EL REINO
DEL “COMO SI”
Paro general que no fue paro general, aliados indeseables y amigos deseados pero perdidos
En su
discurso en la Plaza Moyano hace como que no llamó al paro general, en “A dos
voces” Moyano hizo que llamaba al paro general. Aliados indeseables mentaban el
paro general para después ignorarlo. En cambio, dejaron de mentarlo amigos que se alejan.
Pablo Moyano hace que “se la banca contra el gobierno” y les
dice a los noteros de la TV “vamos por ellos”. Dos días después se victimiza y denuncia
que en la Plaza “habría infiltrados de ¡la Cámpora!”
Peronismo que se enuncia pero se deja de lado a la
hora de evaluar qué se hace y con quién.
Un dirigente sindical se queja, al
modo liberal-oligárquico, que la presidenta toma decisiones "sin
discutirlas" ¿Para qué la votó el pueblo? ¿Para pedirle permiso a alguien
no votado?
Estampitas: Moyano refiere un "kirchnerismo de
Néstor" contra el "kirchnerismo de Cristina", pero lanza calumnias que ni siquiera lo peor de la derecha trató de jugar hasta hoy.
Calumnias que, dicho sea de paso, provocaron el retiro
de la Plaza de algunas columnas de camioneros.
Es que no se puede desterrar
toda la memoria, menos en los trabajadores. Y si ayer Néstor era el hombre que
tuvo el coraje de abrir las puertas, airear la política, revindicar la palabra,
defender la soberanía, si un poco más acá Cristina era la “mujer coraje”, hoy no
a todos les cierra que Moyano los acuse de especular con tierras mientras otros
se jugaban la vida. No cierra ni entre aquellos a quienes Moyano ha beneficiado
corporativamente desde la CGT.
Como no cierra que quienes demonizaban a Moyano como narco,
autócrata, corrupto, negro y poco
representativo, ahora lo presenten como Heidi, representativo, honesto y menos
moricho.
Emociona esa noche ver el esfuerzo de la gente de
6-7-8- para dar una explicación coherente a tanto desatino, ver su honesto
disgusto frente a tanta mentira, tanto doblez moral, tanta hipocresía, tanto
desdén por los hechos, los compromisos, las identidades.
VERDAD Y SIMULACROS
Es que estos son tiempos en que la derecha mediático-
partidaria- corporativa excluye toda veracidad -en Argentina y en el mundo- en
función de crear escenas, escenarios, personajes, todo un mundo de simulacros. Verdades efímeras que se sustituyen unas
a otras, a veces desmintiéndose entre sí, a veces complementándose. No es
necesario que tengan algo de realidad, basta con que sean creíbles.
Estas construcciones van
de las tapas de los diarios a los zócalos de los canales para ser repetidas por
el informador X, convalidadas por el político opositor Z, comentada por el consumidor
de medios R a otros consumidores de medios, para que luego sean usados por el político
M y el “periodista” T para calumniar la gobierno por alguna cuestión que en una
semana ya se habrá olvidado. No importará, ya que una nueva operación habrá
comenzado y cada quien volverá a cumplir su papel en un movimiento continuo cuya finalidad es mostrar que todo es relativo, nadie vale mucho, no hay valores por los que jugarse.
Pero como esto sucede en la vida corriente y no en un
teatro, si alguien olvida que nada es lo que parece y termina comprando su
propio personaje, pierde. Como no prospera aquel actor que no sabe distinguir
entre lo que actúa y su propia vida.
LA UNIDAD DE LOS TRABAJADORES
Moyano, por ejemplo.
Es Secretario de la CGT, de una CGT
atravesada por tensiones de todo tipo pero afirmada en su centralidad cuando hay al
menos cuatro o cinco espacios diferentes -incluso otras centrales- que con más
o menos masividad se suponen cada uno la expresión genuina del movimiento obrero y por ello
definen situaciones, confrontan, acuerdan, negocian, reclaman.
Pero la condición
es que nadie se permita dar un paso más allá, porque eso podría derrumbar
todo el decorado.
