Una pausa en
el pensamiento, pausa que no permite la visión directa del video: Hammás fue
elegida para gobernar a los palestinos en elecciones. Yabari, en cualquier país,
sería reconocido como “comandante de las FFAA” o “Ministro de Defensa” del gobierno
palestino. Lo de las manos y la sangre:
si se gobierna un país agredido por décadas, muchas de las decisiones que se
tomen causarán muertes: como ordenan asesinatos sin ser agredidos Obama, Merkel y todos
los que motorizan las operaciones militares en Medio Oriente y el resto del mundo.
Vuelvo a la
pantalla: una llamarada que corona en una nube de humo ocupa el lugar del
automóvil y todo termina. La vida de Ahmed Yabari es la que termina con la
detonación de un misil dirigido por computadoras. Y las cadenas subtitulan “escalada de violencia, el gobierno de
Israel anuncia una operación militar en la Franja ante la
escalada de violencia”. De todos modos hay una novedad. Hasta La Nación titula "asesinato" lo que habitualmente es titulado "ejecución", "muerte", etc.
Dejo de lado el discurso de las cadenas de medios y me
quedo en los comunicados que firma Netanyahu: agrede y se victimiza, asesina
pero acusa de asesino a la víctima, prepara una invasión pero afirma que es
para detener la violencia.
Entiendo, es discutible pero es mi opinión, que el
pueblo judío construyó su cultura milenaria sobre dos mitos: su afán por la
verdad y ser el pueblo elegido del dios
único. Esa tensión recorre el conocido como Viejo Testamento, para quienes
padecimos el catolicismo, emerge en sus textos, ora en una comunidad que se rehace
en cada diáspora, ora en un afán de conocer que ha teñido a toda la humanidad,
ora en una violencia que, salvo excepciones, se vuelve contra sus integrantes
en nombre de una verdad que impone la
elección divina.
Todas las culturas se asientan en tensiones similares,
pero pocas como la judía, sufrieron esas
tensiones han sufrido en carne propia en experiencias desgarradoras, sangrientas.
Cuesta entonces entender cómo la búsqueda de verdad se convierte en la
propaganda militarista de Israel, cómo la violencia se instala como la forma de
relación con los vecinos a quienes se identifica como enemigos, cómo se reprodujeron
y perfeccionaron los mismos instrumentos del Holocausto –estigmatización, supresión
de identidad nacional y étnica, terror, campos de concentración, genocidio- para
imponer a Israel sobre los palestinos.
Algún día habrá un análisis serio de la particular
combinación que constituye el Estado de Israel: estado policial respecto a un
pueblo inmediato invadido y una mentada democracia interna que sostiene el genocidio
palestino, militariza todas las relaciones en todos los ámbitos de Israel, hace
pública y legal la tortura, el asesinato, y todo avasallamiento del derecho de
los agredidos.
Pero hoy por hoy hay algo más acuciante. Esta no es una etapa más del genocidio.
Con Libia invadida, los países árabes bajo crisis en
general inducidas -o suplantadas por invasiones, ejércitos mercenarios y
terror, como en Libia- los EEUU avanzan en la ofensiva contra Irán y el control
definitivo de cuencas petroleras y territorios estratégicos. Y su aliado, el gobierno de Netanyahu se quiere
llevar puesto al pueblo palestino a la vez que reafirmar su carácter de
gendarme de Medio Oriente.
En tanto se producen avances y retrocesos en pos de
una guerra que puede disparar una escalada bélica mundial, la mentada alianza
entre ortodoxos y militaristas que se dice gobierna Israel parece no tener
oposición interna de peso en su camino al exterminio palestino. Vale la pena
repetirlo: una comunidad que durante milenios hizo de la verdad y su búsqueda
un mito fundante, hoy sufre y reproduce las formas de perversión de la palabra
que los nazis, entre otros, llevaron a su apogeo.
¿Cuánto puede caer una comunidad en esta vida signada
por la mentira? Es una pregunta inquietante, pero parece una pregunta retórica
cuando del otro lado de la frontera la muerte precoz por asesinato es moneda
corriente.
Palestina no es una lucha más, es el posible genocidio
inicial en el siglo XXI y una de las últimas manifestaciones del núcleo belicista de la
globalización. Si la ofensiva prospera se estará marcando un sesgo definitivo
para este principio de siglo.
No hay neutralidad posible: Hay que defender, apoyar y
salvar al pueblo palestino. La consolidación de su Estado es necesaria hasta
para la sobrevivencia del pueblo de Israel.
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