Las concentraciones en
obelisco y plazas provinciales se van concretando, veo que algún amigo se va
calentando y hay quien se pregunta qué hacer.
¿Ahora, en pleno
devenir de la no-convocatoria?¿O mañana?
Para el “ahora”me
parece que la mejor es juntarse con compañeros, amigos, bebida fresca,
aceitunas, pizza, la cabeza bien abierta y el corazón calentito para darle la
bienvenida al capitalismo real: el de la confrontación de intereses. Uno, el de
los que tienen la vaca atada y aprovechan a los que se mueven por ellos.
Otro, el del pueblo resistente que al fin se encaramó al Estado y lo aprovecha
-con más acierto que error, muchas veces al límite de lo posible, otras veces
empujado por lo inevitable-en favor de las mayorías postergadas de nuestro país
y América.
¿Qué más hacer ahora y
mañana?
No calentarse. No todos
los que están ahí y mañana verán su imagen en algún informativo van a seguir
pensando o actuando igual. Vale la pena recordar la 125 y los muchos que fueron
cruzando después. Unos porque hicieron cuentas, otros porque se dieron cuenta
de quién festejaba, otros porque sintieron que por fin había un gobierno, políticos,
militantes, que se la jugaban por sus convicciones.
No devaluarse. El
proyecto de democracia con inclusión sigue representando a la mayoría. Y donde
vale, esto es, en los sectores que históricamente se han puesto el país al
hombro cuando fue posible.
No perder de vista lo
importante: hay gente que se calienta honestamente y esto es posible porque
este gobierno, su permanente ampliación de la democracia, ha cambiado el umbral
de sensibilidad colectivo. Hemos llevado la democracia y los derechos sociales
e individuales tan adelante que un apagón, un colectivo que llega tarde, un
impuesto de incidencia desigual o un sueldo que se atrasa un día son un
problema a resolver. Se mueven por lo que hemos avanzado con el pueblo, no por
nuestras pifiadas.
No olvidar nuestra
identidad, seguir avanzando con el proyecto en marcha es restituir y
multiplicar bienes y derechos para las mayorías, esto es, para las aspiraciones
solidarias de la suma de las minorías postergadas.
Ante el hecho
callejero, la ausencia de partidos políticos, alguien menta el 2001. Hace 11
años casi todos los sectores sociales estallaban contra 26 años de imperio
neoliberal, la democracia condicionada y la debilidad de los partidos
tradicionales. Hoy una mayoría de todos esos sectores acompaña con su trabajo,
sus proyectos y también su consumo, el efecto de 11 años de democracia con
inclusión. Una minoría, entre la que
seguro habrá víctimas indeseadas del proceso transformador, protesta
espasmódicamente.
No organizar ni dibujar
a una oposición fantasma. Ayer tenían que ocultarse, no aparecer para que
alguna protesta antigobienrno prospere. Uno o dos que se hicieron ver
recibieron silbidos y rechazos: no hay, hoy por hoy, ni un sólo referente
social y/o institucional de esa multitud dispersa que agita carteles con frases
redactadas en multimedios.
No crear
seudodirigentes desde la nada: no va ninguno no sólo porque no conducen a nadie
sino también porque no se bancarían comprometerse a nada con la gente que está
allí. “Seguridad”, pero oportunismo con jefes policíales cuando menos dudosos,
“menos impuestos”, pero ajuste, dólar “libre”, pero devaluación, “fuera
Moreno”, pero menos producción y empleo nacional y precios de los commodities
por las nubes, “menos poder del Estado”, pero más poder a corporaciones y
monopolios. En esto también el gobierno tiene su diferencial: se banca el día
después. Cristina ganó con propuestas que está cumpliendo día a día. La
oposición propone lo que no puede cumplir y silencia lo que sabe que muy pocos
aceptarían.
Con la tranquilidad que
da la honestidad, hay sí que recrear la imaginación, duplicar la acción
política, argumentar, argumentar y argumentar.
Hay quien se preocupa
porque no hay una oposición política capaz de coagular enojos. No quisiera que
estos y otros conciudadanos sean ganados para el ajuste, para volver a la
desnacionalización, al achicamiento productivo, al imperio del dólar en la
economía, del mercado en las relaciones formales y del sálvese quien pueda en
las relaciones humanas. Si sectores de la oposición recuperan banderas de
nacionalidad, inclusión, desarrollo colectivo, diversidad, mejor. Lo que los
kirchneristas podemos hacer para que esto pase es seguir adelante: nada
convence más a un político interesado en el bien común que el ver que ese bien
común se va logrando.
Lo que obtura la
circulación de la palabra es siempre tan nocivo para la salud mental como para
la democracia. Al discurso agresivo, etiquetador, desmemoriado, de rechazo e
insulto, hay que oponer el discurso de la unidad en solidaridad, la diversidad,
la memoria y la justicia.
Al fin, recrear una
unidad que no sólo sirva para atraer a los confundidos que ayer protestaron,
sino también para recuperar aquello que al compañero se lo ayuda aún en la
disidencia. Lo grande se construye con grandeza
MARIO BURGOS
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