Esto incluía a Moyano, quien en medio de todos, desde su
secretariado sostenía una legitimidad emanada
de ser a la vez interlocutor del gobierno y beneficiario privilegiado del
modelo productivo kirchnerista. No demasiado enfrentado a los gordos, de modo
de no forzarlos a boicotear abiertamente al gobierno, no demasiado cerca, de modo de que no
se le pegara el desprestigio social que cada gordo tiene fuera de su espacio
corporativo, no tan cerca de la CTA oficial de modo de no ser acusado de fraccionar
a la CGT pero lo suficientemente cerca de esa CTA de modo de barnizarse con su
imagen militante, tras décadas de defecciones y traiciones de la mayoría de la dirigencia gremial.
Pero esta solución de compromiso, como todas las
soluciones de compromiso, duró lo que permitieron sus tensiones internas.
La crisis
de la 125, a la que ahora Moyano llama “el problema de las cooperativas” desnudó
los conflictos del país en toda su crudeza.
La oligarquía, creyendo que podía dar por terminado el ciclo de recuperación popular, cargó a degüello sobre el gobierno y
sobre cada aliado del mismo y se fueron cerrando los espacios grises.
Magnetto,
Biolcatti, la Mesa de Enlace, definieron un adentro y un afuera: para los amigos
prensa amiga y privilegios, pera los enemigos, difamación y/o simplemente
difusión de viejas o nuevas cuentas pendientes.
Lasacción política, la profundización del modelo y el
impulso de la mística militante en un marco de unidad fue lo que permitió al
kirchnerismo superarse a sí mismo y retomar la iniciativa del bicentenario, las
grandes medidas y por fin el triunfo aplastante de Cristina aún a pesar de la
pérdida de Néstor.
Muchos se sintieron padres de esa recuperación, pero lo real
es que los sujetos principales de esta gesta fueron la conducción ejercida por
Cristina y la memoria e identidad del pueblo. El resto de los actores es más o
menos significativo de acuerdo a su referencia en la unidad del pueblo y la
conducción del movimiento.
Frente a las operaciones de la derecha oligárquica y
sus simulacros nuestra acción se concreta en esa identidad con la mayoría del pueblo,
se debilita si caemos en lo corporativo.
Pero Moyano lo entendió de otro modo: creyó que la fuerza
de la CGT radicaba en su presencia y en lugar de ampliar la base de sustentación
de la Central para afrontar las batallas que nos abre la derecha quiso usar a la
central de escalón para un avance corporativo que nunca fue refrendado por la
sociedad. Encima lo hizo a caballo de una consigna reaccionaria: el no pago de impuesto a los ingresos resultaría en derrota segura del movimiento popular: hasta tanto la correlación de fuerzas permita que el Estado, la legalidad, nuestros derechos, sean sostenidos con guita aportada por los ricos, quienes tenemos más ingresos tenemos que aportar a sostenerlo o resignarnos a que la falta de Estado deje desprotegidos a los más excluidos y a todo le pueblo.
Cuando en su discurso se quejo que la presidenta tome decisiones sin
consultar, Moyano no sólo estaba mal recitando el discurso Durán Barba, también estaba demostrando su incomprensión
del funcionamiento de la democracia: Cristina fue elegida en elecciones a las
que se presentó para ser presidenta y tomar esas decisiones.
Perdido ya el eje, Moyano es el primer dirigente que
encolumna a la Central -con la anuencia de quienes lo acompañaron a sabiendas
del error- en una movida callejera afín a la derecha más recalcitrante.
Es un dirigente obrero, pero juega su ya enflaquecida
incidencia en los trabajadores para tratar de debilitar a un gobierno popular juntándose
con los enemigos del pueblo.
No celebro que Moyano hoy haya tratado de serruchar la
rama en que se apoya o, como dijo Kunkel, que se haya jugado y perdido la guita
de las vacaciones en el Casino el primer día. Y ahora ¿qué?
Ha sido un instrumento más de una derecha que por su involucramiento en reacción mundial y local no puede
aspirar a conquistar grandes adhesiones, por lo que se contenta con dividir,
destruir, limar.
Para las estrategias del gran capital siempre el
futuro "es suyo" ya que lo más concentrado de la economía sigue en sus
manos.
