De inmediato surgen dudas, explicaciones, aceptaciones, rechazos. Todo es especulación. ¿Cuánta humanidad dolida se necesita para entender lo que encierran las miradas veladas Marcela y Felipe? ¿Quién puede estar tan enfermo, ser tan impune y tan poca cosa como para adentrarse en la lógica de la apropiadora?
Veo la foto de los tres juntos y me pregunto por cuánto tiempo se los verá así.
Vendrán otros días y con ellos los hechos. Aceptarán todo lo que impique el análisis o no. Se tratará de un quiebre, al fin, del muro afanosamente construido por la apropiadora durante décadas. O puede ser una maniobra para que la querella pierda la oportunidad de ir a la Corte. O un presión de los accionistas del multimedio, O.
Y al fin saldrá a luz la verdad.
O no, porque de treinta mil secuestrados por el Terrorismo de Estado hay trescientas muestras. O menos. Y aunque hubiera 29999, tal vez sean justo sus padres los que nunca fueron vistos por ningún sobreviviente, los que quedaron sin familias que los reclamen, perdidos sus cuerpos en algún lugar que aún no alcanzamos. Y si no está su ADN: nada.
El futuro de la Causa es tan dudoso como lo que paso con los verdaderos padres.
Pero algo hay seguro: sea cual sea el resultado final los apropiadores nos deben algo más que los pibes. Tanto me pesa que no puedo enunciarlo más que como preguntas. Tampoco pretendo agotarlas. Cada quien puede agregar la suya:
- ¿Cuánto pierde en diez a quince años una persona -Felipe, Marcela- que no conoce su verdadera identidad? ¿Cuánto desconocimiento debe tener uno sobre el origen de uno mismo para que su identidad casi no sea?
- ¿Cuánto tiene que forzar su salud mental una persona –Felipe, Marcela- para seguir queriendo a quien la robó? ¿Cuánto para soportar que el robo no sea aclarado aún después que toda una sociedad lo confirme como convicción?
- ¿Cuánto tiene que forzar su salud mental una persona para seguir queriendo a quién la robó después de enterarse que también robó empresas? Usando las peores herramientas: tortura, secuestro, extorsión, connivencia con los genocidas.
- ¿Cuántas abuelas y madres murieron sin saber si uno de estos pibes era el que buscaban? ¿Cómo medir lo que perdió cada una, lo que perdieron las sobrevivientes, lo que perdimos todos en esta espera interminable? Un solo minuto de sufrimiento de Estela, de Hebe: ¿cómo hacer justicia con quien lo causó?
- ¿Cuánta impunidad transmitieron a cada persona de nuestra sociedad estos diez a quince años que la Sra. Herrera ganó con chicanas? ¿En cuánto se reduce la seguridad y la pertenencia de cada persona a su sociedad cuando descubre que hay gente tan poderosa para la cual no hay ni ley ni regla?
- ¿Cuánto aporta esto a recrear anomia en nuestra sociedad? M refiero a esa sensación que se extiende acerca de que mal o bien no existirían. Serían sólo medidas de la capacidad de cada uno para evitar castigo.
- ¿Cuántas mujeres -cuyos pibes arrebatados, robados o entregados por ellas mismas en la debilidad de ser joven o no tener para darles de comer- padecieron cuánto estos 10/15 años de negación pública de la identidad de los pibes? ¿Cuántas pensaron que Marcela o Felipe podían ser ese pibe que casi no vieron y sin embargo se les sigue apareciendo cada día sin aviso previo?
- ¿Cuánto han perdido como personas los tipos que desde espacios de poder, desde espacios de difusión, desinformaron, justificaron, defendieron lo indefendible durante décadas, aportando a la construcción de esta gigantesca farsa?
Hoy, Edgardo Forn, en su relato sobre Alberto Méndez, alguien que “se asomó a ver qué pasaba” y quiso difundir lo que encerraban las atrocidades del franquismo, remata su artículo [1] con un verso de León Gieco: “todo está escondido en la memoria”.
Alivia ver que el texto varía de estrofa en estrofa y que, antes de llegar al esconder, León nos dice: “todo está guardado en la memoria” o “todo está clavado en la memoria”.
No es función de la memoria ocultar: está para guardar, conservar. Y si alguna vez oculta es para preservar, pero lo oculto vendrá.
Hay la memoria del otro, lo siniestro, que oculta de otro modo: redice lo que no fue. Pero aquí y allá se le nota lo bizarro, como a los viejos relatos de escuela, como a las leyendas que se construyen para explicar la propiedad latifundista o Papel Prensa. Pero cuando alguna fuerza –interna o externa- trata de sepultar lo que pasó, tarde o temprano “la memoria estalla hasta vencer a los pueblos que la aplastan y que no la dejan ser libre como el viento”.
Podemos mirar las últimas décadas como una prueba del poder mediático y su impunidad.
En cambio podemos y lo prefiero, reconocer en estos hechos la labor de los miles y miles de argentinos que día a día se asoman, como Hebe, como Estela, a ver y decir qué pasó con el genocidio, y a conquistar verdad y justicia.
Y seguir haciéndolo, porque depende de ello la salud del país, la salud de los nuestros y de los que vendrán.
Así que #devuelvanalospibes [2]
Mario Burgos
[1]Lo escondido en la memoria”, por Juan Forn, Pagina 12, 17 de junio de 2011
[2] “Tema del momento” que resultó Nº 1 A NIVEL MUNDIAL en Twitter el 16-06-2011
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