Está en la esencia del kirchnerismo: poner la política siempre por delante.
En la política, en la visualización de las cuestiones de poder, en su disputa,
es donde el pueblo puede terciar. Cuando estas cuestiones se disfrazan de
técnicas, allí es donde el pueblo resulta un convidado de piedra.
Esta vez el desafío es grande. El gobierno decide una devaluación
importante y con ello pone en cuestión otro mito arraigado en la experiencia
histórica de los argentinos: toda devaluación
sería perjudicial por sus efectos regresivos en la distribución del ingreso y
el desarrollo y la soberanía, porque trasladaría fondos desde la producción
hacia los sectores especulativos, desde los trabajadores y todo aquel que tiene
sus ingresos en pesos hacia aquellos que venden y cobran en dólares, desde el
sector industrial hacia el agroexportador y el financiero, desde los sectores
nacionales hacia el capital transnacional, desde quienes todo lo gastan en
atender sus necesidades hacia quienes “forman” es decir deciden cuál es el
precio de cada mercancía. El que fabrica los dólares y el que los trae la imponen
las condiciones al resto.
La palabra devaluación está inscripta en la memoria colectiva a fuerza de
padecimientos repetidos, dispara conductas ya reflejas, ha venido dividiendo
bandos entre quienes le dan un trato
técnico (“es necesaria, se hace”) y
quienes la inscriben en lo político. De algún modo el gobierno venía asumiendo
esta postura al enumerar los problemas que acarrearía la devaluación en tanto
sus defensores la promovían como panacea económica.
Pero el cuello de botella externo, sumado a la retención de granos y dólares que promueve la Mesa de Enlace, reclamaba una medida que frene el drenaje de
divisas.
Al fin, Cristina y el equipo económico rompen el nudo gordiano. Es una
medida política ya que, antes que resolver la disponibilidad de divisas define
quién gobierna y para qué. Por esto, lo que parecía un retroceso, ya que no era
el camino que venían definiendo, Cristina lo convierte en un mensaje de
reafirmación: anuncia el PROGRESAR, dejando en claro que se devalúa pero se
seguirá con la política de inclusión, se evitará que se degraden los ingresos de
los sectores populares construyendo
herramientas para que la devaluación no se traslade a precios, ni frene el
desarrollo, ni se desnacionalice la economía.
Una vez más, la discusión no es sólo qué se hace sino también y
principalmente quién lo hace. Éste ya no es el Estado raquítico de De la Rúa,
este gobierno toma decisiones, el kirchnerismo vino a desarrollar, reparar e
incluir y para eso, en un país industrializado pero con dependencia tecnológica, se necesitan insumos, recursos, por lo tanto divisas.
Como lo recordaba un amigo economista en estos días, hubo excepciones en
eso de trasladar de valuación a precios. La mega de Duhalde (*) se produjo con una
desocupación de más del 20%, por lo que aumentar precios era sencillamente no
venderle a nadie. Por otra parte, con la pesificación asimétrica, el apoyo a
los bancos, etc. Lavagna, Duhalde y Pignanelli nos cargaron la crisis vía
Estado al producir una traslación fabulosa de riqueza hacia el capital
concentrado. De este modo la quietud relativa de los precios quedaba largamente
compensada para éste.
Parece de interés la que tuvo que hacer el gobierno de Maduro en Venezuela,
también se intentó evitar el traslado de la devaluación a los precios y otros
efectos regresivos en la distribución del ingreso. Claro que allí parte de la
solución fue que el ejército allane los depósitos y locales de las cadenas de
ventas (en particular de electrodomésticos) algo que está fuera de toda consideración
aquí.
Pues bien, la decisión de devaluar con precios cuidados parece la más
acertada: mejora las condiciones para comerciar con el exterior con un buen
margen y no habra un retroceso distributivo si el gobierno puede contener los
precios, mantener el nivel de empleo, evitar la venta de empresas a precio vil.
Éste es el tema más complicado, ya que a diferencia de la devaluación
Lavagna/Duhalde, ésta se produce con casi ocupación plena, por lo que el no
traslado depende, antes que de un parate imposible del consumo, de la capacidad
política para consensuar precios relativamente estables.
Si miramos este lunes y martes, tras las nuevas medidas y con los anuncios
apocalípticos de Clarín/LaNación y el massismo, el panorama fue bastante
tranquilo.
Ello indicaría que, salvo los especuladores de siempre, a la mayor parte
del empresariado e incluso de la oposición política le conviene que este
consenso de relativa estabilidad se produzca y los precios no se
disparen. ¿Por qué?
La impronta distributiva e inclusiva que este gobierno le ha impreso a la
política hace imprevisible la reacción social que produciría una estampida.
¿Qué magnitud tendría? ¿Cuán lejos o cerca del 2001? ¿Contra quién se
orientaría? ¿Y si otra vez la movilización resultante queda capturada por el
kirchnerismo?
En síntesis, que una cosa es ser gobierno peronista y contener un desmadre
por tradición, incidencia, poder territorial y otra cosa es que
en el desmadre el peronismo esté del lado de enfrente. También una cosa es
aprovechar lo peor del peronismo para ir contra un gobierno desprestigiado y
entreguista como el De la Rúa y otra ir contra un gobierno que durante 11 años
demostró que tiene tanto arrestos para bancar la que se venga como una
capacidad de resurrección que hasta ahora no conoció techo.
Los sectores más recalcitrantes del establishment saben que al kirchnerismo
se le van desplegando dificultades para
seguir avanzando más. Pero también saben, tras las transformaciones de esta
década, que la capacidad del neoliberalismo para hegemonizar en una crisis es
dudosa y pueden quedar -si apuran los tiempos- abriendo un proceso que termine
en una radicalización de las medidas de gobierno con apoyo social. Escena, esta
última, que hoy no se avizora como posible en un curso calmo de la
confrontación.
En suma, que no parece tan atractivo para el establishment apurar una confrontación
de dudoso resultado contra un proceso en el que viene enriqueciéndose.
¿Entonces? ¿Ya salimos del problema? En todo caso se ha marcado un camino,
pero se necesitará mucha acción en la sociedad para que se comprenda el
carácter de las medidas, se produzca una movida para evitar aumentos,
desabastecimientos, lockout, se identifique de dónde vienen los problemas.
Este es el otro punto álgido a resolver. La cuestión energética mostró una
movilización muy pobre del lado de las organizaciones populares. No se trataba
de recuperar las empresas ya que esa no es hoy por hoy la posibilidad que avizora
el gobierno, pero sí se trataba de identificar ante la sociedad quién y por qué
estaba causando los cortes y movilizarse en consecuencia. Eso se hace de un modo:
poniéndose a la cabeza de la protesta, manifestando contra las
transportadoras.
Con la devaluación, los precios cuidados y las medidas que se vienen o
estamos a full en bocas de expendio, empresas, etc. o el costo de la quietud
será mayor.
(**) Se puede var la evolución 2014 del dólar http://www.freecurrencyrates.com/es/exchange-rate-history/USD-ARS/2014
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