sábado, 31 de julio de 2010

Ortega Peña: la banca del pueblo y otro 31 de julio


Esa noche pasé por la facultad, Nos encontramos con Graciela y el Petiso y enfilamos para casa.
Raro, nadie habló de ir a Pippo o entrarle a una pizza en el boliche de Pueyrredón.
A dos años de dejar la carrera y sin haber cursado nunca en el viejo Clínicas, la vida universitaria sólo me llegaba con los relatos de mi compañera, los diálogos con los pibes de la agrupación o las notas sobre la "subversión universitaria" en los diarios. Las pocas luces del edificio y sus patios, las paredes descascaradas, las grietas, los caños goteando, el siseo de las ratas al sentirse descubiertas, difícil vincular esa mancha sórdida con el viejo edificio de Independencia, un ex convento de cuarta donde tuve mi primer encuentro corto con el psicoanálisis, donde hice carrera de gran ciudad, universidad, marxismo, las peñas, Zitarrosa y Los Gatos, el fajarse con la cana y las amistades que aún cultivo.
Aún tengo 23 años, 24 la Negra, 21 el petiso. Ya vivimos Ezeiza en el primer retorno y Ezeiza en el segundo, la liberación de los presos, el camporismo, supimos del Cordobaza, el Vivorazo, del asesinato del Che y la masacre de Trelew, gozamos el 25 de mayo y sufrimos un 1º de mayo. Ya la negra perdió su primer embarazo, nos casamos. Estamos casi dejando la adolescencia. Y faltan exactamente 49 días para que una patota de Coordinación allane nuestro departamento y nos saque a los tres y para siempre algo más que la libertad.
Pero esa noche sólo nos preocupa hacer lo que hay que hacer: pasar de largo por el edificio, ver que no hay nada raro, bajar en la otra cuadra y rehacer el camino tranquilos. Somos una pareja joven, el hermano de ella que vive en la pieza libre para que el alquiler se haga menos pesado.
Y todo está como debe, así que en un rato los 3 en el derpa, el petiso durmiendo en su pieza, nosotros jugueteando en la nuestra, suena el teléfono y atiendo y Tito dice que lo mataron al Pelado y que hay que juntarse, y que nos vemos directamente por Congreso aunque cree que lo velarán en la Gráfica, y que nos cuidemos porque ya se ve que esto va a seguir pasando y cada vez pega más cerca y Tito hubiera seguido hablando horas si no fuera que hay instrucción precisa de no hablar más que lo indispensable por teléfono porque puede estar pinchado y yo que ya colgué y me pregunto si el Pelado habrá tenido esos cuidados y mientras despierto al Petiso y les digo a la negra y a él que mataron al Pelado y ya me vienen ganas de llorar. Pero esa es una costumbre que recién adquirí más tarde.
Vamos en el bondi y ninguno dice nada, pero los 3 nos estamos preguntando lo mismo: si vamos a seguir viendo cómo nos matan sin hacer más que tratar de proteger a los nuestros malamente porque no sabemos por quién van a empezar y los mejores no se dejan cuidar lo suficiente. Y si lo de limpiar gente viene de arriba como todo el mundo dice, entonces los parapoliciales tienen tantos medios y poder que va a ser difícil frenarlos.
Para colmo el viejo murió hace 30 días e Isabel viene confirmando con creces todo lo que se dijo de ella y el brujo.
Y mataron al pelado.
Eran días de discusiones, de amistades y enojos, tratar de juntarse y hacer lo posible por que no se pueda, muchos en la búsqueda de un peronismo sin traidores otros intentando una izquierda no gorila. Y ahí estaban el pelado, su amigo de barba blanca y la revista.
Meses antes íbamos a una reunión. Yo los había conocido en épocas del Villazo:  un pelado, veterano en una época en que la juventud era un valor y pocos viejos nos despertaban interés, toscano en la boca. El otro, un barbudo elegante y de palabra precisa. Sabía que habían estado en la resistencia, que habían sido asesores de la UOM de Miguel –mala palabra en esos días- que querían poner la revista al servicio de la unidad, reclamaban que la CGT de los Argentinos, que el prt, que los monto, que poder obrero, el peronismo de base, que Villa Constitución, el Cordobazo y el Luche y vuelve, todo tenía que unirse para poder bancar y que esta vez no pase lo de siempre, pero peor.
En la oficina de la Gráfica está el Pelado y nos dice que le vamos a venir bien a la revista y con Manuel lo escuchamos y veo a un tipo que está tan tranquilo en lo que dice, todo le sale tan claro y cada palabra te ilumina tanto que el mundo se empieza a reconfigurar y me pregunto cómo pasamos tantos años sin trabajar con él. Y empiezan a llegar dirigentes y el Pelado los conoce a todos y todos lo escuchan y a todos parece caerles igual. Así que lo imposible no parece serlo tanto, al menos en la intención, Comenzamos a juntarnos empujados por la militancia y las oscuridades de un país ya sin Perón. Y porque convocaba el Pelado y nadie lo desairaba.
Ya acordado lo de la mesa de discusión y lo de la revista De Frente, esperamos a que se vayan todos para ofrecerle custodia, porque él es indispensable y se la tienen jurada. No me parecía ni un deber ni una tarea. Me habían alcanzado ese par de horas para convencerme que necesitábamos a este hombre más que ningún otro y que no podíamos darnos el lujo de perderlo.
Y el pelado que parece que dice que si, que va a tratar de organizar sus movimientos para que podamos cuidarlo. Pero después supimos que les dijo lo mismo a las otras organizaciones y nunca se pudo del todo. Porque el pelado era lo que prometió ser: una banca al servicio del pueblo, fue el tipo que nos convenció que las instituciones democráticas tenían sentido si se las militaba. Iba a donde lo precisaran sin miramientos de hora o de lugar, que nadie elige en qué momento hay que parar una tortura o cuándo impedir que la cana entre a una fábrica o si hay que rescatar a alguien que aún está entre el encane legal y el secuestro y un diputado puede hacer la diferencia.
Pero sucedió esa noche: el 31 de julio, cerca de las 23, en Carlos Pellegrini a la altura de Arenales, tres tipos bajan de un Fairlane y se acercan al pelado y su esposa, que acaban de descender de un taxi. Uno de los tipos pone rodilla en tierra y comienza a disparar hacia la pareja, presumiblemente con una ametralladora, hasta terminar sus balas.
Rodolfo Ortega peña, con ocho impactos en su cuerpo, queda muerto en la calle. Su esposa, milagrosamente sólo herida por un balazo que le atravesó el labio superior.
No fue una muerte al azar, como no lo fue ninguna de las que produjeron las 3 A. Nadie podría reemplazar al Pelado y la unidad que él buscaba pasó cada vez más al lugar de la utopía.
Aquella noche, al salir de la facultad con Graciela y Carlos vimos por última vez la Buenos Aires de la lucha contra la dictadura, la del ´73, los días en que todo era posible.
Tras el asesinato del pelado vendrían el del viejo Silvio, el de Troxler y tantos otros. La militancia seguía, la Revista también, pero con cada muerte se iría extendiendo un paisaje de sangre al que ya no podríamos sustraernos.
Crónicas y textos sobr el amuerte de Ortega Peña
http://elhistoriador.com.ar.elserver.com/articulos/vuelta_de_peron/asesinato_del_diputado_rodolfo_ortega_pena.php

1 comentario:

  1. Grande Mario!! Se te estará reencarnando el Ciclón que tenía el Gordo Soriano en la mano? Será una transfusión entre cuervos?
    Un abrazo
    Beto

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