En su blog (ver enlace) Artemio López publica la siguiente infografía acompañada de un artículo sobre la evolución del precio de la yerba.Un día después de celebrar uno de los más auspiciosos Día de las y los trabajadores de nuestra historia, a cuatro de maravilloso acto de Vélez, creo que es el mejor momento para ocuparse del problema de la inflación inducida, una de las principales trabas que el empresariado pone a la redistribución de la riqueza, la estabilidad democrática y el desarrollo argentino. Más allá o más acá de la economía, están en juego la continuidad del proyecto K, la elección de la CGT y la evolución de las alianzas que lo sostienen. En la imagen, COTO parece ser la explicación de todo, veamos si es así.
Lejos estoy de
defender a COTO, empresa que pasó del bolichito-granja al supermercado con producción integrada beneficiándose de la destrucción y desguace de Supercoop e hizo negocio con
todos los gobiernos. Pero creo que afirmar "encareció" cuando nos
referimos a harina y galletitas, incluso carne, no parece pertinente.
El mercado de
harinas es oligopólico, con una gran incidencia de Molinos entre una par de
empresas y se regula por los precios de exportación que pueden lograr. Eso se
extiende a galletitas, ARCOR mediante. Algo similar pasa con el balanceado con
que se alimenta vía feedlot a la hacienda en zonas de engorde. En cuanto a las carnes, el ritmo de aumentos que muestra la figura es igual o menor que, por ejemplo, la carne de dinosaurio al borde de
descomposición que venden en el Mercado Central. El gobierno seguramente lo sabe, ya que
-por ej en harina- es un gran comprador.
Se entiende
que la situación de balanza comercial obligue al gobierno a hacer concesiones a
quienes exportan e ingresan divisas. Hubo y habrá que convivir con este abuso
hasta que la correlación de fuerzas o el cierre del embudo nos permitan o nos obliguen a avanzar sobre sus intereses, como ha sucedido con YPF. El problema es
que el impacto directo sobre la calidad de vida del pobrerío es mucho mayor que
en el caso del petróleo.
Lo mismo
sucede con su incidencia política: aunque el kirchnerismo es hoy mayoría indiscutible, el
abismo con el neoliberalismo sería mayor si no existiera este desgaste político
por goteo que produce el aumento de los precios de la canasta básica.
Ahora bien, si no se va al fondo de la cuestión nadie más que la derecha puede sacar beneficio manteniendo esta situación.
La oposición
partidaria abunda en quejas abstractas, pero ni idea de cómo resolverla.
Además, a pesar de sus posiciones más razonables del último tiempo los
distintos partidos siguen encorsetados por una convicción básica: no se podría
gobernar sin contentar a las corporaciones[1]
El
moyanismo, al enfrentar con un vandorismo mal entendido esta inflación inducida
seguirá perdiendo incidencia y aislándose, ya que por un lado se desgasta
confrontando con Cristina, quien es vista por la mayoría de la sociedad como el
principal obstáculo contra una vuelta al pasado. A la vez, el proceso puede
redundar –ya ha sucedido- en reducción de volúmenes de venta en el país, e
incluso de producción global. Ello implicaría menos empleo formal, por tanto menos
incidencia del gremialismo -en esto incluímos todas las corrientes y
estructuras- en el proceso político.
¿Por qué digo mal vandorismo? porque el vandorismo -más allá de las justas críticas sobre su
esencia burocrática, macartista, etc.- trataba de avanzar en conquistas
apretando y negociando. Pero no apretaba al proyecto de desarrollo triunfante,
salvo que sus bases los estuvieran rebasando ("con los dirigentes a la cabeza o
con la cabeza de los dirigentes", decíamos en la CGT de los Argentinos). El guiño
al onganianto, la ofensiva contra Illia, también las jugadas contra Perón en el exilio, son
ejemplos de aquella política. Pero también el ejemplo de Elpidio Torres armando
con un “zurdo”, el gran Agustín Tosco[2]
aquel paro activo que terimaría en Cordobazo y sellaría, en meses, el fin del onganiato.
Los pasos
de minué hacia el desplazamiento de Moyano tampoco alcanzarán en la CGT para
recuperar una incidencia gremial que el aumento del empleo formal y la mayoría
cristinista podrían hacer viable. Tampoco el mero seguidismo al gobierno, ya
que el proceso de inflación inducida existe, incide sobre el bolsillo de las
familias trabajadoras, tarde o temprano lleva a la confrontación. El problema es
decidir con quién confrontar, si desnudar o no al verdadero responsable. Ese el
el nudo del problema: o se confronta con el gobierno o se producen alternativas que vayan trabando el manejo que hoy hacen los monopolios. Si se elige el segundo camino, la primera tarea es desnaturalizar la idea de la inflación como un defecto
constitutivo de los gobiernos populares e identificar a sus responsables y sus
consecuencias: desestabilización democrática, ataque a la calidad de vida del pueblo,
corrupción. Más importante aún: complementarse con la Secretaría de Comercio
para ejercer un control, desde los trabajadores organizados, en los lugares de
producción distribución y comercialización. Recuperar capacidad de movilización jugando en la gran política. Los cortes de Moyano a veces
parecieron ir en ese sentido, pero no trascendieron lo sectorial: disputarle
afiliados a otros gremios, obtener concesiones, cuando no protestar por alguna supuesta persecución.
