sábado, 17 de noviembre de 2012

DÍA DEL MILITANTE, carne contra hierro. Qué fortaleza

Voy a estar en el Luna Park esta noche, en el adelanto (le dicen avant premiére) de Néstor.
En el Día del militante.
En los tiempos en que Néstor, Cristina, también yo, empezamos a militar, estos días eran de -ya no se dice- balance y perspectivas. ¿Soy militante?¿lo hago como esperan de mí? ¿me lo merezco?
Así que entrada en mano me pregunto si corresponde, si me vale ese privilegio o , como otros, llega por encrucijadas que poco tienen que ver con la fortuna, pero se parecen. Hace un par de días cumpli años y me viene casi como un regalo.
Ya quisiera estar allí, entre compañeros. Pero faltan horas y la ansiedad, el pensamiento, la ideas se disparan, van y vienen.
Me digo: ¿Qué mejor lugar y compañero para celebrar el Día del Militante?
Y con Néstor, los que están: Cristina, Fidel, Lula, Evo, Chávez, Hebe, Estela, Ana y Emiliano para representarme a todos.
Y los que no están pero me tiran un recuerdo cada tanto, Analía, Manuel, Tito, el negro Honores, Ortega Peña, el Chacho rubio, el Gallego, la Perro, Pascual de Villa.
Hace unos días le dije a alguien "lo nuevo llega porque se lo espera" y me disfracé de "lo nuevo". Y lo que siguió fue un "no" en los hechos. Y punto
Nada más fácil de refutar que la convicción de uno: basta con un no. Y sin embargo nada más fuerte, inconmovible, trascendente, que una convicción que se comparte entre muchos.
Hubo al menos dos momentos en que me maravilló sentir que en un poquito, un mínimo de materia podía alojar tanta energía y humanidad como aquella que sostiene la militancia:
1: Era el 2004 y tras las firmas de Néstor e Ibarra entrábamos en el predio de la ESMA en primera fila, tras las madres y abuelas. La fila era compacta y apuraba, así que habia que rodear con los brazos, cobijar, a madres y abuelas, a la vez que afirmarse para que no empujen los de atrás.                    
La delgadez de esos brazos, sus pequeños cuerpos, ese casi no-peso daban una sensación de irrealidad: sin embargo parieron la militancia de la dignidad, la memoria y la justicia en nuestro país y el mundo.                  
Otra situación y tan gratuita como la primera:                                        
2- Conferencia Mundial sobre vih-sida y ETS. Durban año 2000. Beca, presentación de informe con ayuda de muchos ya que mi inglés no sirve ni para pedir un Juancito caminador. De paso: hicimos grosa movida con el resto de los latinoamericanos para que en todos los espacios haya traducción simultánea al español. No anduvo pero hasta Winnie Mandela incluyó nuestro reclamo en una movilización contra los laboratorios, miles al trote y cantando como los dioses.                                                                       Vuelvo a la Conferencia: En el cuarto día estoy llegando al edificio donde se hacía el cierre. Una limusina estaciona al lado mío sin que me de cuenta. Un tipo mucho más alto y ancho que yo abre la puesta trasera, de mi lado y alguien baja, justo cuando empiezo a notar que estoy -nuevamente. donde no debo.      
Digo "noto", pero no es ese el verbo. Como seguí avanzando, la persona que baja queda en mis brazos, casi a upa. (y ahora me acuerdo de Néstor y su comentario sobre ese poca cosa de Deángelis cuando se hizo llevar en cana)                  
Así que ya con Nelson Mandela en mis brazos trato de explicar, pedir disculpas, soltarlo y que a los muchachos que nos rodean les quede claro que es todo casualidad y torpeza. Y Mandela que asiente y se deja rodear por su comitiva que lo conduce al interior del predio.                        
Ya solo, me doy cuanta que más que la presencia de los guardaespaldas me inhibió la pequeñez, lo etéreo de ese hombre que bancó décadas de las peores cárceles para ganar junto a su pueblo la primera fase de la lucha contra el aparteid.
