jueves, 30 de enero de 2014

La Misa Criolla después de 50 años

Escucho cantar la Misa Criolla esta noche en Cosquín. Se cumplen 50 años desde que Ariel Ramírez compusiera la música para el texto adaptado del Kirie. Los presentadores dicen que es una pieza musical que identifica a la Argentina y que es a la vez un patrimonio cultural de la humanidad.
La han interpretado artistas argentinos y de otros países de gran valía, tales como Mercedes sosa, Gerardo López, Jaime Torres, Domingo Cura, José Carreras.
Las notas no son algo que conozca ni de lo que pueda hablar con alguna propiedad. Simplemente, cada vez que la escucho hay momentos que me emocionan, sobre todo por la tonalidad que tienen las voces, la intensidad de la música. He lagrimeado alguna vez al cantarla en coro, algo de lo que uno ha perdido parece manifestarse desde dentro de ella. Algo grande, como el fervor religioso cuando se propone la hermandad de los hombres, parece circular por su interior.
Sin embargo, al comienzo mismo, cuando escucho repetir “Señor, ten piedad de nosotros, Cristo ten piedad de nosotros (atiende nuestras súplicas) me digo que nada más alejado de nuestra identidad, si la mayoría del pueblo define alguna, nada también más alejado del espíritu y la realidad de los ´60, época en que Ramírez rescató estos textos traducidos por el cura Catena y otros.
No es Dios a quien los argentinos de aquellos tiempos y los de cualquier otro tienen que pedir piedad: cuando se tiene una oligarquía como la que se apropió de nuestra Patria casi desde su nacimiento, no es necesario buscar en lo trascendente al monstruo que despoja, mata, persigue, enajena.
Cuando veníamos del bombardeo a la Plaza, la libertadora, el CONINTES, la proscripción resultaría hereje hasta en los creyentes buscar fuera de nuestro mundo a quienes avanzaban hacia dictaduras más inhumanas y sangrientas cada vez.
El comentarista del video dice que lo que inspiró a Ramírez a dedicarse a esta obre fue su visita al museo del holocausto. Sobrecogedora seguramente, mucho más si quien lo visita llega de un país que ya había conocido dos genocidios y estaba encaminado hacia un tercero. Pero tampoco los nazis, su impiedad y su maldad insolente pueden explicarse por el más allá. En el más acá del nazismo estuvieron-están- los barones del acero, el armamentismo, la pretensión de disputar el bien terrenal control de mundo.
Pero cuando los dictados de los EEUU eran palabra santa entre nuestros gobiernos y quien se apartara un centímetro se hacía pasible de golpe militar, pedirle piedad a Dios –esto lo escribo para hacerme amigos- suena a tero o avestruz. Al entrar en el Gloria levanta, la Misa ya es casi un himno, pero ni el Gloria ni otros fragmentos pueden compensar aquel comienzo lastimero y pasivo.
Cuando pienso en la generación que estaba fermentando en aquellos años, la llamada generación de los ´70 nada me queda más lejos de nuestra identidad que pedir piedad.
Es como otras obras artísticas, imponente, lograda, pasible de virtuosismo interpretativo, expresiva de las formas, técnicas y virtudes de nuestro folklore. Eso sí, con nuestra identidad, al menos con aquella que nos ha mantenido en una persistente e irreverente resistencia a la opresión y la entrega, esta obra NADA.



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