Para las estrategias de los sectores más lúmpenes del
Capital, caso Clarín, De Narváez, Macri o los desmontadores y
neoterratenientes sojeros, la cuestión es la misma: si hay crisis, ganan, si
hay división, ganan, si pierden alguna vez pagará el Estado, si al país le va
mal, pagamos nosotros y ellos ganan empeñando lo que es de todos.
Esta es la base del “ellos y nosotros” que Moyano ha
soslayado en su convocatoria. La derecha se pone cada vez más virulenta en la
medida que avanza la inclusión porque retrocede en sus privilegios.
Nosotros, en cambio, todo lo que obtenemos es a fuerza
de lucha, coherencia, sacrificio, de reconstruir lo que ellos destruyen, unir
lo que ellos dividen.
Para nuestros intereses, los intereses del pueblo,
toda pérdida es importante, porque nada nos sobra.
Así que no me convocan quienes hablan de Moyano como
si fuera un chico al que no se lo atendió o, peor, un compañero traicionado. Al
contrario, es alguien a quien le dimos nuestra confianza porque acompañaba el
proceso manteniendo a traidores históricos a distancia de las decisiones de la
CGT.
Pero no aprovechó ese apoyo para transparentar, horizontalizar,
generar participación colectiva, renovar el sindicalismo a la altura de lo que
está sucediendo en todos los ámbitos institucionales.
En las virtualidades y simulacros de esta última semana, si
uno fijara la mirada sólo en la actividad productiva podría decir que el paro
nacional no existió.
En cambio, si posamos la mirada sobre el fogoneo del paro
por parte del grupo Clarín y los operadores mediáticos afines, si vemos ese
rejunte en que Hotton aplaudía junto a Pino solanas y Vanegas la arenga más
antipopular que se ha producido bajo el escudo de la CGT desde el 2003 a la
fecha, tenemos que considerar que le paro sí se produjo. Y que su principal víctima fue
la propia CGT.
Cristina, abrazada a Micaela en Mendoza es la antítesis de aquel palco de la Plaza: su abrazo simboliza la inclusión de la juventud en la construcción dle presente y el futuro de todos, un objetivo que una década atrás parecía imposible. El palco de Moyano no llega a tren fantasma.
COLUMNA
VERTEBRAL Y EL MOVIMIENTO
La CGT no es hoy más burocrática que hace años.
Es el
resto de los espacios institucionales el que ha cambiado.
En lugar de percibir que ha perdido el paso y debe
democratizar su conducción, en lugar de tomar como referencia al movimiento
popular en su conjunto y entender que la decisión de la mayoría del pueblo y
del peronismo es que Cristina conduzca, Moyano creyó, vale la pena repetirlo,
que esta conducción era una imposición.
Y se equivocó. Como se equivocó al creer que la
confianza que depositamos en él era su capital político, que le pertenecía.
Pues bien. NO.
El futuro de Moyano entró en un cono de sombra. Pero
ese no es el problema principal.
No hay largo plazo para un proyecto que no recupere la
unidad de los trabajadores. O la hacemos o el proyecto nacional cada vez la va
a tener más complicada.
Ese es el desafío para el compañero que quiera suceder
a Moyano.
Y para todo el sindicalismo argentino.
De algo sirvió esta movida: el no-paro de la inmensa
mayoría de los trabajadores muestra que los compañeros no comen vidrio ni se
mueven por estampitas. Cada quien fue a lo suyo como todos los días, salvo esa porción
que de trabajadores que habrá que recuperar para que no termine como masa de maniobra
de las aventuras golpistas. Pero quien fue a trabajar sabe que algo pasaba en
la CGT y lo dejaba afuera. La columna vertebral necesita un nuevo proyecto
sindical y una propuesta para que los trabajadores más activos militen ese
nuevo proyecto. Desde allí se podrá sostener el protagonismo de los
trabajadores.
Cristina conduce el país y esa es su tarea. Para eso
la eligieron los argentinos.
El desafío de construir una estructura obrera a la
altura del movimiento popular, sus posibilidades y sus necesidades está abierto
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