La CTA encuentra dos problemas a la hora de enfrentar estas cuestiones, una es su escasa inserción en los trabajadores de la producción, la otra algunas coincidencias con las posturas sindicalistas de la CGT.
Veamos: la CGT
históricamente ha sido remisa a estas políticas enarbolando el argumento
amarillo de que ésta sería una labor del Estado[3] . Ahora le agrega que si los trabajadores no pagáramos impuesto a las ganancias
el nivel de vida se mantendría. Es cierto para quienes tenemos mejores salarios,
no para la mayoría del pueblo.
Aquel planteo, justo pero parcial, ignora además
que esa arquitectura impositiva está determinada por una correlación de fuerzas
y las necesidades del proyecto de gobierno. Ambos, fuerzas y necesidades, encuentran bien posicionados a los monopolios y su capacidad de decisión. Dicho de otro modo,
este proceso maravilloso puede seguir si no pisamos algunos callos: con la bronca de la derecha española y el
militarismo inglés, la mirada crítica de la derecha europea y Obama y sobre
todo del capital financiero internacional, no podemos seguir hacia adelante si no mantenemos quietos a los monopolios del orden local. Tampoco podemos hacerlo seduciéndolos, sino obligándolos a elegir con respaldo popular y política concreta entre desestabilización o negocios.
La
estructura gremial que antes adecúe su política a estos imperativos será la principal
beneficiada por el respaldo popular y quien pueda dar lugar a un nuevo
gremialismo, más cercano al protegonisno obrero, más alejado del negocio, la
fragmentación o lo meramente testimonial
Notas:
[1] Este tema es también central
para analizar a quienes hoy suponen descubrir el nacimiento del 3er movimiento
histórico tantas veces esperado por el progresismo argentino: el kirchnerismo
no sería una nueva fase del peronismo
sino un nuevo movimiento “que recoge sus mejores tradiciones, así como
las del irigoyenismo", etc,, etc. No se lo que nos deparará el futuro, pero el
presente muestra que sin esta base concreta aportada por el peronismo: identidad,
respaldo popular basado en la historia, no sólo en medidas puntuales, no habría
kirchnerismo. Mucho se ha hablado sobre las elecciones de 2009, nuestras
debilidades errores. Pero lo importante, aquello que Néstor pudo percibir y nos
permitió salir adelante, se pudo percibir en el mismo hecho electoral: el FPV fue la alternativa más votada en todo
el país a meses del mayor despliegue oligárquico-corporativo producido desde
1983. El peronismo vigente en la identidad de nuestro pueblo, ese era el factor a atender y sólo se podía consolidar yendo por más., con medidas
de fondo pero también ocupando más espacios dentro de las mismas, viejas pero vigentes estructuras como el PJ.
[2] Interesante una visión
seudorevisionista que viene reflotando el debate televisivo entre Tosco y Rucci
y concluye que “tenía razón Rucci”, como si la política fuera un simple juego
de argumentos y el regreso de Perón, el Camporazo hubiera sido posibles sin el Cordobazo,
como si la masacre de Ezeiza –el principio del fin de la recuperación
democrática- hubiera sido posible sin los despliegues macartistas que cobijaba
el vandorismo. Estábamos en pañales respecto a la ofensiva mundial que terminaría liquidando al estado de bienestar y haciendo nuestras primeras letras con la democracia, aunque más no sea "la formal", as{i que cada quien contaba errores y aciertos. El tema es ver cuál era cual
[3] En el momento más álgido de
su gestión, Grinspun reúne a CGT y UIA para discutir salario mínimo y otras
cuestiones. Tratando de mediar, les dice “bueno, pónganse de acuerdo”. Ubaldini,
responde “esa es tarea del gobierno” . A meses del fin de la dictadura, de Malvinas,
con los carapintadas en plena vigencia y el empresariado hegemonizado por el
neoliberalismo y extrañando la dictadura, el compañero equivoca la alianza. También
lo haría Alfonsín priorizando a los “gordos” La ofensiva de la derecha
constituida en menemismo se los llevará puestos a ambos con pocos meses de diferencia
y se llevará puesto al pueblo por más de una década.
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