Pero tengo que ver el cierre de la Conferencia y Mandela va a hablar y aunque no pude saludarlo como hubiera querido antes o después de ese momento en que me quedé sin línea, me apuro a entrar.                    
Creo que la sala va a estar ocupada, así que ya planeo ir adelante, como aquella vez que con Carlos, en la conferencia de Amsterdam, en el '91, todos los asientos ocupados en la ceremonia de apertura y en lugar de quedarnos de pie, atrás, nos vamos a la segunda fila hasta encontrar, justo en el centro, dos butacas que no estaban ocupadas aunque figuraban claramente los nombres de los invitados.                                             A su turno, cada disertante nos miraba  fijo una y otra vez para registrar en nuestras expresiones si estaba exponiendo bien o mal Y nosotros con cara de póker para desesperación de los inseguros. cara do póker que salió en todas las fotos de la apertura para intriga y dudas de otras y otros argentinos.                                                              
Pero estoy en Durban, Centro de Conferencias y Mandela no está en la sala central, donde aún hay sólo técnicos pues falta más de una hora para que inicie la conferencia de cierre.
Mandela está, lo veo al entrar en una sala intermedia, allá adelante, con todas la autoridades de la Conferencia, a punto de hablar. Todo lleno, así que enciendo la filmadora y voy hacia adelante. Estoy llegando  primera fila y Mandela ve al tipo que le hizo upa hace unos minutos y con una seña de su mano derecha me indica una silla, justo en el centro. Me siento, comienza a hablar y cada tanto me regala su mirada para la filmación. Al final se levanta, alguien habla de su salud y desaparece tras una cortina.          
Y ahí está la filmación, en casa, en una caja, un casete HI, una filmación bastante buena pero, me enteré al volver, sin sonido ya que un golpe había dañado el micrófono.                                                              
Tal vez sea el recuerdo, tal vez sea real: cuando vuelvo a mirar la filmación siento que se desprende de ese cuerpo minúsculo, de los pequeños ojos de ese hombre que fue boxeador y en el fin de sus días se movía con la más mínima materia posible, que emana una energía inconmensurable. Supo agruparse para luchar, supo esperar, no claudicar ni mimetizarse con el opresor. Nunca levantó la voz más allá de lo que esperaba su gente, nunca olvidó la esencia de su reclamo.
Dos momentos, dos casi casualidades. Señales, diría Cristina como esa, mi primera asamblea en la facultad. casi medio siglo atrás, el Aula magna llena y yo con la sensación de que algo no se estaba diciendo. Y anotarme y subo a decirlo y me doy cuenta que me olvidé, que ni yo entiendo qué estoy diciendo. Y voces, por detrás, de compañeros más veteranos que me dicen: "seguí, seguí, que ya te va a salir, Estás entre compañeros.". Como si eso bastara para salir del brete. Y bastó. Porque en un momento todo se alineó. mi viejo haciéndose peronista el día de la fusiladora, o aquella vez que sacamos las sillas al fondo para ver al primer satélite que giraba alrededor de la tierra, o el Eternauta por entregas, que leíamos con mis amigos en el galpón los sábados a la mañana, o mi primera tarde de sexo y ¿por qué no? las militantes de los ´70, tan bellas como para justificar por sí solas tomar una decisión y sostenerla de por vida. Como la azul y roja, también.
Militantes, en el colectivo, como se dijo: personas sencillas haciendo cosas extraordinarias. Presidir un país, hacer una pintada, callar un nombre,una dirección, seguir.
Y acá estoy, en casa, junto a mi hija, esperando la hora para ir a ver el documental de Néstor. Hace unos días yo cumplía años. Hace dos años fui a despedir a Néstor. Un poco de dolor, un poco de felicidad y lo comparto.
FELIZ DIA DEL MILITANTE.

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