Porque hicimos todo lo que se erige en este mundo, desde luego. Porque siempre será así.
Porque en ese hacer y en ese transmitir esa capacidad de hacer, por los siglos de los siglos, somos quienes damos sustancia a la historia, la hacemos, la sostenemos con nuestro diario vivir. Nada pasa de padre o madre a hijo, a nieto sin recorrer el camino del quehacer compartido.
Por eso, cuando parece que se interrumpe la historia, cuando todo parece retroceder y nos vemos descendiendo en nuestra humanidad, cuando quieren quitarnos hasta nuestra dignidad de humanos, es la memoria de los trabajadores la que rescata a todos, la que reestablece el devenir, aunque a veces necesite décadas para reponerse de las heridas.
Semana trágica, fusiladora, ´66, Proceso, cada vez que la oligarquía, los grupos de poder nos arrebatara casi todo, siempre quedó en algún rincón el rumor de la promesa "para que reine en el pueblo el amor y la igualdad". Siempre emergeremos, aún en medio del caos para volver por lo nuestro. Como dijera Cristina al despedir aNéstor “Somos peronistas, siempre estamos en medio del pueblo y el tumulto”
Porque cada vez que la dictadura vino a regimentarlo todo, el último refugio de la democracia fue el ámbito del trabajo. Las comisiones de lucha, las comisiones internas, los cuerpos de delegados, cada vez que se abrió un resquicio para la resistencia hubo trabajadores que supieron encontrar la forma de deliberar, comprometerse y encarar la acción colectiva.
Porque más allá de las leyendas del que compite contra los demás, el más fuerte, el que se impone a otros, el que somete, la verdad es que sólo la confianza, el afecto, la identidad compartida, el amor, son lo necesario para que el acto de producir suceda.
El humano, antes que todo, es quien coopera porque sí, porque está en su esencia hacerlo. La primera hermandad es la del trabajo. Por eso, como dijera Oesterheld “el único héroe es el héroe en grupo”
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