordenó que se fuera.
Spinetta no hizo caso. Se acercó a una ventana y se puso a mirar la ciudad. Alargaba cada pitada.
–Consumir drogas no es una actitud contestataria contra el sistema. Es una condición de debilidad frente al sistema –sentenció el responsable, irritado.
Spinetta no contestó. El ambiente se tensó. (...)
–Será valioso, pero vos no tomás conciencia del riesgo que corremos si sigue con nosotros. Un tipo que hoy fuma un porro, mañana te vende por un porro. Propongo expulsarlo, compañeros.
Spinetta ya se había ido.”
No importa del todo si fue exactamente así o parecido. El caso es que cada uno de ellos tuvo su lugar en el desarrollo o la resistencia contra esos dos mundos donde la vida se degrada en algo innombrable y ya nada vale la pena. Menos que menos la poesía.
Y el Flaco, tan flaco y ahora tan inmaterial, siempre un frontón. Ese fue su lugar en el arte y en la relación con todos: nunca la boludez, nunca esa derrota.
Hemos tomado con mi hermano la costumbre de compartir algo que nos guste: una película, una obra de teatro, un recital. Fuimos hace un año a ver al flaco al Coliseo de Lomas. Unos 400/500 compartimos casi dos horas de su obra.
Feliz con algunas canciones, lejano de otras, me fui con una sensación: cada uno de los que estuvimos tuvo su propio recital, abrazó sus propios sueños.
Y fue como si el Flaco nos hubiera abrazado a todos.

2 comentarios:

  1. Como siempre compañerazo Mario, un placer y un consuelo leerte. Sentir que no me pasa a mi sola esto de que su partida... abrió puertas del recuerdo que la vida cotidiana (de mierda!) había tapiado. Abrazos!

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  2. Abrazos y a seguirla porque el Flaco, los Flacos, nos guiñarían el ojo poniendo en duda hasta lo inexorable de la muerte

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